lunes, 31 de mayo de 2021

«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador»

 

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este lunes, último día de mayo, en que celebramos la fiesta de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María.

 

Dios nos bendice...

 

Primera lectura

 

Sofonías 3:14-18

14 ¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y exulta de todo corazón, hija de Jerusalén!
15 Ha retirado el Señor las sentencias contra ti, ha alejado a tu enemigo. ¡Señor, Rey de Israel, está en medio de ti, no temerás ya ningún mal!
16 Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No tengas miedo, Sión, no desmayen tus manos!
17 El Señor tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! El exulta de gozo por ti, te renueva por su amor; danza por ti con gritos de júbilo,
18 como en los días de fiesta. Yo quitaré de tu lado la desgracia, el oprobio que pesa sobre ti.

 

  • Salmo responsorial

 

Isaías 12:2-6

2 He aquí a Dios mi Salvador: estoy seguro y sin miedo, pues Yahveh es mi fuerza y mi canción, él es mi salvación,»
3 Sacaréis agua con gozo de los hontanares de salvación.»
4 y diréis aquel día: «Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas, pregonad que es sublime su nombre.
5 Cantad a Yahveh, porque ha hecho algo sublime, que es digno de saberse en toda la tierra.
6 Dad gritos de gozo y de júbilo, moradores de Sión, que grande es en medio de ti el Santo de Israel.»

 

  • Evangelio

 

Lucas 1:39-56

39 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá;
40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
41 Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;
42 y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno;
43 y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
44 Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
46 Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
48 porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre
50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.
52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.
54 Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
55 - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.»
56 María permanceció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

 

Palabra del Señor

 

Comentario


La fiesta de La Visitación está llena de encantos, de un idilio, de una ternura inigualables. Dos mujeres encinta que se encuentran, que se saludan, que se llenan de Dios y de alegría. Las dos primas, María e Isabel, convertidas en mamás las dos milagrosamente, se nos llevan también a nosotros todos los cariños.

Sólo María, después de la Ascensión del Señor en la Iglesia primitiva, pudo ser la fuente de esta información que hoy no sería capaz de presentar el reportero más avispado. Sin grabadoras ni cámaras de televisión, Lucas recogió los datos suministrados anteriormente por María, y en la visitación de María a Isabel nos ofrece una de las escenas más sublimes de toda la Biblia.

- ¡Isabel! ¡Isabel! ¿Cómo estás, cómo te encuentro?...

- Pero, María, ¿cómo vienes hasta aquí?...

María se ha enterado del estado de Isabel por el Angel:

- Tu pariente Isabel, en su ancianidad, ha concebido un hijo, y ya está en su sexto mes la que siempre ha sido estéril, porque para Dios no hay nada imposible.

Más de ciento veinte kilómetros separan Nazaret de Ain Karim. Pero María, audaz, valiente, sin complejos ni miedos ¡qué muchachita ésta, y vaya mujer liberada!, emprende el camino desde Galilea hasta la montaña de Judea.

Isabel, nada más oír el saludo de su jovencita prima y antes de que ésta le comunique nada, se da cuenta de la maternidad de María, por iluminación del Espíritu Santo:

- ¿Pero, cómo es esto? ¿Llevas en tu seno a mi Señor, y vienes hasta mí? ¡Si noto que hasta el niño que se encierra en mis entrañas está dando saltos de gozo con solo oír tu voz!

María recibe la primera bienaventuranza del Evangelio:

- ¡Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá en ti todo lo que te ha dicho el Señor!

¡Hay que ver qué encuentro el de estas dos mujeres madres! La Liturgia de la Iglesia nos lo presenta hoy para que veamos lo que nos espera a nosotros en la próxima Navidad, que ya la tocamos con la mano.

María nos trae al Hijo de Dios, hecho hombre en su seno bendito.

Jesús se encuentra con nosotros para llenarnos de su Espíritu Santo, como a Isabel, como a Juan.

El Espíritu Santo nos llena de su alegría y de sus dones, porque donde entra el Espíritu de Dios no hay más que gozo, paz y vida divina y eterna.

Si nos ponemos a analizar este hecho de la visitación de María a Isabel, no sabemos por dónde empezar ni por donde acabar de tantas cosas como podemos decir, ya que se trata de una escena de riquezas inmensas. Igual nos habla de las dos naturalezas de Jesús, divina y humana, que de la mediación de María. Como nos dice también de la diligencia del apóstol, dispuesto a dar siempre ese Jesús que lleva dentro.

¿Quién es el Jesús que María lleva en su seno? Dios, ciertamente. Isabel lo reconoce: - ¿Cómo viene a visitarme la madre de mi Señor?... Y El Señor, para un judío, era solamente Dios.

¿Quién es el Jesús, hijo de María? Es hombre perfecto. Nacido de mujer, dirá San Pablo. Un Jesús hombre que tomará el pecho de la mamá como cualquier bebé.

Un Jesús que jugará y enredará y será educado como cualquier otro niño. Un Jesús que se desarrollará joven bello y de prendas singulares, como nos dice el Evangelio, e irá creciendo en estatura, en conocimientos y en gracia y atractivos ante los hombres lo mismo que ante Dios. Un Jesús que amará como nosotros; que trabajará y se cansará y padecerá hambre y sed; que gozará y sufrirá como sus hermanos los hombres, y que llegará a morir verdaderamente como cualquiera de nosotros.

¿Por medio de quién viene a nosotros este Jesús? Es la cosa tan evidente, que no necesita comentarios. Dios ha querido servirse de María, que ha dado su consentimiento consciente, libre y amorosamente al plan de Dios.

Y María sigue realizando hoy su misión de darnos a Jesús lo mismo que hizo con Isabel y el Bautista o lo veremos pronto con los Magos.

No va a ninguna parte María sin su Jesús. No se mete María con su amor y devoción en ningún alma sin meter bien dentro de ella al mismo Jesús. Venir a nosotros María o ir nosotros a María y no encontrarse con Jesús resulta un imposible. María, como Madre, es una Medianera natural entre Jesucristo y nosotros. De María aprendemos también una lección importante para nuestra vida cristiana.

¿Podemos quedarnos para nosotros ese Jesús que llevamos dentro? ¿No tenemos obligación de darlo a los demás?...

Por la fe de Abraham empezó la Historia de la Salvación. Por la fe de María –¡Sí, que se cumpla en mí tu palabra!– se realizó definitivamente el plan de salvación trazado y prometido por Dios. María nos enseña a ser creyentes, a aceptar la Palabra, a decir siempre SÍ a Dios.

¡María! ¡Gracias por tu fe! ¡Gracias, porque tu generosidad arrancó del seno de Dios a Nuestro Salvador el Señor Jesucristo! ¡Gracias, porque visitas nuestras almas! ¡Gracias porque nos traes a Jesús, como se lo llevaste a Isabel! ¡Gracias, porque con tu Jesús vives también en nuestros corazones!....

 

Autor: Pedro García, Misionero Claretiano

Fuente: mercaba.org 


domingo, 30 de mayo de 2021

Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

 

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos a leer y meditar la Palabra de Dios, en este domingo en que celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad. Ciclo B,

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA

 

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40

 

El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro

Moisés habló al pueblo, diciendo:

—«Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como ésta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?

Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre».

 

Palabra de Dios.

 

Salmo responsorial: Salmo 32, 4-5. 6 y 9. 18-19. 20 y 22 (R.: 12b)

 

R. Dichoso el pueblo que el Señor se
escogió como heredad.

 

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

 

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos,
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió. R.

 

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

 

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.

 

SEGUNDA LECTURA

 

Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre)

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 14-17

 

Hermanos:

Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.

Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre).

Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.

 

Palabra de Dios.

 

Aleluya Ap 1, 8

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo,
al Dios que es, que era y que viene.

 

EVANGELIO

 

Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 16-20

 

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.

Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.

Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

—«Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

Palabra del Señor.

 

Comentario

 

Hoy celebra la liturgia la fiesta de la Santísima Trinidad. El Catecismo de la Iglesia Católica, en el n. 234, explica la importancia de la Trinidad en la vida de la Iglesia: “El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que nos ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe”.

 

Entramos a hacer parte de la comunidad eclesial cuando el sacerdote derrama sobre nuestra cabeza el agua bautismal y pronuncia las palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Cada día, cuando nos despertamos, iniciamos nuestra jornada diciendo: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Con estas mismas palabras concluimos el día.

 

Estas palabras tan sencillas recapitulan una experiencia espiritual de muchos siglos. El punto de partida de este extraordinario viaje espiritual que nos conduce a la revelación del misterio de la Trinidad empezó hace muchos siglos con el llamado que Yahvé hizo a Abram, en Ur de los Caldeos. Hace algunos meses, la TV nos transmitió la visita que el papa Francisco hizo a Irak. Allí pudimos ver las sobrecogedoras escenas de esa enorme planicie desértica, Ur de los Caldeos, donde empezó toda esta historia. Allí se reunió el papa con líderes espirituales de diversas religiones para hablar de fraternidad y paz. 

 

En esa inmensidad, Yahvé dijo a Abram: “Vete de tu tierra y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré”.

 

Abrahán es el punto da partida de esta formidable experiencia espiritual que es el monoteísmo. Las tres grandes religiones monoteístas –el judaísmo, el cristianismo y el islam– lo reconocemos como nuestro padre en la fe. Hasta ese momento, las diversas culturas rendían culto a la divinidad asociándola con fenómenos de la naturaleza o con seres vivientes dotados de poderes superiores, como el sol, la luna, el huracán, el jaguar, la serpiente emplumada, etc. 

 

Abrahán, nuestro padre en la fe, es el comienzo de la auto-manifestación de Dios, en la historia de un pueblo, como un Ser personal, único, trascendente, amoroso y misericordioso, que establece un diálogo con su pueblo. ¿Cómo se comunica Dios con el pueblo de la alianza? A través de los acontecimientos de su historia y a través de personajes que acompañan al pueblo en su discernimiento. Moisés es el gran líder y junto a él se destacan grandes figuras como los profetas. La experiencia espiritual de Israel se apoya en dos grandes columnas: la Ley y los profetas. 

 

Cuando llega la plenitud de los tiempos, el plan de Dios ya no se comunica a través de mensajeros, sino que la Palabra Eterna de Dios se hace carne y establece su tienda entre nosotros, como hermosamente lo expresa san Juan en el Prólogo de su Evangelio. Jesucristo, Hijo Eterno del Padre hecho hombre, es la plenitud de la Revelación. Con palabras sencillas, nos abre la puerta del misterio de Dios. Recordemos, por ejemplo, la enternecedora parábola del hijo pródigo; en ella, Jesús nos revela el amor misericordioso del Padre. Ante la petición que le hace el apóstol Felipe: “Señor, muéstranos al Padre y esto nos basta”, Jesús le responde: “Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”; con estas palabras nos explicaba el grado de la intimidad entre el Padre y Él. 

 

Las lecturas de este domingo nos ofrecen elementos muy ricos que nos ayudan a meditar en el misterio trinitario. No pretendamos comprenderlo, porque supera infinitamente nuestras posibilidades. Contemplemos en silencio este misterio, adorémoslo, demos gracias infinitas porque la Trinidad habita en lo más íntimo de nuestro ser. 

 

El texto del Deuteronomio reproduce un vigoroso discurso de Moisés a la comunidad. Haciendo uso de potentes recursos retóricos, recuerda al pueblo el carácter exclusivo y único de su experiencia como pueblo de la alianza: “¿Ha oído algún pueblo a Dios hablando desde el fuego, como tú lo oíste, sin morir? ¿Intentó algún dios venir a buscarse un pueblo de entre los otros sirviéndose de tan grandes pruebas, signos y prodigios?”. A través de estas preguntas, Moisés pone de manifiesto la absoluta novedad de la experiencia religiosa de Israel. 

 

Esta auto manifestación de Dios, que empieza con Abrahán, se va enriqueciendo a lo largo de los siglos y llega a su plenitud en Jesucristo.

 

En su Carta a los Romanos, el apóstol Pablo hace una profunda reflexión sobre lo que significa que Jesucristo nos haya revelado a Dios como Padre y haya dado su vida por nuestra salvación: “Ustedes no recibieron un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios Abbá, es decir, Padre. El Espíritu en persona le asegura a nuestro espíritu que ya somos hijos de Dios. Hijos, y por consiguiente herederos: somos herederos de Dios y coherederos de Cristo”. 

 

Personalmente, disfruto mucho con los documentales sobre el espacio, que nos permiten descubrir realidades nunca imaginadas gracias a los potentes telescopios y las naves que viajan por el espacio. La inmensidad del universo en continua expansión nos hace reflexionar sobre nuestra pequeñez: ¿Qué somos nosotros ante estas galaxias que existen hace millones de años? Por una parte, somos menos que un grano de arena. ¡Insignificantes! Al mismo tiempo, somos gigantes: herederos de Dios y coherederos de Cristo. 

 

El texto del evangelista Mateo nos recuerda la misión que nos ha sido confiada: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado”. 

 

En esta fiesta de la Santísima Trinidad, adoremos la santidad y la inmensidad de Dios, así como su cercanía con cada uno de nosotros. 

Por: Jorge Humberto Peláez, SJ

jpelaez@javeriana.edu.co

 

sábado, 29 de mayo de 2021

“¿Con qué autoridad haces esto?”

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este sábado de la 8ª semana del Tiempo Ordinario, ciclo B.

 

Dios nos bendice...

 

PRIMERA LECTURA DE LA MISA

 

Daré gracias al que me enseñó

 

Lectura del libro del Eclesiástico 51, 17-27

 

Doy gracias y alabo y bendigo el nombre del Señor.
Siendo aún joven, antes de torcerme, deseé la sabiduría con toda el alma, la busqué
desde mi juventud
y hasta la muerte la perseguiré;crecía como racimo que madura,
y mi corazón gozaba con ella, mis pasos caminaban fielmente siguiendo sus huellas
desde joven,
presté oído un poco para recibirla, y alcancé doctrina copiosa;su yugo me resultó
glorioso, daré gracias al que me enseñó;
decidí seguirla fielmente, cuando la alcance no me avergonzaré;mi alma se apegó a
ella, y no apartaré de ella el rostro;
mi alma saboreó sus frutos, y jamás me apartaré de ella;mi mano abrió sus puertas,
la miraré y la contemplaré;
mi alma la siguió fielmente y la poseyó con pureza.

 

SALMO RESPONSORIAL

 

Salmo responsorial Sal 18, 8. 9. 10. 11

 

V/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón. 


R/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
V/. La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma;el precepto del Señor es
fiel e instruye al ignorante. R/.
V/. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón;la norma del Señor es
límpida y da luz a los ojos. R/.
V/. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable;los mandamientos del
Señor son verdaderos y enteramente justos.
V/. Más preciosos que el oro, más que el oro fino;más dulces que la miel de un
panal que desti1a. R/. 

 

EVANGELIO DE LA MISA

 

¿Con qué autoridad haces esto?

 

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 11, 27-33

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén, y, mientras paseaba
por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores, y
le preguntaron: ¿Con qué autoridad haces esto ? ¿Quién te ha dado semejante
autoridad ? Jesús les replicó: Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os
diré con qué autoridad hago esto.
El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme.
Se pusieron a deliberar: Si decimos que es de Dios, dirá: «¿Y por qué no le habéis
creído? » Pero como digamos que es de los hombres.
(Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un
profeta) Y respondieron a Jesús: No sabemos.
Jesús les replicó: Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto. 

 

COMENTARIOS

 

1. (año I) Eclesiástico 51,17-27

a) Termina nuestra lectura del Sirácida (o Eclesiástico) con un cántico de alabanza a la sabiduría. El autor muestra una legítima satisfacción porque desde joven la ha seguido y gozado de sus frutos.

Da envidia pensar que este buen hombre, Jesús hijo de Sira, desde joven sólo consideró como riqueza apetecible poseer la sabiduría de Dios, ver las cosas y los acontecimientos desde los ojos de Dios: «Deseé la sabiduría con toda mi alma, la busqué desde mi juventud... mi corazón gozaba con ella... presté oído para recibirla... mi alma saboreó sus frutos».

b) Ojalá pudiéramos también nosotros afirmar, al final de una jornada, o de un año, o de la vida, que nos hemos dejado guiar por la verdadera sabiduría, la de Dios, sin hacer mucho caso a otras palabras y otras propagandas que nos bombardean continuamente.

Escuchamos muchas veces la Palabra de Dios, la que nos dirige el Maestro que Dios nos ha enviado, Cristo Jesús: «Éste es mi Hijo amado, escuchadle». Pero ¿podemos decir que se nos pega su sabiduría, su visión de las cosas? ¿que se nos va comunicando poco a poco la mentalidad de Dios, la que aparece en las lecturas del AT, en las del NT y sobre todo en el evangelio de Jesús?

La Palabra de Dios no es una doctrina que hay que saber como recuerdo histórico: es palabra viva dicha para nosotros hoy y aquí. Una palabra y una sabiduría que tiene fuerza para iluminar y transformar todos los posibles vericuetos de nuestra vida.

Seguimos a Cristo, Camino, Verdad y Vida. Tenemos, por tanto, más motivos que el Sirácida para alegrarnos de tener la sabiduría de Dios muy cerca. En nuestro estilo de conducta y en las decisiones que vamos tomando, se tendría que notar que Jesús, el Maestro, nos va enseñando sus caminos.

2. Marcos 11,27-33

 

a) La escena de hoy es continuación de la de ayer: ante el gesto profético de Jesús expulsando a los mercaderes y cambistas del Templo, las autoridades, alborotadas por un gesto tan provocativo, envían una delegación a pedirle cuentas de con qué autoridad lo ha hecho.

Jesús no les contesta, sino que a su vez les propone una pregunta. Cuando él ve que no hay fe, o que hay doblez en la pregunta, considera inútil dar argumentos. A veces se calla dignamente, como ante Caifás, Pilatos o Herodes. A veces contesta con un argumento ad hominem o planteando a su vez preguntas, como en el caso de la moneda del César. Jesús también sabe ser astuto y poner trampas a sus interlocutores, desenmascarando sus intenciones capciosas.

La pregunta de los jefes no era sincera. Sólo el Mesías, o quien viene con autoridad de Dios, podía tomar una actitud así, acompañada como está, además, de signos milagrosos que no pueden ser sino mesiánicos. Pero eso no lo admiten. Es inútil razonar con estas personas. Jesús no les va a dar el gusto de afirmar una cosa que no van a aceptar y que les daría motivos de acelerar su decisión de eliminarlo. Desde ahora se van a precipitar las cosas, con fuertes controversias que desembocarán en el proceso y la ejecución de Jesús.

b) Ante los gestos proféticos que también ahora se dan en el mundo y en la Iglesia, deberíamos afinar un poco más nuestra reacción.

Hay que saber discernir personal y comunitariamente, bajo la guía de los responsables de la comunidad, si los movimientos o las voces nuevas vienen o no del Espíritu. Pero no deberían ser los intereses personales o el orgullo o la pereza ante los cambios lo que motive nuestra decisión. Los jefes que interpelan a Jesús, llenos de autoridad ellos, llenos de sabiduría, rechazan ya de entrada toda explicación que les vaya a dar: ¿quién es éste para poner en tela de juicio nuestra manera de organizar las cosas del Templo?

Cuando no nos interesa un mensaje, intentamos desautorizar al mensajero. Cuando un profeta nos interpela en una dirección que sacude nuestros hábitos mentales o nuestra comodidad o nuestros intereses, en lugar de preguntarnos si vendrá de Dios, nos dedicamos rápidamente a desprestigiar al profeta, para no tener que hacerle caso. A los judíos les pasó con el Bautista y luego con Jesús. A nosotros nos pasa siempre que en nuestro camino vemos u oímos voces proféticas que ponen en evidencia nuestra pereza y nuestros fallos, o nos estimulan hacia caminos más exigentes. Lo hacemos con mayor disimulo que los jefes de Jerusalén. Pero lo hacemos. Ignoramos al profeta. No nos damos por enterados de lo que Dios nos estaba queriendo decir. Luego no nos quejemos de la obstinación de los judíos.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 235-238

 

viernes, 28 de mayo de 2021

«Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros»

¡Amor y paz!

 

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes de la octava semana del tiempo ordinario, ciclo B

Dios nos bendice...

 

1ª Lectura

 

Eclo 44,1.9-13

 

Hagamos el elogio de los hombres de bien, de la serie de nuestros antepasados. Hay quienes no dejaron recuerdo, y acabaron al acabar su vida: fueron como si no hubieran sido, y lo mismo sus hijos tras ellos. No así los hombres de bien, su esperanza no se acabó; sus bienes perduran en su descendencia, su heredad pasa de hijos a nietos. Sus hijos siguen fieles a la alianza, y también sus nietos, gracias a ellos. Su recuerdo dura por siempre, su caridad no se olvidará.

 

Salmo responsorial: 149

 

R/. El Señor ama a su pueblo.

 

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.
 

Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.
 

Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca; es un honor para todos sus fieles.

 

Versículo antes del Evangelio (Jn 15,16): Aleluya. Yo os elegí del mundo para que vayáis y llevéis fruto y vuestro fruto permanezca. Aleluya.

 

Texto del Evangelio

 

Mc 11,11-25: 

 

En aquel tiempo, después de que la gente lo había aclamado, Jesús entró en Jerusalén, en el Templo. Y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania. Al día siguiente, saliendo ellos de Betania, sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. Entonces le dijo: «¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!». Y sus discípulos oían esto.
Llegan a Jerusalén; y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas y no permitía que nadie transportase cosas por el Templo. Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: ‘Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes?’.¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!». Se enteraron de esto los sumos sacerdotes y los escribas y buscaban cómo podrían matarle; porque le tenían miedo, pues toda la gente estaba asombrada de su doctrina. Y al atardecer, salía fuera de la ciudad. Al pasar muy de mañana, vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz. Pedro, recordándolo, le dice: «¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca». Jesús les respondió: «Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: ‘Quítate y arrójate al mar’ y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis. Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas».

 

 Comentario

 

a) Jesús ya llega a Jerusalén. Saltándonos la escena de la entrada solemne -que leemos el Domingo de Ramos- escuchamos hoy la acción simbólica en torno a la higuera estéril y la otra acción, no menos simbólica y valiente, de Jesús arrojando a los mercaderes del Templo.

 

La higuera no tenía frutos. No era tiempo de higos o ya se le habían gastado. Jesús, con todo, se queja de esa esterilidad. Su lamento nos recuerda el poema de la viña estéril de Isaías 5: «Una viña tenía mi amigo... esperó que diese uvas, pero dio agraces». Jesús pronuncia unas palabras duras contra la higuera: «nunca jamás coma nadie de ti». En efecto, al día siguiente, la higuera se había secado. Si Jesús hizo este gesto es porque apuntaba a otra clase de esterilidad: es el pueblo de Israel, sobre todo sus dirigentes, el árbol que no da los frutos que Dios pedía. Israel ha fracasado. Israel es la higuera seca.

 

En medio del episodio de la higuera, entre su inicio y su conclusión al día siguiente, Marcos coloca la escena del Templo y el gesto violento de Jesús. También aquí no había motivo evidente para la ira de Jesús: los mercaderes que vendían animales para el sacrificio o cambiaban monedas, estaban en el atrio, contaban con todos los permisos de los responsables y no parecían estorbar el culto.

 

Lo que hace Jesús es, de nuevo, un gesto simbólico, tal vez no tanto contra los mercaderes, sino contra los responsables del Templo: lo que denuncia es la hipocresía del culto, hecho de cosas exteriores pero sin obras coherentes en la vida. Ya los profetas, como Jeremías, habían atacado la excesiva confianza que tenían los judíos en el Templo y en la realización -eso sí, meticulosa- de sus ritos. El culto tiene que ir acompañado de la fidelidad a la Alianza.

 

También quiere subrayar Jesús que el culto del Templo debería ser más universal, sin poner trabas a los extranjeros. Los mercaderes hacían que los que venían de fuera tuvieran que cambiar la moneda pagana -considerada impura- por la judía, para poderla ofrecer en el Templo. No sería extraño que en este comercio hubiera además abusos y trampas, aprovechándose de los forasteros. Jesús quiere que el Templo sea «casa de oración para todos los pueblos», lugar de oración auténtica. y no una «cueva de bandidos» y de ajetreo de cosas y comercio.

 

 b) Hoy va de quejas por parte de Jesús. Y lo peor es que también podría estar defraudado de nosotros, por nuestra esterilidad o por el clima de nuestras celebraciones litúrgicas.

 

¿Se podría decir de nosotros, de cada uno y de la comunidad, que somos una higuera estéril'? Valdría la pena que hiciéramos un alto en nuestro camino y nos dejáramos interpelar por Cristo. Porque seria triste defraudar a Dios, no dando frutos o dándolos de escasa calidad. El aviso lo irá repitiendo Jesús en días sucesivos, por ejemplo con la parábola de los viñadores que no hacen producir el campo arrendado. No podemos contentarnos con pensar que los que se sientan en el banquillo de los acusados son los israelitas. Somos también nosotros, en la medida en que no demos los frutos que Dios esperaba.

Nuestro examen tendría que dirigirse también a nuestra manera de realizar el culto.

 

¿Mereceríamos nosotros un gesto profético parecido de Jesús, purificando nuestras iglesias de toda apariencia de mercantilismo o de acepción de personas? El quería que el Templo fuera «casa de oración para todos» y que no se contaminara con intereses y negocios, ni supusiera una barrera para otras culturas o nacionalidades.

El evangelio de hoy termina, no sólo invitando a la oración llena de fe, sino también a la caridad fraterna, sobre todo el perdón de las ofensas: «Cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas». Es lo que cada día decimos en el Padrenuestro: una de las peticiones más comprometedoras que nos enseñara Jesús.

 

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 230-234
 

 

jueves, 27 de mayo de 2021

«¡Ánimo, levántate! Te llama»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este jueves de la octava semana del tiempo ordinario, ciclo B

Dios nos bendice…

1ª Lectura

 Eclo 42,15-16:

Voy a recordar las obras de Dios y a contar lo que he visto: por la palabra de Dios son creadas y de su voluntad reciben su tarea. El sol sale mostrándose a todos, la gloria del Señor a todas sus obras. Aun los santos de Dios no bastaron para contar las maravillas del Señor. Dios fortaleció sus ejércitos, para que estén firmes en presencia de su gloria. Sondea el abismo y el corazón, penetra todas sus tramas, declara el pasado y el futuro y revela los misterios escondidos.
No se le oculta ningún pensamiento ni se le escapa palabra alguna. Ha establecido el poder de su sabiduría, es el único desde la eternidad; no puede crecer ni menguar ni le hace falta un maestro. ¡Qué amables son todas tus obras! Y eso que no vemos más que una chispa. Todas viven y duran eternamente y obedecen en todas sus funciones. Todas difieren unas de otras, y no ha hecho ninguna inútil. Una excede a otra en belleza: ¿quién se saciará de contemplar su hermosura?

Salmo responsorial: 32

R/. La palabra de Dios hizo el cielo.

 
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; cantadle un cántico nuevo, acompañando a los vítores con bordones.

Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.

La palabra del Señor hizo el cielo, el aliento de su boca, sus ejércitos; encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano.

Tema al Señor la tierra entera, tiemblen ante él los habitantes del orbe: porque él lo dijo, y existió, él lo mandó y surgió.

Versículo antes del Evangelio
 

Jn 8,12:

 Aleluya. Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida. Aleluya.

Texto del Evangelio

Mc 10,46-52:

En aquel tiempo, cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle». Llaman al ciego, diciéndole: «¡Ánimo, levántate! Te llama». Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.

Comentario

a) Jesús cura al ciego Bartimeo. Es un relato muy sencillo, pero lleno de detalles, y un símbolo claro de la ceguera humana espiritual, que también puede ser curada. Esta vez Marcos dice el nombre del ciego: se ve que tenía testimonios de primera mano, o que el buen hombre, que «recobró la vista y le seguía por el camino», se convirtió luego tal vez en un discípulo conocido.
La gente primero reacciona perdiendo la paciencia con el pobre que grita. Jesús sí le atiende y manda que se lo traigan. El ciego, soltando el manto, de un salto se acerca a Jesús, que después de un breve diálogo en que constata su fe, le devuelve la vista.

b) La ceguera de este hombre es en el evangelio de Marcos el símbolo de otra ceguera espiritual e intelectual más grave. Sobre todo porque sitúa el episodio en medio de escenas en que aparece subrayada la incredulidad de los judíos y la torpeza de entendederas de los apóstoles.

Como cuando vamos al oculista a hacernos un chequeo de nuestra vista, hoy podemos reflexionar sobre cómo va nuestra vista espiritual. ¿No se podría decir de nosotros que estamos ciegos, porque no acabamos de ver lo que Dios quiere que veamos, o que nos conformamos con caminar por la vida entre penumbras, cuando tenemos cerca al médico, Jesús, la Luz del mundo? Hagamos nuestra la oración de Bartimeo: «Maestro, que pueda ver». Soltemos el manto y demos un salto hacia él: será buen símbolo de la ruptura con el pasado y de la acogida de la luz nueva que es él.

También podemos dejarnos interpelar por la escena del evangelio en el sentido de cómo tratamos a los ciegos que están a la vera del camino, buscando, gritando su deseo de ver. Jóvenes y mayores, muchas personas que no ven, que no encuentran sentido a la vida, pueden dirigirse a nosotros, los cristianos, por si les podemos dar una respuesta a sus preguntas. ¿,Perdemos la paciencia como los discípulos, porque siempre resulta incómodo el que pide o formula preguntas? ¿o nos acercamos al ciego y le conducimos a Jesús, diciéndole amablemente: «ánimo, levántate, que te llama»?

Cristo es la Luz del mundo. Pero también nos encargó a nosotros que seamos luz y que la lámpara está para alumbrar a otros, para que no tropiecen y vean el camino. ¿A cuántos hemos ayudado a ver, a cuántos hemos podido decir en nuestra vida: «ánimo, levántate, que te llama»?

J. ALDAZABAL 
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
 Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
 Barcelona 1997. Págs. 226-230

miércoles, 26 de mayo de 2021

«El que quiera ser grande, sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este miércoles, de la octava semana del tiempo ordinario, ciclo B

Dios nos bendice…

1ª Lectura

 Eclo 36,1.4-5a.10-17

Sálvanos, Dios del universo, infunde tu terror a todas las naciones, para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti. Renueva los prodigios, repite los portentos. Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente. Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre, de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo. Llena a Sión de tu majestad, y al templo, de tu gloria. Da una prueba de tus obras antiguas, cumple las profecías por el honor de tu nombre, recompensa a los que esperan en ti y saca veraces a tus profetas, escucha la súplica de tus siervos, por amor a tu pueblo, y reconozcan los confines del orbe que tú eres Dios eterno.

Salmo responsorial: 78

R/. Muéstranos, Señor, la luz de tu misericordia.


No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro, por el honor de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados a causa de tu nombre.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo: con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte.

Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te daremos gracias siempre, contaremos tus alabanzas de generación en generación.

Versículo antes del Evangelio

 Aleluya. El Hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos. Aleluya.

Mc 10,32-45:

En aquel tiempo, los discípulos iban de camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos; ellos estaban sorprendidos y los que le seguían tenían miedo. Tomó otra vez a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a
suceder: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, le azotarán y le matarán, y a los tres días resucitará».
Se acercan a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos». Él les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?». Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?». Ellos le dijeron: «Sí, podemos». Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado».
Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Comentario

a) En el camino hacia Jerusalén -lo cual no es un dato geográfico, sino un símbolo teológico de su marcha hacia la pasión y la muerte- sitúa Marcos varias escenas programáticas. Jesús «sube» a la pasión, muerte y resurrección, y el evangelista quiere dejar bien claro que los discípulos han de seguir el mismo camino. Jesús va decidido y se adelanta un poco a los demás. Marcos dice que «los discípulos se extrañaban y los que seguían iban asustados».Jesús les anuncia por tercera vez su muerte. Marcos subraya cada vez que los discípulos no querían entender nada. La primera vez fue Pedro el que tomó aparte a Jesús y le echó en cara que hablara de muerte y fracaso. La segunda vez que Jesús anunció su muerte, los discípulos se pusieron a discutir sobre los primeros puestos. En esta tercera, de nuevo Marcos subraya la cerrazón de los apóstoles: nos cuenta la escena de Santiago y Juan, ambiciosos, en búsqueda de grandeza y poder, pidiendo los primeros puestos en el Reino.

Como respuesta Jesús les anuncia la muerte que deberán asumir esos dos discípulos que ahora piden honores: lo hace con las comparaciones de la copa y el bautismo. Beber la copa es sinónimo de asumir la amargura, el juicio de Dios, la renuncia y el sacrificio. Pasar por el bautismo también apunta a lo mismo: sumergirse en el juicio de Dios, como el mundo en el diluvio, dejarse purificar y dar comienzo a una nueva existencia. La pasión de Cristo -la copa amarga y el bautismo en la muerte- les espera también a sus discípulos. Santiago será precisamente el primero en sufrir el martirio por Cristo.

Los otros diez se llenan de indignación, no porque creyeran que la petición hubiera sido inconveniente, sino porque todos pensaban lo mismo y esos dos se les habían adelantado. Jesús aprovecha para dar a todos una lección sobre la autoridad y el servicio. Se pone a sí mismo como el modelo: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».

b) Por si también nosotros ambicionamos, más o menos conscientemente, puestos de honor o intereses personales en nuestro seguimiento a Jesús, nos viene bien su lección.

La autoridad no la tenemos que entender como la de «los que son reconocidos como jefes de los pueblos», porque esos, según la dura descripción de Jesús «los tiranizan y los oprimen». Para nosotros, «nada de eso». Los cristianos tenemos que entender toda autoridad como servicio y entrega por los demás: «el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». Cuando nos examinamos sinceramente sobre este punto, a veces descubrimos que tendemos a dominar y no a servir, que en el pequeño o grande territorio de nuestra autoridad nos comportamos como los que tiranizan y oprimen. Tendríamos que imitar a Jesús, que estaba en medio de los suyos como quien sirve.

Pero además, y yendo a la raíz de la lección, debemos preguntarnos si aceptamos el evangelio de Jesús con todo incluido, también con la cruz y la «subida» a Jerusalén, sólo en sus aspectos más fáciles. El mundo de hoy nos invita a rehuir el dolor y el sufrimiento.

Lo que cuenta es el placer inmediato. Pero un cristiano se entiende que tiene que asumir a Cristo con todas las consecuencias: «que cargue cada día con su cruz y me siga». Ser cristiano es seguir el camino de Cristo e ir teniendo los mismos sentimientos de Cristo. El va hacia Jerusalén. Nosotros no hemos de rehuir esa dirección.

Igual que el amor o la amistad verdadera, también el seguimiento de Cristo exige muchas veces renuncia, esfuerzo, sacrificio. Como tiene que sacrificarse el estudiante para aprobar, el atleta para ganar, el labrador para cosechar, los padres para sacar la familia adelante.

Depende del ideal que se tenga. Para un cristiano el ideal es colaborar con Cristo en la salvación del mundo. Por eso, en la vida de comunidad muchas veces debemos estar dispuestos al trabajo y a la renuncia por los demás, sin pasar factura. La filosofía de la cruz no se basa en la cruz misma, con una actitud masoquista, sino en la construcción de un mundo nuevo, que supone la cruz. Lo que parece una paradoja -buscar los últimos lugares, ser el esclavo de todos- sólo tiene sentido desde esta perspectiva y este ejemplo de Jesús.

J. ALDAZABAL


ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9


Barcelona 1997. Págs. 221-226

martes, 25 de mayo de 2021

«Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos, primeros»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este martes de la octava semana del tiempo ordinario, ciclo B 

Dios nos bendice…

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Eclesiástico 35,1-15:


El que observa la ley hace una buena ofrenda, el que guarda los mandamientos ofrece sacrificio de acción de gracias; el que hace favores ofrenda flor de harina, el que da limosna ofrece sacrificio de alabanza. Apartarse del mal es agradable a Dios, apartarse de la injusticia es expiación. No te presentes a Dios con las manos vacías; esto es lo que pide la ley. La ofrenda del justo enriquece el altar, y su aroma llega hasta el Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado, su ofrenda memorial no se olvidará. Honra al Señor con generosidad y no seas mezquino en tus ofrendas; cuando ofreces, pon buena cara, y paga de buena gana los diezmos. Da al Altísimo como él te dio: generosamente, según tus posibilidades, porque el Señor sabe pagar y te dará siete veces más. No lo sobornes, porque no lo acepta, no confíes en sacrificios injustos; porque es un Dios justo, que no puede ser parcial.

Sal 49,5-6.7-8.14.23 R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios

Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.

«Escucha, pueblo mío, me voy a hablarte;
Israel, voy a dar testimonio contra ti;
yo, Dios, tu Dios.
No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.» R/.

«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,
cumple tus votos al Altísimo.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,28-31:

En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.»
Jesús dijo: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones–, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.»

II. Compartimos la Palabra

No te presentes a Dios con las manos vacías

Los que conocen bien la Biblia nos dicen que el libro del Eclesiástico es una gavilla de textos en los que se plasma lo mejor de la tradición judía de su tiempo como defensa frente a la helenización que amenazaba las esencias del pueblo elegido como tal. Su autor amasa el amor a la Ley con el amor a la sabiduría, y sus páginas rezuman pasión por el Templo y sus ritos. Nuestro texto es una excelente muestra de cómo el notable ritualista de su autor, adicto al culto por más señas, es al tiempo un delicado moralista que se manifiesta muy solícito de observar la Ley en todos sus extremos de justicia y cariada. Entiende el texto que practicar la Ley es de suyo un acto de culto; de ahí que nos desafíe a hacer en la vida diaria la síntesis personal entre lo que creemos y vivimos, entre lo que sentimos respecto a la divinidad y su plasmación tanto ritual como vivencial en el tiempo y espacio litúrgicos. Es como si ampliara el aforo del Templo a los parámetros del vital día a día, para que siempre que el fiel acudiera a Dios llevara bien colmada la mochila de actos y vivencias bien fecundados por la fuerza de la alianza con Yahvé, la Ley que los padres legaron a sus descendientes como signo de su predilección por parte de Dios. 

Lo hemos dejado todo y te hemos seguido

En el relato de Marcos Jesús de Nazaret está comunicando su mensaje acerca de lo difícil que lo tienen para entrar en el Reino los que centran su corazón en los recursos materiales, en la riqueza. A los discípulos no les entra en la cabeza que en la alternativa que diseña el Maestro se pueda uno desenvolver sin el respaldo de los bienes económicos. Y Pedro busca más precisión, implicando en su cuestión a todo el grupo de seguidores de Jesús, porque quiere conocer el alcance real de su entrega y solidaridad a favor del Reino de Dios. El Maestro afronta la cuestión ampliando su alcance a todo aquel que abandone todo para manifestar su adhesión y seguimiento a Él, para dedicarse así a la difusión de su mensaje. Jesús invita a aceptar el regalo del Reino con la actitud proclive al afecto y al compartir lo que uno es y tiene como seña de identidad cristiana, con el fin de desterrar la miseria deshumanizadora y de no dar pie a un desigual perfil de la comunidad, aunque todo este horizonte se cobre el peaje de la persecución y el descrédito. El Reino no admite rangos por definición desiguales y creadores no sólo de dependencia sino también de realidades nada fraternas. Cristo nos llama a una comunidad de amor y abundancia que pivote entre la fidelidad a su Palabra y la devoción efectiva al hermano, al margen de cómo en cada cultura seamos capaces de visualizar este mandado sus seguidores.

El padre de los sacerdotes del Oratorio, Felipe Neri, apunta con su perfil evangélico, trufado de fino sentido del humor y excelente hondura humana, al horizonte humanizador que nos ofrece el proyecto del Reino de Dios.

¿Le damos a nuestro culto la expresividad de nuestra vida diaria y la inquietud de nuestras preguntas y esperanzas?
¿Hasta qué punto el seguimiento del Maestro cuestiona nuestros estilos de vida personales y el de la institución eclesial?

Fr. Jesús Duque O.P.


Convento de San Jacinto (Sevilla)

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