¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, a la
manera de la lectio divina, en este martes de la 13ª semana del Tiempo Ordinario,
ciclo A.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: Mateo
8,23-27
Lectio
Martes, 30 de junio de 2020
1) Oración inicial
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de
la luz; concédenos vivir fuera de las tinieblas del error y permanecer siempre
en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor.
2) Lectura del Evangelio
Del Evangelio según Mateo 8,23-27
Subió a la barca y sus discípulos le siguieron. De pronto se levantó en el mar
una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas; pero él
estaba dormido. Acercándose ellos le despertaron diciendo: « ¡Señor, sálvanos,
que perecemos!» Díceles: « ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» Entonces
se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y
aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos
y el mar le obedecen?»
3) Reflexión
• Mateo escribe para las comunidades de judíos convertidos de los años
70 que se sentían como un barco perdido en el mar revuelto de la vida, sin
mucha esperanza de poder alcanzar el puerto deseado. Jesús parece que duerme en
el barco, porque ellos no veían ningún poder divino que los salvara de la
persecución. Mateo recoge diversos episodios de la vida de Jesús para ayudar
las comunidades a descubrir, en medio de la aparente ausencia, la acogedora y
poderosa presencia de Jesús vencedor, que domina el mar (Mt 8,23-27), que vence
y expulsa el poder del mal (Mt 9,28-34) y que tiene poder de perdonar los
pecados (Mt 9,1-8). Con otras palabras, Mateo quiere comunicar la esperanza y
sugerir que las comunidades no deben temer nada. Este es el motivo del relato
de la tormenta calmada del evangelio de hoy.
• Mateo 8,23: El punto de partida: entrar en el barco. Mateo sigue el
evangelio de Marcos, pero lo acorta y lo incluye en el nuevo esquema que él
adoptó. En Marcos, el día fue pesado por el mucho trabajo. Una vez terminado el
discurso de las parábolas (Mc 4,3-34), los discípulos llevan a Jesús al barco
y, de tan cansado que está, Jesús se duerme encima de una travesera (Mc 4,38).
El texto de Mateo es mucho más breve. Solamente dice que Jesús entra en el
barco, y los discípulos lo acompañan. Jesús es el Maestro, los discípulos
siguen al maestro.
• Mateo 8,24-25: La situación es desesperada: “! Estamos a punto de
perecer!” El lago da Galilea está cerca de altas montañas. A veces, por los
resquicios de las rocas, el viento sopla fuerte sobre el lago produciendo
repentinas tormentas. Viento fuerte, mar agitado, barco lleno de agua. Los
discípulos eran pescadores experimentados. Si ellos piensan que están a punto
de hundirse, quiere decir que la situación es peligrosa. Pero Jesús no parece
darse cuenta, y sigue durmiendo. Ellos gritan: “Señor, ¡sálvanos! Que estamos
pereciendo". En Mateo, el sueño profundo de Jesús no es sólo señal de
cansancio, es también expresión de confianza tranquila de Jesús en Dios. ¡El
contraste entre la actitud de Jesús y de los discípulos es grande!
• Mateo 8,26: La reacción de Jesús: “¿Por qué tenéis miedo?” Jesús se
despierta, no por las olas, sino por el grito desesperado de los discípulos. Se
dirige a ellos y dice: “¿Por qué tenéis miedo? ¡Hombres de poca fe!” Luego, él
se levanta, amenaza los vientos y el mar, y todo queda en calma. La impresión
que se tiene es que no era necesario aplacar el mar, pues no había ningún
peligro. Es como cuando uno llega a casa de un amigo, y el perro, al lado del
dueño de la casa, empieza a ladrar al visitante. Pero no es necesario tener
miedo, porque el dueño está presente y controla la situación. El episodio de la
tormenta calmada evoca el éxodo, cuando la multitud, sin miedo, atravesó las
aguas del mar (Ex 14,22). Jesús rehace el éxodo. Evoca al profeta Isaías, que
decía al pueblo: “Cuando atravieses las aguas, ¡yo estaré contigo!” (Is 43,2).
Por fin, el episodio de la tormenta calmada evoca la profecía anunciada en el
Salmo 107:
Los que viajaron en barco por el mar,
para traficar por las aguas inmensas,
contemplaron las obras del Señor,
sus maravillas en el océano profundo.
Con su palabra desató un vendaval,
que encrespaba las olas del océano:
ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo,
se sentían desfallecer por el mareo,
se tambaleaban dando tumbos como ebrios,
y su pericia no les valía de nada.
Pero en la angustia invocaron al Señor,
y él los libró de sus tribulaciones:
cambió el huracán en una brisa suave
y se aplacaron las olas del mar;
entonces se alegraron de aquella calma,
y el Señor los condujo al puerto deseado.
(Sal 107,23-30)
para traficar por las aguas inmensas,
contemplaron las obras del Señor,
sus maravillas en el océano profundo.
Con su palabra desató un vendaval,
que encrespaba las olas del océano:
ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo,
se sentían desfallecer por el mareo,
se tambaleaban dando tumbos como ebrios,
y su pericia no les valía de nada.
Pero en la angustia invocaron al Señor,
y él los libró de sus tribulaciones:
cambió el huracán en una brisa suave
y se aplacaron las olas del mar;
entonces se alegraron de aquella calma,
y el Señor los condujo al puerto deseado.
(Sal 107,23-30)
• Mateo 8,27: El miedo de los discípulos: “¿Quién es este hombre?”
Jesús preguntó: “¿Por qué tenéis miedo?” Los discípulos no saben qué responder.
Admirados, se preguntan: “¿Quién es éste, a quien hasta los vientos y el mar
obedecen?” A pesar de haber vivido tanto tiempo con Jesús, no saben todavía
quién es. ¡Jesús sigue siendo un extraño para ellos! ¿Quién es éste?
• ¿Quién es éste? ¿Quién es Jesús para nosotros, para mí? Esta debe ser
la pregunta que nos lleva a continuar la lectura del Evangelio, todos los días,
con el deseo de conocer más y más el significado y el alcance de la persona de
Jesús para nuestra vida. De esta pregunta nace la Cristología. No nació de
altas consideraciones teológicas, sino del deseo que los primeros cristianos
tenían de encontrar siempre nuevos nombres y títulos para expresar lo que Jesús
significaba para ellos. Son decenas y decenas los nombres, los títulos y los
atributos, desde carpintero hasta hijo de Dios, que Jesús recibe: Mesías,
Cristo, Señor, Hijo amado, Santo de Dios, Nazareno, Hijo del Hombre, Esposo,
Hijo de Dios, Hijo del Dios altísimo, Hijo de María, carpintero, Profeta,
Maestro, Hijo de David, Rabuni, Bendito el que viene en el nombre del Señor,
Hijo, Pastor, Pan de vida, Resurrección, Luz del mundo, Camino, Verdad, Vida,
Rey de los judíos, Rey de Israel, etc., etc. Cada nombre, cada imagen es un
intento para expresar lo que Jesús significaba para ellos. Pero un nombre, por
muy bonito que sea, nunca llega a revelar el misterio de una persona, mucho
menos de la persona de Jesús. Jesús no cabe en ninguno de estos nombres, en
ningún esquema, en ningún título. El es mayor que todo, supera todo. No puede
ser enmarcado. El amor capta, la cabeza ¡no! Es a partir de la experiencia viva
del amor, que los nombres, los títulos y las imágenes reciben su pleno sentido.
Al final, ¿quién es Jesús para mí, para nosotros?
4) Para la reflexión personal
• ¿Cuál era el mar agitado en el tiempo de Jesús? ¿Cuál era el mar
agitado en la época en que Mateo escribió su evangelio? ¿Cuál es hoy el mar
agitado para nosotros? Alguna vez, ¿las aguas agitadas de la vida han amenazado
con ahogarte? ¿Qué te salvó?
• ¿Quién es Jesús para mí? ¿Cuál es el nombre de Jesús que mejor expresa mi fe
y mi amor?
5) Oración final
Una edad a otra encomiará tus obras,
pregonará tus hechos portentosos.
El esplendor, la gloria de tu majestad,
el relato de tus maravillas recitaré. (Sal 145,4-5)
pregonará tus hechos portentosos.
El esplendor, la gloria de tu majestad,
el relato de tus maravillas recitaré. (Sal 145,4-5)
Orden de los Carmelitas
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