¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en
este viernes de la 33ª semana del Tiempo Ordinario, ciclo C.
Dios nos bendice...
Lectio
Divina: Lucas 19,45-48
Lectio
Viernes,
22 Noviembre , 2019
Tiempo Ordinario
1)
Oración inicial
Señor,
Dios nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en
servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero. Por
nuestro Señor.
2)
Lectura
Del
santo Evangelio según Lucas 19,45-48
Jesús entró en el Templo y comenzó a echar fuera a los
que vendían, diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero
vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»
Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban modo de hacerlo, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.
Enseñaba todos los días en el Templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y también los notables del pueblo buscaban matarle, pero no encontraban modo de hacerlo, porque todo el pueblo le oía pendiente de sus labios.
3)
Reflexión
•
El contexto. Tras describir la subida de Jesús a Jerusalén (17,11-19,28), Lucas
lo presenta ahora realizando su acción en el contexto del templo. Después de la
entrada del enviado del Señor a Jerusalén pasando por la puerta de oriente
(19,45), el templo es el primer lugar en que Jesús lleva a cabo su acción: las
controversias que se narran tienen lugar en este sitio y a él hacen referencia.
La subida de Jesús al templo no es sólo una acción personal sino que afecta también
a la “multitud de los discípulos” (v.37) en su relación con Dios (vv.31-34).
Lucas narra ante todo un primer episodio en el que presenta los preparativos de
la entrada de Jesús en el templo (vv.29-36) y su realización (vv.37-40); sigue
después una escena en la que se presenta a Jesús llorando sobre la ciudad
(vv.41-44), mientras que en la siguiente encontramos la narración de nuestro
pasaje de hoy: su presencia en el templo y la expulsión de los vendedores
(vv.45-48).
•
El gesto de Jesús. No tiene un valor político, sino una significación
profética. Parecerá al lector que la meta del gran viaje de Jesús a Jerusalén
es su ingreso en el templo. Es evidente la referencia a la profecía de
Malaquías y su cumplimiento con la entrada de Jesús en el templo: “Y enseguida
vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis…” (3.1). Jesús une al
gesto de expulsar del templo a los vendedores dos referencia a la Escritura:
Ante todo Is 56, 7: “Mi casa será casa de oración”. El templo es el lugar en el
que Jesús se dirige al Padre. La actividad comercial y especulativa ha
convertido el templo en una cueva de ladrones y lo ha desprovisto de su única y
exclusiva misión: el encuentro con la presencia de Dios. La segunda referencia
a la Escritura está tomada de Jr 7,11: “¿En cueva de bandoleros se ha
convertido a vuestros ojos esta Casa que se llama por mi Nombre?”.
La
imagen de cueva de ladrones le sirve a Jesús para condenar el tráfico material
en sentido amplio y no sólo los tráficos deshonestos que de manera velada e
ilegal se cometían en el templo. Jesús exige un cambio de rumbo: purificar el
templo de todas aquellas negatividades humanas y conducirlo a su función
originaria: rendir verdadero servicio a Dios. Expulsando a estos impostores del
comercio se cumple la profecía de Zacarías: “Y no habrá más comerciante en la
Casa de Yahvé Sebaot aquel día” (14,21). Al pronunciarse así Jesús sobre el
templo, no se refiere a una restauración de la pureza del culto, como era la
intención de los zelotas. La intención de Jesús va más allá de la pureza del
culto, es más radical, es intransigente: el templo no es una obra realizada por
el esfuerzo humano; la presencia de Dios no está ligada a su aspecto material;
el autentico servicio a Dios lo realiza Jesús en su enseñanza. Con motivo de
esta predicación “los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo
buscaban matarlo” (v.47). En los límites temporales del espacio del templo,
Jesús lleva a cabo una enseñanza altamente significativa, es más, es justamente
en este lugar tan fundamental para los judíos donde su enseñanza alcanza el
vértice, y será desde aquí desde donde partirá la palabra de los apóstoles (Hch
5,12.20.25.42).
La
difusión de la Palabra de gracia de la que Jesús es el único portador se abre
como un arco que tiene su inicio cuando con doce años discute entre los
Doctores de la ley en el templo; continúa con su enseñanza mientras atraviesa
Galilea y durante el camino hacia Jerusalén; y se completa con la entrada en el
templo donde toma posesión de la casa de Dios. En este lugar se echan los
fundamentos para la futura misión de la Iglesia: la difusión de la palabra de
Dios. Los principales del pueblo no pretenden suprimir a Jesús por haber
destruido los negocios económicos del templo, sino que sus motivos alcanzan a
toda su anterior actividad docente y se hacen patentes ante el discurso contra
el templo. Jesús reivindica algo que desencadena la reacción de los sumos
sacerdotes y de los escribas. En contraste con esta actitud hostil aparece la
actitud del pueblo “que le oía pendiente de sus labios”. Jesús es visto como el
mesías que, con su Palabra de gracia, reúne en torno a él al pueblo de Dios.
4)
Pare el examen personal
•
Tu oración al Señor ¿consiste en una relación sencilla de padre a hijo como
fuerza para comunicarte con Dios, o más bien está recubierta de costumbres y
prácticas con la pretensión de conseguir su benevolencia?
• Al escuchar la palabra de Jesús, ¿te sientes cogido por su enseñanza como la multitud que estaba pendiente de sus labios? Es decir, ¿prestas la debida atención a la escucha del Evangelio para unirte a Cristo?
• Al escuchar la palabra de Jesús, ¿te sientes cogido por su enseñanza como la multitud que estaba pendiente de sus labios? Es decir, ¿prestas la debida atención a la escucha del Evangelio para unirte a Cristo?
5) Oración final
Considero un bien la ley de tu boca,
más que miles de monedas de oro y de plata.
¡Qué dulce me sabe tu promesa,
más que la miel a mi boca! (Sal 119,72.103)
más que miles de monedas de oro y de plata.
¡Qué dulce me sabe tu promesa,
más que la miel a mi boca! (Sal 119,72.103)
Orden
de los Carmelitas
No hay comentarios:
Publicar un comentario