¡Amor y paz!
Los invito,
hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en esta Solemnidad de Todos los
Santos.
Dios nos bendice...
Lectio Divina: Todos los Santos
Lectio
Viernes, 1 Noviembre
, 2019
Las
Bienaventuranzas
Mateo
5,1-12
1. Escucha del
texto
a)
Oración inicial:
¡Oh, Señor!, buscar tu
Palabra, que nos lleva al encuentro con Cristo, es todo el sentido de nuestra
vida. Haznos capaces de acoger la novedad del evangelio de las
Bienaventuranzas, que así es como mi vida puede cambiar.
De ti, Señor, no podría saber
nada, si no existiese la luz de la Palabra de tu Hijo Jesús, venido, para
“contarnos” tus maravillas. Cuando soy débil, apoyándome en Él, Verbo de Dios,
me hago fuerte. Cuando me comporto como un ignorante, la sabiduría de su
evangelio me restituye el gusto de Dios, la suavidad de su amor. Y me guía por
los senderos de la vida. Cuando aparece en mí cualquier deformidad,
reflexionando en su Palabra, la imagen de mi personalidad se hace bella. Cuando
la soledad me tienta para dejarme sin vigor, uniéndome a Él en matrimonio
espiritual mi vida llega a ser fecunda. Y cuando me hallo en cualquier tristeza
o infelicidad, el pensar en Él como m i único bien, me abre el sentido del gozo. Un texto que resume
fuertemente el deseo de la santidad, como búsqueda intensa de Dios y escucha de
los hermanos, es el de Teresa del Niño Jesús: “Si tú eres nada, no olvides que
Jesús lo es todo. Debes por tanto perder tu poca nada, en su infinito todo y no
pensar nada más que en este todo totalmente amable…” (Cartas, 87, a María
Guerin)
b)
Lectura del evangelio:
1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó,
y sus discípulos se le acercaron. 2 Y, tomando la
palabra, les enseñaba diciendo:
3 «Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el
Reino de los Cielos.
4 Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán
en herencia la tierra.
5 Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán
consolados.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
la justicia,
porque ellos serán
saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos
alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a
Dios.
9 Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la
justicia,
porque de ellos es el
Reino de los Cielos.
11 Bienaventurados seréis cuando os injurien y os
persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi
causa. 12Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será
grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas
anteriores a vosotros.
c)
Momentos de silencio orante:
Para ser alcanzados
por la Palabra de Cristo y para que la Palabra, hecha carne, que es Cristo,
pueda habitar en nuestros corazones y nos podamos unir a ella, es necesario que
se haya escuchado en silencio profundo. Sólo en los corazones silenciosos la Palabra
de Dios puede nacer también en esta Solemnidad de los Santos y, también hoy,
tomar carne.
2. La Palabra se
ilumina (lectio)
a) Contexto:
La Palabra de Jesús
sobre las Bienaventuranzas que Mateo recoge de sus fuentes, estaba condensada
en breves y aisladas frases y el evangelista las ha colocado dentro de un
discurso de más amplio respiro; es lo que los peritos de la Biblia
llaman “ discurso de la montaña” (capítulos 5-7). Tal discurso viene
considerado como el Estatuto o la Carta Magna que Jesús ha
confiado a su comunidad como palabra normativa y vinculante para definirse
cristiana.
Los varios temas de la
palabra de Jesús contenidos en este largo discurso no son una suma o aglomerado
de exhortaciones, sino más bien indican con claridad y radicalidad cual debe
ser la nueva actitud que hay que tener con Dios, con nosotros mismos y con
nuestros hermanos. Algunas expresiones de esta enseñanza de Jesús pueden
aparecer exageradas, pero son utilizadas para dar una imagen más viva de la
realidad y por tanto realista en el contenido, aunque no en la forma literaria:
por ejemplo en los vv. 29-30: “Si tu ojo derecho te es ocasión de
escándalo, sácatelo y arrójalo fuera de ti: es mejor que perezca uno de tus
miembros, que todo el cuerpo sea arrojado a la Gehenna. Y si tu mano derecha te
es ocasión de escándalo, córtatela y arrójala lejos de ti; es mejor que perezca
uno de tus miembros, que todo el cuerpo termine en la Gehenna”. Tal modo de
expresarse es para indicar el efecto que se quiere crear en el lector, el cual
debe entender rectamente la palabra de Jesús para no trastocar el sentido.
Nuestra atención por
exigencias litúrgicas se detiene en la primera parte del “discurso de la
montaña”, aquella precisamente que se abre con la proclamación de las
bienaventuranzas (Mt 5,1-12)
b)
Algunos particulares:
Mateo prepara al
lector a escuchar las bienaventuranzas pronunciadas por Jesús con una rica
concentración de detalles particulares. Ante todo se indica el lugar en el cual
Jesús pronuncia su discurso: “Jesús subió al monte” (5,1). Por este
motivo los exegetas lo definen como el “sermón del monte” a
diferencia de Lucas que lo inserta en el contexto de un lugar llano (Lc
6,20-26). La indicación geográfica “del monte” podría aludir
veladamente a un episodio del AT muy semejante al nuestro: es cuando Moisés
promulga el decálogo sobre el Monte Sinaí. No se excluye que Mateo intente
presentar la figura Jesús, nuevo Moisés, que promulga la ley nueva.
Otro particular que
nos llama la atención es la posición física con la que Jesús pronuncia sus
palabras: “se sentó”. Tal postura confiere a su persona una nota de
autoridad en el momento de legislar. Lo rodean los discípulos y las
“muchedumbres”: este particular intenta demostrar que Jesús al pronunciar tales
palabras se ha dirigido a todos y que se deben considerar actuales para todo el
que escucha. Hay que notar que el discurso de Jesús no presenta detalles de
formas de vida imposibles, o que están dirigidas a un grupo de personas
especiales o particulares, ni intenta fundar una ética exclusivamente para el
interior. Las exigentes propuestas de Jesús son concretas, comprometidas y
decididamente radicales.
Alguien ha
estigmatizado así el discurso de Jesús: “Para mí, el texto más importante
de la historia humana. Se dirige a todos, creyentes o no, y permanece después
de veinte siglos, como la única luz que brilla todavía en las tinieblas de la
violencia, del miedo, de la soledad en la que ha sido arrojado el Occidente por
su propio orgullo y egoísmo” (Gilbert Cesbron)
El término “beati” (en
griego makarioi) en nuestro contexto no expresa un leguaje “plano” sino un
verdadero y preciso grito de felicidad, difundidísimo en el mundo de la Biblia.
En el AT, por ejemplo, se definen personas “felices” a aquellos que
viven las indicaciones de la Sabiduría (Sir 25,7-10). El orante de los Salmos
define “feliz” a quien teme, o más precisamente , a quien ama al
Señor, expresándolo en la observancia de las indicaciones contenidas en la
Palabra de Dios (Sal 1,1; 128,1).
La originalidad de
Mateo consiste en la unión de una frase secundaria que especifica cada
bienaventuranza: por ejemplo, la afirmación principal “bienaventurados los
pobres de espíritu” se ilustra con una frase añadida “porque de ellos
es el reino de los cielos”. Otra diferencia respecto al AT: la de Jesús
anuncian una felicidad que salva en el presente y sin limitaciones. Además,
para Jesús, todos pueden acceder a la felicidad, a condición de que se esté
unido a Él.
c)
Las tres primeras bienaventuranzas
i) El primer
grito va dirigido a los pobres: “Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos”. El lector queda desorientado:
¿cómo es posible que los pobres puedan ser felices? El pobre en la Biblia es aquel
que se vacía de si mismo y sobre todo renuncia a la presunción de construir su
presente y futuro de modo autónomo, para dejar, por el contrario, más espacio y
atención al proyecto de Dios y a su Palabra. El pobre, siempre en sentido
bíblico, no es un hombre cerrado en sí mismo, miserable, sino que nutre una
apertura a Dios y a los demás. Dios representa toda su riqueza. Podríamos decir
con Santa Teresa de Ávila: felices son los que hacen la experiencia del “¡Sólo
Dios basta!”, en el sentido de que son ricos de Dios.
Un gran autor
espiritual de nuestro tiempo ha descrito así el sentido verdadero de la
pobreza: “ Hasta que el hombre no vacía su corazón, Dios no puede
rellenarlo de sí. En cuanto y en la medida que de todo vacíe su corazón, el
Señor lo llena. La pobreza es el vacío, no sólo en lo referente al futuro, sino
también en lo que se refiere al pasado. Ningún lamento o recuerdo, ninguna
ansia o deseo. Dios no está en el pasado. Dios no está en el futuro. ¡Él es la
presencia! Deja a Dios tu pasado, deja a Dios tu futuro. Tu pobreza es vivir en
el acto que vives, la presencia pura de Dios que es la Eternidad” (Divo
Barsotti)
Es la primera
bienaventuranza, no sólo porque da inicio a la serie, sino porque parece
condensar las variedades específicas de las otras.
ii) ”Bienaventurados
los mansos porque poseerán la tierra”. La segunda bienaventuranza se
refiere a la mansedumbre. Una actitud, hoy, poco popular. Incluso para muchos
tiene una connotación negativa y se entiende como debilidad o por aquella imperturbabilidad
de quien sabe controlar por cálculo la propia emotividad. ¿Cuál es el
significado de “mansos” en la Biblia? Los mansos se perfilan como personas que
gozan de una gran paz (Salmo 37,10), son considerados como felices, benditos,
amados por Dios. Y al mismo tiempo son contrapuestos a los malvados, impíos, a
los pecadores. De aquí que el AT presenta una riqueza de significados que no
nos permiten una definición unívoca.
En el NT el primer
texto que encontramos es Mt 11,29: “Aprended de mí que soy manso y humilde
de corazón”. Un segundo texto está en Mt 21,5. Mateo cuando quiere narrar
la entrada de Jesús en Jerusalén, cita la profecía de Zacarías 9,9: “He
aquí que tu siervo viene a ti manso” En verdad, el evangelio de Mateo
pudiera ser definido el evangelio de la mansedumbre.
También Pablo recuerda
la mansedumbre como una actitud específica del ser cristiano. En 2 Corintios
10,1 exhorta a los creyentes “por la benignidad y mansedumbre de
Cristo”. En Gálatas 5,22 la mansedumbre es considerada un fruto del
Espíritu Santo en el corazón de los creyentes y consiste en ser mansos,
moderados, lentos para herir, dulces, pacientes con los demás. Y todavía en
Efesios 4,32 y Colosenses 3,12 la mansedumbre es un comportamiento que deriva
de ser cristiano y es una señal que caracteriza al hombre nuevo de Cristo.
Y finalmente, una
indicación elocuente nos viene de la 1 Pedro 3,3-4: “ Vuestro ornato no ha
de ser el exterior, cabellos rizados, ataviados con collares de oro o la
compostura de los vestidos, tratad más bien de adornar el interior de vuestro
corazón con un espíritu incorruptible lleno de mansedumbre y de paz que es lo
precioso delante de Dios”.
En el discurso de
Jesús ¿qué significado tiene el término “mansos”? Verdaderamente iluminadora es
la definición del hombre manso que nos ofrece el Card. Carlo Maria
Martín: “ El hombre manso según las bienaventuranzas es aquel que, a pesar
del ardor de sus sentimientos, permanece dúctil y libre, no posesivo,
internamente libre, siempre sumamente respetuoso del misterio de la libertad,
imitador en esto de Dios, que hace todo en el sumo respeto por el hombre, y
mueve al hombre a la obediencia y al amor sin usar jamás la violencia. La
mansedumbre se opone así a toda forma de prepotencia material y moral, es la
victoria de la paz sobre la guerra, del diálogo sobre el atropello”.
A esta sabia
interpretación se añade la de otro ilustre exegeta: “La mansedumbre de la que
habla las bienaventuranzas no es otra cosa que aquel aspecto de humildad que se
manifiesta en la afabilidad puesta en acto en las relaciones con el prójimo.
Tal mansedumbre encuentra su ilustración y su perfecto modelo en la persona de
Jesús, manso y humilde de corazón. En el fondo nos aparece como una forma de
caridad, paciente y delicadamente atenta para con los demás”. (Jacques Dupont)
iii) “Bienaventurados
los que lloran porque ellos serán consolados”. Se puede llorar por un gran
dolor o sufrimiento. Tal estado de ánimo subraya que se trata de una situación
grave, aunque no se indiquen los motivos para identificar la causa. Queriendo
identificar hoy la identidad de estos “afligidos” se podría pensar en todos los
cristianos que desean con vehemencia la llegada del Reino y sufren por tantas
cosas negativas en la Iglesia; al contrario de preocuparse de la santidad, la
Iglesia presenta divisiones y heridas. Pueden ser también aquellos que están
afligidos por sus propios pecados e inconsistencias y que, en algún modo,
vuelven al camino de la conversión. A estas personas sólo Dios puede llevarles
la novedad de la “consolación”.
3. La palabra me
ilumina (para meditar)
a) ¿Sé aceptar
aquellos pequeños signos de pobreza que a mí me suceden? Por ejemplo, ¿ la
pobreza de la salud, las pequeñas indisposiciones? ¿Tengo grandes pretensiones?
b) ¿Sé aceptar
cualquier aspecto de mi pobreza y fragilidad?
c) ¿Sé rezar como un
pobre, como uno que pide con humildad la gracia de Dios, su perdón, su
misericordia?
d) Inspirado por el
mensaje de Jesús sobre la mansedumbre ¿sé renunciar a la violencia, a la
venganza, al espíritu de revancha?
e) ¿Sé cultivar, en
familia y en mi puesto de trabajo, un espíritu de dulzura, de mansedumbre y de
paz?
f) ¿Respondo con el
mal a las pequeñas ofensas, a las insinuaciones, a las alusiones ofensivas?
g) ¿Sé estar atento
con los débiles, que son incapaces de defenderse? ¿Soy paciente con los
ancianos? ¿Acogedor con los extranjeros, los cuales a menudo son explotados en
su trabajo?
4. Para orar
a)
Salmo 23:
El salmo parece rotar
en torno a un título “El Señor es mi pastor”. Los santos son imágenes del
rebaño en camino: ellos están acompañados por la bondad de Dios, hasta que
lleguen definitivamente a la casa del Padre (P. Alonso Schökel, Los
salmos de la confianza, Dehoniana libri, Bolonia 2006, 54)
El Señor es mi pastor,
nada me falta.
En verdes pastos me
hace reposar.
Me conduce a fuentes
tranquilas,
allí reparo mis
fuerzas.
Me guía por cañadas
seguras
haciendo honor a su
nombre.
Aunque fuese por valle
tenebroso,
ningún mal temería,
pues tú vienes
conmigo;
tu vara y tu cayado me
sosiegan.
Preparas ante mí una
mesa,
a la vista de mis
enemigos;
perfumas mi cabeza,
mi copa rebosa.
Bondad y amor me
acompañarán
todos los días de mi
vida,
y habitaré en la casa
del Señor
un sinfín de días.
b)
Oración final:
Señor Jesús, tú nos
indica la senda de las bienaventuranzas para llegar a aquella felicidad que es
plenitud de vida y de santidad. Todos estamos llamados a la santidad, pero el
tesoro para los santos es sólo Dios. Tu Palabra Señor, llama santos a todos aquellos
que en el bautismo han sido escogidos por tu amor de Padre, para ser conformes
a Cristo. Haz, Señor, que por tu gracia sepamos realizar esta conformidad con
Cristo Jesús. Te damos gracias, Señor, por tus santos que has puesto en nuestro
camino, manifestación de tu amor. Te pedimos perdón porque hemos desfigurados
en nosotros tu rostro y renegado nuestra llamada a ser santos.
Orden de los Carmelitas
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