¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este viernes en que
celebramos la fiesta de San Andrés, apóstol.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: SAN
ANDRÉS APÓSTOL
Lectio:
Viernes, 30 noviembre,
2018
(Mateo 4, 18-22)
El llamado de Andrés
y de su hermano;
los primeros discípulos pescadores de hombres.
los primeros discípulos pescadores de hombres.
ORACIÓN
Oh Padre, que has llamado
a san Andrés de las redes del mundo a la pesca maravillosa en el anuncio del
Evangelio; has que también nosotros podamos gustar siempre más de la dulzura de
tu paternidad, especialmente en el sentirnos amados como hijos tuyos; que
seamos abiertos a Ti con una fe plena toda nuestra vida, para así permitir ser
alcanzados y ser transformados por la mirada y la palabra de tu Hijo amado,
nuestro Señor Jesús; ya que juntos con Él, deseamos llevar la alegre noticia de
tu amor misericordioso a tantos hermanos y hermanas, el cual hace, que nuestra
vida sea más bella.
Por Jesucristo, Nuestro
Señor. Amén.
LECTURA
Del santo Evangelio
según san Mateo (4, 18-22)
18 Mientras Jesús caminaba a orillas del mar de
Galilea, vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés.
Eran pescadores y estaban echando la red al mar. 19 Jesús
los llamó: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.» 20 Al
instante dejaron las redes y lo siguieron. 21Más adelante vio a
otros dos hermanos: Santiago, hijo de Zebedeo, con su hermano Juan; estaban con
su padre en la barca arreglando las redes. Jesús los llamó, 22 y
en seguida ellos dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
MEDITACIÓN
* “Caminaba a orillas del
mar de Galilea”. Jesús ha salido apenas del desierto, después de cuarenta días
de gran soledad y de lucha contra el diablo (cf. Mt 4, 1-11). Él ha salido
victorioso; seguro del amor de su Padre y ha venido a Galilea; una tierra lejana
y despreciada; una tierra fronteriza y de paganos; solo portando consigo mismo
su gran luz y su salvación (cf. Mt 4, 12-16). Y aquí, Él ha iniciado a
proclamar su mensaje de alegría y de liberación: “¡El Reino de los Cielos
está ahora cerca! (cf. Mt 4, 17). No hay más soledad; ni desierto agobiante; no
hay ausencia porque el Señor Jesucristo ha descendido sobre nuestra tierra; la
Galilea de los gentiles: en efecto, Él está cercano; Él es Dios-con-nosotros.
Él no está lejano. No se ha quedado ahí parado y escondido, porque Él mismo
“camina”; pasea a orillas del mar; a lo largo de los costados de nuestras vidas
pobres y de hecho aún más allá de nuestros horizontes. La Galilea, que
significa “anillo”: y cuya interpretación nos dice que Él, Jesús, el Amor,
viene a desposarse; a unirse para siempre con Él. Ahora, solo nos resta
acogerlo mientras camina sobre la orilla del mar. Aún en la distancia, Él ya
nos ve, y esto lo sabemos…
* El verbo “ver”, se
repite dos veces, primeramente, al referirse a Andrés y a su hermano, después a
Santiago y a Juan; este “ver” porta consigo mismo toda la fuerza y la
intensidad de una mirada proveniente del corazón, de lo más íntimo. Y es
en esta manera, como el Señor nos ve: nos lee a profundidad; con una detenida
atención amorosa hojea paso a paso las páginas de nuestras vidas; conoce cada
cosa de nosotros y todo lo ama.
* No es del nada raro que
Mateo utilice muchas veces un vocabulario familiar para narrar este episodio
acerca de la vocación y del encuentro con el Señor Jesús. Ya que también,
encontramos cuatro veces la palabra “hermano”, y dos veces la palabra “padre”.
Somos llevados a casa; a nuestro principio de vida; allá donde de igual forma
nos redescubrimos que somos hijos y hermanos. Jesús entra dentro de esta
realidad nuestra y lo hace en una manera más humana; más nuestra; más
cotidiana; entra en la carne; en el corazón; en toda la vida y viene a
rescatarnos para hacernos nacer de nuevo.
* “Sígueme” y “ven”: son
sus palabras sencillas y claras; Él nos pide situarnos en el camino; movernos
de la misma forma que Él. ¡Es agradable sentirse despertar por esta voz suya!
La cual es más fuerte y alcanzable; más dulce qué la voz de las aguas del mismo
mar y del mundo, que a veces tienden a ser ruidosas y confusas. En cambio,
cuando Él habla, lo hace al corazón, todo se convierte en una gran paz y todo
vuelve a la calma. Y después, nos muestra también la ruta, nos señala el camino
por hacer y a seguir y no nos deja perdernos: “Detrás de mí”, dice el Señor.
Solo basta recibir la invitación; solo basta en aceptar que sea Él, para qué
saber más; solo debemos seguirlo, pues Él nos mostrará el camino.
* “dejaron las redes y lo
siguieron”. Los dos hermanos, los dos primeros llamados, el de Pedro y el de
Andrés, llegan a ser para nosotros un ejemplo clarísimo, valiente y convincente
al inicio de este camino. Ellos nos enseñan las cosas que hay que hacer, los
movimientos y la elección. “Dejar” y “seguir” llegan a ser los verbos claves y
las palabras escritas en el corazón. Lo son porque quizás frecuentemente pueda
que ocurra el tener que considerar dichas iniciativas en el interior de
nuestras vidas; en lo secreto del alma; allí donde solo nosotros podemos ver.
Allí en donde solo el Señor es testigo de que incluso para nosotros, se cumplen
estas dos maravillosas palabras del Evangelio, que son tan vivas y fuertes, y
que te cambian la vida.
* “En seguida”. Por dos
ocasiones, Mateo nos hace ver la prontitud de los discípulos en la acogida de
la invitación del Señor, que pasa; al igual que en Su mirada y en su voz
dirigida hacia ellos. Ellos no ponen obstáculos; no dudan; no tienen miedo;
solo se fían ciegamente a Él; respondiendo en seguida y diciendo si, a aquel
Amor.
Además, Mateo nos hace
recorrer delante a nuestros ojos todos los elementos que vivifican aquella
escena a la orilla del mar: como por ejemplo, las redes; la barca; el
padre…todo se escurre en el fondo; todo pasa a segundo plano y todo se deja a
un lado. Solo permanece el Señor, que va adelante y, detrás de Él, aquellos
cuatro hombres nuevos, que llevan nuestro nombre y la historia, que Dios ha
escrito para nosotros.
ALGUNAS PREGUNTAS
* El panorama de esta
narración del Evangelio y por tanto la perspectiva de la gracia del Señor,
que todavía hoy actúa en nosotros; es como la del mar de Galilea; un mar
textual que tiene un nombre y su geografía y que me llevan a considerar preguntas
como: ¿Puedo en este momento ante la Palabra de Dios, dar una cara precisa al
horizonte de mi vida? ¿Tengo la paz interior para dejar al descubierto ante los
ojos de Cristo, mi vida tal como si fuese yo el mar, la Galilea? ¿Tengo, quizás
miedo de las aguas que portan mi corazón, como si mi mar fuese amenazador,
oscuro o enemigo? ¿Puedo dejar al Señor caminar a lo largo de mi costado?
¿Puedo dejarme verme yo también como Andrés, como Simón, Santiago o Juan en
este relato?
* ¿Y si guardo silencio en
este momento? ¿Y si permito realmente, a que pase Jesús y se acerque a mí,
hasta dejar su huella de amor y de amistad sobre mi pobre arena? ¿Tengo aún y
después el valor de dejarme alcanzar por su mirada llena de luz? ¿O continuo ha
esconderme un poco más, a empañar y disfrazar cualquier parte de mí, que yo
mismo no deseo ver o aceptar?
Y todavía: ¿dejo que Él me
hable; que me diga, quizás por primera vez: “sígueme”? ¿O prefiero continuar
escuchando solo el rumor del mar y de sus olas invasoras y devastadoras?
* Este Evangelio me habla
en una manera muy fuerte acerca de la compañía de los hermanos; me habla de mí
ser como hijo; pone al descubierto la parte más profunda del corazón y entra en
lo más íntimo de mi hogar. ¿Tal vez, puede ser que este sea propiamente el lugar
en donde hay más dolor para mí y en donde no me siento comprendido, escuchado y
amado como yo quisiera? ¿Por qué el Señor pone du dedo en mi herida? Hermanos,
padre, madre, compañeros…Jesús es todo esto para mí y Él es aún más. ¿Lo
entiendo verdaderamente yo en esta manera? ¿Hay un espacio para Él en mi hogar?
¿Cómo es mi relación con Él? ¿Mi relación con Él es como de hermano, como de
amigo o como de hijo? ¿O acaso lo conozco de una manera lejana, superficial o
como un escape?
* Me parece muy claro en
este pasaje, que el Señor hace grandes cosas en la vida de los discípulos: “Los
haré pescadores de hombres”, les dice a ellos. ¿Cómo reacciono ante a este
descubrimiento? ¿Deseo también yo el dejarme ser tocado por Él en un modo
verdadero, real? ¿Deseo permitirme cambiar mi estilo de vida? ¿Deseo ponerme en
camino con Él hacia una nueva aventura; a buscar hermanos y hermanas que han
tenido la necesidad de encontrarlo? ¿Deseo conocerlo? ¿Deseo sentirme amado o
amada de su Amor infinito? ¿Puedo ser pescador de hombres como Andrés y sus
hermanos?
* Por ahora, solo falta
una cosa: la decisión, la opción de seguir al Señor, de caminar detrás de Él.
¿Todavía, intento detenerme un momento más? ¿Qué cosa debo dejar hoy para dar
este paso importante? ¿Qué es lo que me frena, me esconde, que no me permite
moverme? ¿Qué pesar tengo en el corazón, en el alma? ¿Quizás hay en mí la
necesidad de confesarme, de abrir el corazón? ¿Porto ahora dentro en forma
escrita el mensaje de Su mirada que Él ha puesto en mí; Su palabra, qué es más
fuerte que el rumor del mar? ¡No puedo fingir que nada ha pasado! ¡El Señor ha
pasado y ha dejado una señal! Yo no soy más como aquel de primero…quiero decir
sí, como Andrea. Amén.
Oración Final
Tu palabra es una
lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino.
Del Salmo 119
¿Cómo un joven llevará una
vida honesta?
Cumpliendo tus palabras.
Yo te busco de todo corazón:
No permitas que me aparte de tus mandamientos.
Cumpliendo tus palabras.
Yo te busco de todo corazón:
No permitas que me aparte de tus mandamientos.
Conservo tu palabra en mi
corazón,
para no pecar contra ti.
Tú eres bendito, Señor:
Enséñame tus preceptos.
para no pecar contra ti.
Tú eres bendito, Señor:
Enséñame tus preceptos.
Yo proclamo con mis labios
todos los juicios de tu boca.
Me alegro de cumplir tus prescripciones,
más que de todas las riquezas.
todos los juicios de tu boca.
Me alegro de cumplir tus prescripciones,
más que de todas las riquezas.
Meditaré tus leyes
y tendré en cuenta tus caminos.
Mi alegría está en tus preceptos:
no me olvidaré de tu palabra.
y tendré en cuenta tus caminos.
Mi alegría está en tus preceptos:
no me olvidaré de tu palabra.
Orden de los Carmelitas