¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el
Evangelio, en este miércoles en que celebramos la solemnidad de la Asunción de
la bienaventurada Virgen María.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: ASUNCIÓN DE LA B. V. MARÍA
Lectio:
Miércoles,
15 agosto, 2018
La visita de María a Isabel
Lucas 1,39-56
1. LECTIO
a)
Oración inicial:
Espíritu
Santo, Espíritu de sabiduría, de ciencia, del entendimiento, de consejo,
llénanos, te rogamos, del conocimiento de la Palabra de Dios, llénanos de toda
sabiduría e inteligencia espiritual para poderla comprender en profundidad. Haz
que bajo tu guía podamos comprender el evangelio de esta solemnidad mariana.
Espíritu Santo, tenemos necesidad de ti, el único que continuamente modela en
nosotros la figura y la forma de Jesús. Y nos dirigimos a ti, María, Madre de
Jesús y de la Iglesia, que has vivido la presencia desbordante del Espíritu
Santo, que has experimentado la potencia de su fuerza en ti, que las has visto
obrar en tu Hijo Jesús desde el seno materno, abre nuestro corazón y nuestra
mente para que seamos dóciles a la escucha de la Palabra de Dios.
b)
Lectura del evangelio
39 En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud
a la región montañosa, a una ciudad de Judá; 40 entró en
casa de Zacarías y saludó a Isabel.41En cuanto oyó Isabel el saludo
de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu
Santo 42 y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu seno; 43 y ¿de dónde a mí que
venga a verme la madre de mi Señor? 44 Porque apenas llegó
a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. 45 ¡Feliz
la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del
Señor!»
46 Y dijo María:
«Alaba mi alma la grandeza del Señor
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
48 porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre
50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
54 Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
55 -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»
56 María se quedó con ella unos tres meses, y luego se volvió a su casa.
46 Y dijo María:
«Alaba mi alma la grandeza del Señor
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
48 porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre
50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
54 Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
55 -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»
56 María se quedó con ella unos tres meses, y luego se volvió a su casa.
c)
Momento de silencio orante
El
silencio es una cualidad de quien sabe escuchar a Dios. Esfuérzate por crear en
ti una atmósfera de paz y de silenciosa adoración. Si eres capaz de estar en
silencio delante de Dios podrás escuchar su respiro que es Vida
2. MEDITATIO
a)
Clave de lectura:
Bendita
tú entre las mujeres
En
la primera parte del evangelio de hoy resuenan las palabras de Isabel, “Bendita
tú entre las mujeres”, precedidas por un movimiento espacial. María deja
Nazaret, situada al norte de la Palestina, para dirigirse al sur, a casi ciento
cincuenta kilómetros, a una localidad que la tradición identifica con la actual
Ain Karen, poco lejana de Jerusalén.. El moverse físico muestra la sensibilidad
interior de María, que no está cerrada para contemplar de modo privado e
intimista el misterio de la divina maternidad que se encierra en ella, sino que
es lanzada sobre el sendero de la caridad. Ella se mueve para llevar ayuda a su
anciana prima. El dirigirse de María a Isabel es acentuado por el añadido “ de
prisa” que San Ambrosio interpreta así: María se puso de prisa en camino hacia
la montaña, no porque fuese incrédula a la profecía o incierta del anuncio o
dudase de la prueba, sino porque estaba contenta de la promesa y deseosa de
cumplir devotamente un servicio, con el ánimo que le venía del íntimo gozo…La
gracia del Espíritu Santo no comporta lentitud”. El lector, sin embargo, sabe
que el verdadero motivo del viaje no está indicado, pero se lo puede figurar a
través de las informaciones tomadas del contexto. El ángel había comunicado a
María la preñez de Isabel, ya en el sexto mes (cfr. v.37). Además el hecho de
que ella se quedase tres meses (cfr. v.56), justo el tiempo que faltaba para
nacer el niño, permite creer que María quería llevar ayuda a su prima. María
corre y va a donde le llama la urgencia de una ayuda, de una necesidad,
demostrando, así, una finísima sensibilidad y concreta disponibilidad. Junto
con María, llevado en su seno, Jesús se mueve con la Madre. De aquí es fácil
deducir el valor cristológico del episodio de la visita de María a la prima: la
atención cae sobre todo en Jesús. A primera vista parecería una escena
concentrada en las dos mujeres, en realidad, lo que importa para el evangelista
es el prodigio presente en sus dos respectivas concepciones. La movilización de
María, tiende, en el fondo, a que las dos mujeres se encuentren.
Apenas
María entra en casa y saluda a Isabel, el pequeño Juan da un salto. Según
algunos el salto no es comparable con el acomodarse del feto, experimentado por
las mujeres que están encinta. Lucas usa un verbo griego particular que
significa propiamente “saltar”. Queriendo interpretar el verbo, un poco más
libremente, se le puede traducir por “danzar”, excluyendo así la acepción de un
fenómeno sólo físico. Algunos piensan que esta “danza”, se pudiera considerar
como una especie de “homenaje” que Juan rinde a Jesús, inaugurando, aunque
todavía no nacido, aquel comportamiento de respeto y de subordinación que
caracterizará toda su vida: “Después de mí viene uno que es más fuerte que yo y
al cuál no soy digno de desatar las correas de sus sandalias” (Mc 1,7). Un día
el mismo Juan testimoniará: “Quien tiene a la esposa es el esposo; pero el
amigo del esposo que está presente y lo escucha, salta de gozo a la voz del
esposo, pues así este mi gozo es cumplido. Él debe crecer y yo por el contrario
disminuir” (Jn 3,29-30). Así lo comenta san Ambrosio: “Isabel oyó antes la voz,
pero Juan percibió antes la gracia”. Una confirmación de esta interpretación la
encontramos en las mismas palabras de Isabel que, tomando en el v. 44 el mismo
verbo ya usado en el v. 41, precisa: “Ha saltado de gozo en mi seno”.
Lucas,
con estos detalles particulares, ha querido evocar el prodigio verificado en la
intimidad de Nazaret. Sólo ahora, gracias al diálogo con una interlocutora, el
misterio de la divina maternidad deja su secreto y su dimensión individual,
para llegar a convertirse en un hecho conocido, objeto de aprecio y de
alabanza. Las palabras de Isabel “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre! ¿A qué debo que la madre de mi Señor venga a mí?” (vv.
42-43). Con una expresión semítica que equivale a un superlativo (“entre las
mujeres”), el evangelista quiere atraer la atención del lector sobre la función
de María: ser la “;Madre del Señor”. Y por tanto a ella se le reserva una
bendición (“bendita tú”) y dichosa beatitud. ¿En qué consiste esta última?
Expresa la adhesión de María a la voluntad divina. María no es sólo la
destinataria de una diseño arcano que la hace bendita, sino persona que sabe
aceptar y adherirse a la voluntad de Dios. María es una criatura que cree,
porque se ha fiado de una palabra desnuda y que ella la ha revestido con un
“sí” de amor. Ahora Isabel le reconoce este servicio de amor, identificándola
“bendita como madre y dichosa como creyente”.
Mientras
tanto, Juan percibe la presencia de su Señor y salta, expresando con este
movimiento interior el gozo que brota de aquel contacto salvífico. De tal
suceso se hará intérprete María en el canto del Magnificat.
b)
Un canto de amor:
En
este canto María se considera parte de los anawim, de los “pobres de
Dios”, de aquéllos que “temen a Dios”, poniendo en Él toda su confianza y
esperanza y que en el plano humano no gozan de ningún derecho o prestigio. La
espiritualidad de los anawin puede ser sintetizada por las palabras del
salmo 37,79: “Está delante de Dios en silencio y espera en Él”, porque
“aquéllos que esperan en el Señor poseerán la tierra”.
En el Salmo 86,6, el orante, dirigiéndose a Dios, dice: “Da a tu siervo tu fuerza”: aquí el término “siervo” expresa el estar sometido, como también el sentimiento de pertenencia a Dios, de sentirse seguro junto a Él.
En el Salmo 86,6, el orante, dirigiéndose a Dios, dice: “Da a tu siervo tu fuerza”: aquí el término “siervo” expresa el estar sometido, como también el sentimiento de pertenencia a Dios, de sentirse seguro junto a Él.
Los pobres, en el sentido estrictamente bíblico, son aquéllos que ponen en Dios una confianza incondicionada; por esto han de ser considerados como la parte mejor, cualitativa, del pueblo de Israel.
Los
orgullosos, por el contrario, son los que ponen toda su confianza en sí mismos.
Ahora, según el Magnificat, los pobres tienen muchísimos motivos para alegrarse, porque Dios glorifica a los anawim (Sal 149,4) y desprecia a los orgullosos. Una imagen del N. T. que traduce muy bien el comportamiento del pobre del A. T. , es la del publicano que con humildad se golpea el pecho, mientras el fariseo complaciéndose de sus méritos se consuma en el orgullo (Lc 18,9-14). En definitiva María celebra todo lo que Dios ha obrado en ella y cuanto obra en el creyente. Gozo y gratitud caracterizan este himno de salvación, que reconoce grande a Dios, pero que también hace grande a quien lo canta.
Ahora, según el Magnificat, los pobres tienen muchísimos motivos para alegrarse, porque Dios glorifica a los anawim (Sal 149,4) y desprecia a los orgullosos. Una imagen del N. T. que traduce muy bien el comportamiento del pobre del A. T. , es la del publicano que con humildad se golpea el pecho, mientras el fariseo complaciéndose de sus méritos se consuma en el orgullo (Lc 18,9-14). En definitiva María celebra todo lo que Dios ha obrado en ella y cuanto obra en el creyente. Gozo y gratitud caracterizan este himno de salvación, que reconoce grande a Dios, pero que también hace grande a quien lo canta.
c)
Algunas preguntas para meditar:
-
Mi oración ¿es ante todo expresión de un sentimiento o celebración y
reconocimiento de la acción de Dios?
-
María es presentada como la creyente en la Palabra del Señor. ¿Cuánto tiempo
dedico a escuchar la Palabra de Dios?
- ¿Tu oración se alimenta de la Biblia, como ha hecho María? ¿O mejor me dedico al devocionismo que produce oraciones incoloras e insípidas? ¿Te convences que volver a la plegaria bíblica es seguridad de encontrar un alimento sólido, escogido por María misma?
-
¿Está en la lógica del Magnificat que exalta el gozo del dar, del perder para
encontrar, del acoger, la felicidad de la gratuitidad, de la donación?
3. ORATIO
a)
Salmo 44 (45), 10-11; 12; 15b-16
El
salmo, en esta segunda parte, glorifica a la reina. En la liturgia de hoy estos
versículos son aplicados a María y celebran su belleza y grandeza.
Entre
tus predilectas hay hijas de reyes,
la reina a tu derecha, con oro de Ofir.
la reina a tu derecha, con oro de Ofir.
Escucha,
hija, mira, presta oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna,
que prendado está el rey de tu belleza.
Él es tu señor, ¡póstrate ante él!
olvida tu pueblo y la casa paterna,
que prendado está el rey de tu belleza.
Él es tu señor, ¡póstrate ante él!
La
siguen las doncellas, sus amigas,
que avanzan entre risas y alborozo
al entrar en el palacio real.
que avanzan entre risas y alborozo
al entrar en el palacio real.
b)
Oración final:
La
oración que sigue es una breve meditación sobre el papel materno de María en la
vida del creyente: “María, mujer que sabe gozar, que sabe alegrarse, que se
deja invadir por la plena consolación del Espíritu Santo, enséñanos a orar para
que podamos también nosotros descubrir la fuente del gozo. En la casa de
Isabel, tu prima, sintiéndote acogida y comprendida en tu íntimo secreto,
prorrumpiste en un himno de alabanza del corazón, hablando de Dios, de ti en
relación con Él y de la inaudita aventura ya comenzada de ser madre de Cristo y
de todos nosotros, pueblo santo de Dios. Enséñanos a dar un ritmo de esperanza
y gritos de gozos a nuestras plegarias, a veces estropeada por amargos lloros y
mezcladas de tristeza casi obligatoriamente. El Evangelio nos habla de ti,
María, y de Isabel; ambas custodiabais en el corazón algo, que no osabais o no
queríais manifestar a nadie. Cada una de vosotras se sintió sin embargo
comprendida por la otra en aquel día de la visitación y tuvisteis palabras y
plegarias de fiesta. Vuestro encuentro se convirtió en liturgia de acción de
gracias y de alabanza al Dios inefable. Tú, mujer del gozo profundo, cantaste
el Magnificat, sobrecogida y asombrada por todo lo que el Señor estaba obrando
en la humilde sierva. Maginificat es el grito, la explosión de gozo, que
resuena dentro de cada uno de nosotros, cuando se siente comprendido y
acogido.”
4.CONTEMPLATIO
La
Virgen María, templo del Espíritu Santo, ha acogido con fe la Palabra del Señor
y se ha entregado completamente al poder del Amor. Por este motivo se ha
convertido en imagen de la interioridad, o sea toda recogida bajo la mirada de
Dios y abandonada a la potencia del Altísimo. María no habla de sí, para que
todo en ella pueda hablar de las maravillas del Señor en su vida.
Orden de los Carmelitas
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