domingo, 1 de julio de 2018

Vivamos el gozo del Evangelio y la alegría del amor


¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este XIII Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B.

Dios nos bendice...

Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (1,13-15;2,23-24):

Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo; y los de su partido pasarán por ella.

Palabra de Dios

Salmo

Salmo responsorial 29

R/.
 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo. R/.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (8,7.9.13-15):

Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad. Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.»

Palabra de Dios

Evangelio de hoy

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (5,21-43):

En aquel tiempo Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.»
Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda, su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que, había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio le la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?»
Los discípulos le contestaron: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: "¿quién me ha tocado?"»
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo.
Él le dijo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.»
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?»
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe.»
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos.
Entró y les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).»
La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar –tenía doce años–. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor

Comentario

Hay personalidades que son incapaces de hacer una lectura amable y positiva de la vida. Siempre subrayan algún aspecto negativo y tienen una crítica amarga en sus labios. No es fácil convivir con estas personas porque aportan negatividad.

Igualmente, hay momentos de la vida en comunidad en los que convergen circunstancias negativas que implican sufrimiento: las injusticias, la violencia, las crisis económicas, las calamidades naturales, etc. Así es la vida.

En medio de la diversidad de temas desarrollados por las lecturas bíblicas de este Domingo XIII del Tiempo Ordinario, encontramos un elemento común: todos estos textos comunican un mensaje de optimismo y esperanza, y nos dan energía espiritual para transitar por el camino de la vida:

El libro de la Sabiduría nos recuerda que todo lo que ha sido creado por Dios es santo y bueno, y Él quiere que seamos felices.
El salmista expresa su profundo agradecimiento porque el amor providente de Dios lo ha salvado en situaciones muy difíciles.
El apóstol Pablo hace un llamado a la generosidad con nuestros hermanos como respuesta a la infinita generosidad de Jesús para con nosotros.

En el evangelio, se narra la resurrección de la hija de Jairo. Jesús es Señor de la vida; viene a comunicarnos la vida divina; gracias a su Pascua somos hijos de Dios y coherederos con Él.
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Los invito, entonces, a meditar sobre estos textos, dejando que resuenen en nuestro interior para que estos mensajes de alegría, paz, confianza y agradecimiento inspiren nuestra espiritualidad y nos purifiquen del pesimismo y negativismo que nos intoxican y paralizan.
Empecemos por el libro de la Sabiduría. La teología de la creación nos enseña que todo lo que ha salido de las manos amorosas de Dios es santo y bueno. En este libro leemos: “Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas veneno de muerte”. Estas palabras del libro de la Sabiduría corrigen un pensamiento muy extendido a lo largo de los siglos: el dualismo. Según esta corriente filosófica y religiosa, la santidad y la bondad son atributos de las realidades espirituales; y todo lo que se asocia con lo material, por ejemplo, el cuerpo y la sexualidad, son malas o, al menos, peligrosas. Esta visión dualista es inaceptable dentro de una teología católica; tristemente, muchos sacerdotes y profesores de Moral han sido contaminados por estos principios.

Las enseñanzas del Papa Francisco han traído un aire de renovación y frescura a la Iglesia. Hay dos documentos particularmente importantes: la Exhortación Apostólica El Gozo del Evangelio y un bellísimo documento sobre el amor en la familia, que se titula La Alegría del Amor. Gozo y Alegría son dos palabras centrales en el magisterio del Papa Francisco, quien nos invita a cambiar nuestra lectura de las realidades materiales y de la sexualidad, entendidas, por causa de una desafortunada catequesis, como algo negativo, que genera pesimismo y sentimientos de culpa.

El salmista agradece con gozo la acción de Dios en su vida: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa”. La existencia humana es terriblemente frágil. Nos acechan mil peligros. Estar vivos y disfrutando de buena salud es un verdadero milagro. El salmista nos enseña a ser agradecidos. Muchas veces nos quejamos por las pequeñas incomodidades que encontramos en la vida diaria, olvidándonos de reconocer y agradecer tantas cosas maravillosas que ocurren en nuestra vida.

En su II Carta a los Corintios, el apóstol Pablo motiva a los miembros de la comunidad a que sean generosos: “Ya que sobresalen en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tienen, distínganse también ahora por su generosidad. A continuación, hace dos precisiones: por qué ser generosos y cuál es la finalidad de esta generosidad:

¿Por qué ser generosos? “Bien sabemos lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, por ustedes se hizo pobre, para que ustedes, con su pobreza, se hagan ricos”.
Y, ¿cuál es la finalidad que se busca? “Se trata de nivelar. En el momento actual, la abundancia de ustedes remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará la falta de ustedes; así habrá nivelación”. En la mente de Pablo la generosidad que se solidariza con las carencias de los hermanos genera unas dinámicas que permiten superar los desequilibrios y desniveles sociales.

Finalmente, llegamos al relato del evangelista Marcos, quien narra la resurrección de la hija de Jairo, un israelita piadoso que trabajaba en una de las sinagogas de la región. Con una fe profunda pide la intervención del Maestro, y le pide que imponga las manos a su hija moribunda. Jesús se conmueve ante el dolor de este padre de familia y resucita a su hija de doce años. Él muestra su dominio sobre la muerte.
Esta rápida visión de conjunto de los textos bíblicos que propone a nuestra consideración la liturgia de este domingo, es una invitación para revisar el clima espiritual de cada uno de nosotros. No dejemos que el pesimismo eche raíces en nuestro interior; no escuchemos las falsas noticias que circulan por las redes sociales. Asimilemos el mensaje del Papa Francisco que nos habla del Gozo del Evangelio y la Alegría del Amor.

Pistas para la Homilía del Domingo
Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.

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