¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio, en este lunes en que celebramos
la Memoria de Nuestra Señora del Carmen.
Dios nos bendice...
LECTIO DIVINA: SANTA
MARÍA DEL MONTE CARMELO
Lectio:
Lunes, 16 Julio, 2018
¡He ahí, a tu
hijo!
¡He ahí, a tu madre!
¡He ahí, a tu madre!
Juan 19,25-27
1. Recojámonos en
oración – Statio
Ven, Espíritu Santo, llena
de tu luz nuestras mentes para entender el verdadero significado de tu Palabra.
Ven, Espíritu Santo, enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor que inflame nuestra fe.
Ven, Espíritu Santo, llena nuestra persona con tu fuerza para reforzar lo que en nosotros es débil en nuestro servicio a Dios.
Ven, Espíritu Santo, con el don de la prudencia para frenar nuestro entusiasmo que nos impide amar a Dios y al prójimo.
Ven, Espíritu Santo, enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor que inflame nuestra fe.
Ven, Espíritu Santo, llena nuestra persona con tu fuerza para reforzar lo que en nosotros es débil en nuestro servicio a Dios.
Ven, Espíritu Santo, con el don de la prudencia para frenar nuestro entusiasmo que nos impide amar a Dios y al prójimo.
2. Lectura orante de la
Palabra – Lectio
Del Evangelio según Juan
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y
la hermana de su madre, María, mujer de Cleopás, y María Magdalena. 26 Jesús,
viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo.» 27 Luego dice al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su
casa.
3. Rumiar la Palabra
- Meditatio
3.1. Para entender la
lectura
- Con tu espíritu sube al
Calvario hasta la cruz de Jesús y trata de entender lo que está sucediendo.
- Del pasaje leído, pídete a ti mismo lo que más te ha llamado la atención y porqué.
- ¿Cuáles son los sentimientos suscitados en este breve pasaje evangélico?
- Del pasaje leído, pídete a ti mismo lo que más te ha llamado la atención y porqué.
- ¿Cuáles son los sentimientos suscitados en este breve pasaje evangélico?
3.2. Clave de lectura
Jesús tiene en sus manos
su destino
Nos encontramos a mitad
del capítulo 19 del evangelio de Juan que comienza con la flagelación, la
coronación con la corona de espinas de Jesús, la presentación de Jesús a
Pilatos a la gente: “He ahí al hombre” (Jn 19,5), la condena a la muerte de
cruz, el vía-crucis y la crucifixión. En la narración de la Pasión según Juan,
Jesús tiene en sus manos el control de su propia vida y de todo lo que está
sucediendo a su alrededor. Por este motivo encontramos por ejemplo frases como:
“Jesús salió, llevando la corona d e espinas y el manto de púrpura” (v.5) o las
palabras pronunciadas a Pilatos: “ Tú no tendrías ningún poder sobre mí, si no te
lo hubiesen dado de lo alto” (v.11) También el texto presentado por la liturgia
de hoy muestra que Jesús no solamente tiene control de todo lo que le está
sucediendo, sino también de lo que está sucediendo alrededor. Es muy importante
lo que describe el evangelista: Jesús entonces, viendo a la madre y allí junto
a élla al discípulo que lo amaba, dice….”(v.26). Las palabras de Jesús en su
sencillez son palabras de revelación, palabras con las cuáles quiere expresar
su voluntad: “He ahí a tu hijo” (v.26). “He ahí a tu madre” (v,27). Estas
palabras de Jesús nos traen a la mente las palabras de Pilatos con las cuáles
ha presentado la persona de Jesús a la gente; “He ahí al hombre” (v.5). Jesús
desde su trono, la cruz, con sus palabras, no sólo pronuncia su voluntad, sino
también quién está verdaderamente en su amor por nosotros y cuál es el fruto de
este amor. Es el cordero de Dios, el pastor que da su vida para reunir a todos
en un solo rebaño, la Iglesia.
Junto a la cruz
En este pasaje encontramos
también una palabra muy importante que se repite dos veces cuando el
evangelista habla de la madre de Jesús y del discípulo amado. El evangelista
cuenta que la madre de Jesús estaba “junto a la cruz” (v.25) y el discípulo
amado estaba ”junto a ella” (v.26). Este importante detalle tiene un
significado bíblico muy profundo. Sólo el cuarto evangelista cuenta que la
madre de Jesús estaba junto a la cruz. Los otros evangelistas no especifican.
Lucas narra que “todos sus conocidos asistían desde lejos y así las mujeres que
lo habían seguido desde la Galilea, observando estos sucesos.” (Lc 23,49).
Mateo escribe: “Había también allí muchas mujeres que estaban observando desde
lejos; ellas habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas,
María Magdalena, María madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos del
Zebedeo” (Mt 27,55-56). Marcos cuenta que “ había también muchas mujeres, que
estaban observando desde lejos, entre las cuáles María Magdalena, María madre
de Santiago el menor y de José, y Salomé, que lo seguían y servían desde cuando
estaba en Galilea, y muchas otras que habían subido con Él a Jerusalén” ( Mc
15,40-41). Por tanto sólo Juan subraya que la madre de Jesús estaba presente,
no siguiéndolo de lejos, sino junto a la cruz en compañía de las otras mujeres.
Recta de pie, como una fuerte mujer que continúa creyendo, esperando y teniendo
confianza en Dios, incluso en aquel momento tan difícil. La madre de Jesús está
en el momento importante en el cuál “Todo se ha consumado” (v.30) en la misión de
Jesús. Además, el evangelista subraya la presencia de la madre de Jesús en el
comienzo de su misión, en las bodas de Caná, donde Juan usa casi la misma
expresión: “Estaba allí la madre de Jesús” (Jn 2,1)
La mujer y el discípulo
En las bodas de Caná y en
la cruz, Jesús muestra su gloria y su madre está presente de modo activo. En
las bodas de Caná se hace evidente, de modo simbólico, lo que ha sucedido en la
cruz. Durante la fiesta de las bodas de Caná, Jesús transformó el agua
contenida en seis tinajas (Jn 2,6). El número seis simboliza la imperfección.
El número perfecto es el siete. Por este motivo Jesús responde a su madre:” No
ha llegado mi hora” (Jn 2,4). La hora, en la cuál Jesús ha renovado todo, ha
sido la hora de la cruz. Los discípulos le preguntaron: “Señor, ¿es este el
tiempo en el que reconstruirá el reino de Israel?” (Hechos 1,6). En la cruz,
con agua y sangre, Jesús hace nacer la Iglesia y al mismo tiempo ella se
convierte en su esposa. Es el comienzo del nuevo tiempo. Tanto en las bodas de Caná
como en la cruz, Jesús no llama a su madre por el propio nombre, sino que le da
el bellísimo título de “Mujer” (Jn 2,19,26). En la cruz Jesús no está hablando
con su madre movido solamente por un sentimiento natural, de el hijo con su
madre. El título de “Mujer” pone en claro que en aquel momento Jesús estaba
abriendo el corazón de su madre a la maternidad espiritual de sus discípulos,
representados en la persona del discípulo amado que se encuentra siempre cerca
de Jesús, el discípulo que en la última cena ha reclinado la cabeza sobre el
pecho de Jesús (Jn 13,23-26). El discípulo que ha entendido el misterio de
Jesús y ha permanecido fiel a su maestro hasta la crucifixión, y más tarde
debería ser el primer discípulo en creer que Cristo ha resucitado al ver la
tumba vacía y las vendas por tierra (Jn 20.4-8), mientras María de Mágdala
asegura que se habían llevado fuera el cuerpo de Jesús (Jn 20,2). Por tanto, el
discípulo es quien cree y permanece fiel a su Señor en todas las pruebas de la
vida. El discípulo amado de Jesús, no tiene nombre, porque él representa a ti y
a mí, y a cuantos son verdaderos discípulos. La mujer se convierte en madre del
discípulo. La mujer, que nunca es llamada por el evangelista con el nombre
propio, no es sólo la madre de Jesús, sino también la Iglesia. Al evangelista
Juan le agrada llamar a la Iglesia “mujer” o “señora”. Este título se encuentra
en la 2ª carta de Juan (2 Jn 1.5) y en el libro del Apocalipsis: “En el cielo
apareció una grandiosa señal: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus
pies y en su cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta y gritaba por
los dolores y trabajos del parto” (Ap 12,1-2) La mujer, pues, es la imagen de
la Iglesia madre que está con los dolores del parto para engendrar a Dios nuevos
hijos. La madre de Jesús es la imagen perfecta de la Iglesia esposa de Cristo
que está de parto para engendrar nuevos hijos a su esposo.
El discípulo recibe en su
casa a la mujer
Si Jesús ha dejado en las
manos de la Mujer (su Madre y la Iglesia) a sus discípulos representados en la
persona del discípulo amado, igualmente ha dejado en las manos de los
discípulos a la Mujer (su Madre y la Iglesia). El evangelista cuenta que apenas
Jesús ha visto al discípulo que amaba junto a su madre le ha dicho: “¡He ahí a
tu madre!” (v.27)
El evangelista continúa:
“Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa” (v. 27). Esto
significa que el discípulo ha recibido a la mujer como una valiosa y querida
persona. Esto de nuevo nos recuerda cuanto Juan dice en sus cartas, cuando se
llama a sí mismo el presbítero que ama a la Señora electa (2 Jn 1), que ora por
ella (2Jn 5), para que la cuide y la defienda contra el anticristo, esto es,
cuantos no reconocen a Cristo y tratan de perturbar a los hijos de la Iglesia, los
discípulos de Jesús (2 Jn 7,10).
Las palabras del versículo
27 “y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa”, nos recuerda lo
que encontramos también al comienzo del evangelio de Mateo. El evangelista abre
su narración con la visión del ángel en el sueño de José, el esposo de María.
En esta visión el ángel dice a José: “José, hijo de David, no temas recibir
contigo a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella viene del
Espíritu Santo” (Mt 1,20). Mateo abre su evangelio con el Señor confiando María
y Jesús a José, mientras Juan concluye su relato con Jesús confiando su Madre y
la Iglesia en las manos del discípulo amado
3.3 Preguntas para
orientar la meditación y la actualización
● ¿Qué es lo que te ha
llamado más la atención en este pasaje y en la reflexión?
● En la cruz, Jesús nos ha dado todo: su vida y su Madre. Y tú, ¿estás preparado para entregar algo por el Señor? ¿Eres capaz de renunciar a tus cosas, a tus gustos, etc. para servir a Dios y ayudar al prójimo?
● “Desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa” ¿Crees que las familias de hoy siguen el ejemplo del discípulo amado de Jesús? ¿Qué significado tienen estas palabras para tu vida cristiana?
● En la cruz, Jesús nos ha dado todo: su vida y su Madre. Y tú, ¿estás preparado para entregar algo por el Señor? ¿Eres capaz de renunciar a tus cosas, a tus gustos, etc. para servir a Dios y ayudar al prójimo?
● “Desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa” ¿Crees que las familias de hoy siguen el ejemplo del discípulo amado de Jesús? ¿Qué significado tienen estas palabras para tu vida cristiana?
4. Oratio
Cántico de la Virgen
María: Lucas 1,46-55
Alaba mi alma la grandeza
del Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso,
Santo es su nombre
y su misericordia alcanza de generación en generación
a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los de corazón altanero.
Derribó a los potentados de sus tronos
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como había anunciado a nuestros padres-
en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.
y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso,
Santo es su nombre
y su misericordia alcanza de generación en generación
a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo,
dispersó a los de corazón altanero.
Derribó a los potentados de sus tronos
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes
y despidió a los ricos con las manos vacías.
Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como había anunciado a nuestros padres-
en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.
5. Contemplatio
Adoremos juntos la bondad
de Dios que nos ha dado a María, la Madre de Jesús, como nuestra madre,
repitiendo en silencio:
Gloria al Padre al Hijo y
al Espíritu Santo.
Como era en un principio ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Como era en un principio ahora y siempre
por los siglos de los siglos. Amén.
Orden de los Carmelitas
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