¡Amor y paz!
Los invito, hermanos a leer y meditar el Evangelio, este viernes de la 16ª semana
del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
LECTIO: MATEO 13,18-23
Lectio:
Viernes, 27 Julio, 2018
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
1) Oración inicial
Muéstrate propicio con tus
hijos, Señor, y multiplica sobre ellos dones de tu gracia, para que, encendidos
de fe, esperanza y caridad, perseveren fielmente en el cumplimiento de tu ley.
Por nuestro Señor.
2) Lectura
2) Lectura
Del santo Evangelio según
Mateo 13,18-23
«Vosotros, pues, escuchad
la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye la palabra del Reino y no
la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste
es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal,
es el que oye la palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz
en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o
persecución por causa de la palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado
entre los abrojos, es el que oye la palabra, pero las preocupaciones del mundo
y la seducción de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto. Pero el
que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la palabra y la entiende: éste
sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.»
3) Reflexión.
3) Reflexión.
• Contexto. A partir del
cap.12, aparece una oposición entre los cabecillas religiosos de Israel, los
escribas y fariseos, por una parte, mientras por otra, entre las multitudes que
escuchan a Jesús maravilladas por sus acciones prodigiosas, se va formando poco
a poco un grupo de discípulos de características aún no definidas pero que
sigue a Jesús con perseverancia. A doce de estos discípulos les entrega Jesús
el don de su autoridad y de sus poderes; los envía como mensajeros del reino y
les da instrucciones exigentes y radicales (10,5-39). En el momento en que se
desenlaza la controversia con sus opositores, Jesús reconoce su verdadera
parentela no en la línea de la carne (madre, hermanos), sino en los que lo
siguen, lo escuchan y cumplen la voluntad del Padre (12,46-50). Este último
relato nos permite imaginar que el auditorio al que Jesús dirige la palabra es
doble: por un lado los discípulos a los que se les concede conocer los
misterios del reino (13,11) y que están en condiciones de entenderlos (13,50),
y por otro lado la muchedumbre que parece estar privada de esta comprensión
profunda (13,11.34-36). A las grandes multitudes que se reúnen para escuchar a
Jesús les es presentada en primer lugar la parábola del sembrador. Jesús habla
de una semilla que cae o no en la tierra. Su crecimiento depende del lugar en
que cae; es posible que sea impedida hasta el punto de no dar fruto, como
acontece en las tres primeras categorías de terreno: “el camino” (lugar duro
por el paso de los hombres y de los animales), “el terreno pedregoso” (formado
por rocas), “los abrojos” (terreno cubierto de espinas). Sin embargo, la que
cae sobre “tierra buena” da un fruto excelente aunque en cuantía diversa. Se
orienta al lector a prestar más atención al fruto del grano que a la acción del
sembrador. Además, Mateo focaliza la atención del auditorio sobre la tierra
buena y sobre el fruto que ésta es capaz de producir de forma excepcional.
La primera Parte de la parábola acaba con una advertencia: “El que tenga oídos, que oiga” (v.9); es una llamada a la libertad de escuchar. La palabra de Jesús puede quedarse en simple “parábola” para una multitud incapaz de comprender, pero para el que se deja llevar por su fuerza puede revelar “los misterios del reino de los cielos”. El acoger la palabra de Jesús es lo que distingue a los discípulos y a la muchedumbre anónima; la fe de los primeros revela la ceguera de los segundos y los empuja a buscar más allá de la parábola.
• Escuchar y comprender. Siempre es Jesús el que conduce a los discípulos a la pista correcta para la comprensión de la parábola. En el futuro será la Iglesia la que será guiada por medio de los discípulos a la comprensión de la Palabra de Jesús. En la explicación de la parábola, los dos verbos “escuchar” y “comprender” aparecen en 13,23: “Lo sembrado en tierra buena es el que escucha la Palabra y la comprende”. Es en la comprensión donde el discípulo que escucha cada día la Palabra de Jesús se distingue de las multitudes que sólo la escuchan ocasionalmente.
• Impedimentos para la comprensión. Jesús se refiere principalmente a la respuesta negativa que sus contemporáneos dan a su predicación del reino de los cielos. Esta respuesta negativa va ligada a impedimentos de índole diversa. El terreno del camino es el que los viandantes han convertido en sendero endurecido y aparece del todo negativo: “Todos saben que no sirve para nada echar la semilla en el camino: no se dan las condiciones necesarias para el crecimiento. Después la gente pasa, pisotea y destruye la semilla. La semilla no se echa en cualquier parte (Carlos Mesters). Ante todo está la responsabilidad personal del individuo: acoger la Palabra de Dios en el propio corazón; si por el contrario cae en un corazón “endurecido”, obstinado en las propias convicciones y en la indiferencia, se ofrece campo al maligno que acaba por completar esta actitud persistente de cerrazón a la Palabra de Dios. El terreno pedregoso. Si el primer impedimento es un corazón insensible e indiferente, la imagen de la semilla que cae sobre piedras, sobre rocas y entre espinos, indica el corazón inmerso en una vida superficial y mundana. Estos estilos de vida son energías que impiden que la Palabra dé fruto. Se da un atisbo de escucha, pero pronto queda bloqueado, no sólo por las tribulaciones y las pruebas inevitables, sino también por la implicación del corazón en las preocupaciones y en las riquezas. Una vida no profunda y superficial se aviene con la inestabilidad. La tierra buena: es el corazón que escucha y comprende la palabra; esta da fruto. Este rendimiento es obra de la Palabra en un corazón acogedor. Se trata de una comprensión dinámica, que se deja envolver por la acción de Dios presente en la Palabra de Jesús. La comprensión de su Palabra permanecerá inaccesible si descuidamos el encuentro con él y no le dejamos que dialogue con nosotros.
4) Para la reflexión personal
La primera Parte de la parábola acaba con una advertencia: “El que tenga oídos, que oiga” (v.9); es una llamada a la libertad de escuchar. La palabra de Jesús puede quedarse en simple “parábola” para una multitud incapaz de comprender, pero para el que se deja llevar por su fuerza puede revelar “los misterios del reino de los cielos”. El acoger la palabra de Jesús es lo que distingue a los discípulos y a la muchedumbre anónima; la fe de los primeros revela la ceguera de los segundos y los empuja a buscar más allá de la parábola.
• Escuchar y comprender. Siempre es Jesús el que conduce a los discípulos a la pista correcta para la comprensión de la parábola. En el futuro será la Iglesia la que será guiada por medio de los discípulos a la comprensión de la Palabra de Jesús. En la explicación de la parábola, los dos verbos “escuchar” y “comprender” aparecen en 13,23: “Lo sembrado en tierra buena es el que escucha la Palabra y la comprende”. Es en la comprensión donde el discípulo que escucha cada día la Palabra de Jesús se distingue de las multitudes que sólo la escuchan ocasionalmente.
• Impedimentos para la comprensión. Jesús se refiere principalmente a la respuesta negativa que sus contemporáneos dan a su predicación del reino de los cielos. Esta respuesta negativa va ligada a impedimentos de índole diversa. El terreno del camino es el que los viandantes han convertido en sendero endurecido y aparece del todo negativo: “Todos saben que no sirve para nada echar la semilla en el camino: no se dan las condiciones necesarias para el crecimiento. Después la gente pasa, pisotea y destruye la semilla. La semilla no se echa en cualquier parte (Carlos Mesters). Ante todo está la responsabilidad personal del individuo: acoger la Palabra de Dios en el propio corazón; si por el contrario cae en un corazón “endurecido”, obstinado en las propias convicciones y en la indiferencia, se ofrece campo al maligno que acaba por completar esta actitud persistente de cerrazón a la Palabra de Dios. El terreno pedregoso. Si el primer impedimento es un corazón insensible e indiferente, la imagen de la semilla que cae sobre piedras, sobre rocas y entre espinos, indica el corazón inmerso en una vida superficial y mundana. Estos estilos de vida son energías que impiden que la Palabra dé fruto. Se da un atisbo de escucha, pero pronto queda bloqueado, no sólo por las tribulaciones y las pruebas inevitables, sino también por la implicación del corazón en las preocupaciones y en las riquezas. Una vida no profunda y superficial se aviene con la inestabilidad. La tierra buena: es el corazón que escucha y comprende la palabra; esta da fruto. Este rendimiento es obra de la Palabra en un corazón acogedor. Se trata de una comprensión dinámica, que se deja envolver por la acción de Dios presente en la Palabra de Jesús. La comprensión de su Palabra permanecerá inaccesible si descuidamos el encuentro con él y no le dejamos que dialogue con nosotros.
4) Para la reflexión personal
• La escucha de la Palabra
de Dios, ¿te lleva a la comprensión profunda o permanece sólo como un ejercicio
intelectual?
• ¿Eres corazón acogedor y disponible, dócil para llegar a una comprensión plena de la Palabra?
5) Oración final
• ¿Eres corazón acogedor y disponible, dócil para llegar a una comprensión plena de la Palabra?
5) Oración final
Los preceptos del Señor son
rectos,
alegría interior;
el mandato del Señor es límpido,
ilumina los ojos. (Sal 19,9)
alegría interior;
el mandato del Señor es límpido,
ilumina los ojos. (Sal 19,9)
Orden de los Carmelitas
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