¡Amor y paz!
Hoy celebramos la memoria de San Juan Crisóstomo. Juan Crisóstomo o Juan de Antioquía (Antioquía, 347
– Comana Pontica, 14 de septiembre de 407) fue clérigo cristiano eminente,
patriarca de Constantinopla. La Iglesia ortodoxa griega lo valora como uno de
los más grandes teólogos y uno de los tres pilares de esa Iglesia, juntamente
con Basilio el Grande y Gregorio Nacianceno.
Famoso por sus discursos
públicos. Un siglo después de su muerte, Juan de Constantinopla recibió el
título por el que se le conoce en la posteridad: Juan Crisóstomo. Término que
proviene del griego, chrysóstomos, y significa ‘boca de oro’ (chrysós, 'oro',
stoma, 'boca') en razón de su extraordinaria elocuencia que lo consagró como el
máximo orador entre los Padres griegos (Aciprensa).
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este miércoles de la 23ª semana del tiempo ordinario.
Dios nos bendice...
Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Colosenses 3, 1-11
Hermanos:
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los
bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios;
aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto, y vuestra vida está con
Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces
también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno
que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la
avaricia, que es una idolatría.
Eso es lo que atrae el castigo de Dios sobre
los desobedientes.
Entre ellos andabais también vosotros, cuando
vivíais de esa manera; ahora, en cambio, deshaceos de todo eso: ira, coraje,
maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca!
No sigáis engañándoos unos a otros.
Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y
revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta
llegar a conocerlo.
En este orden nuevo no hay distinción entre
judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos
y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.
Salmo
Sal 144, 2-3. 10-11. 12-13ab
R/.
El Señor es bueno con todos.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. R/.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R/.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. R/.
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según
san Lucas 6, 20-26
- «Dichosos los pobres, porque vuestro es el
reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque
quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres,
y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por
causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra
recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con
los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya
tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis
saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo
y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!
Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»
Reflexión
Vuestra vida está con Cristo
escondida en Dios
Para Pablo no hay duda: la fuerza de la vida
cristiana estriba en la unión con Cristo resucitado, en la que nos mete de
lleno el bautismo. Por eso, esto debe significar un morir al pecado y renacer
a una vida nueva. Nuestro destino como bautizados es vivir resucitados con
Cristo; si esto se cumple, el día a día de nuestra existencia tiene otro
color, ofrece y recibe más y mejor fiel amor.
Vivir
con los pies en la tierra, sí, pero sin atentar contra la luz de nuestro
horizonte, el cielo, que para nosotros bautizados en Cristo no es otra cosa
que seguir en fidelidad a Cristo y amar su proyecto de vida.
La nueva
condición del cristiano hace gala del discipulado del Señor, por eso decimos
con orgullo que nuestro mundo de arriba no es despistarse de aquí, sino
asumir la condición gloriosa de Cristo, el hombre nuevo, en contraposición
con el hombre viejo que habita en el mundo de abajo.
El
bautismo nos habilita para morir en Cristo al pecado y disfrutar de una vida
nueva. Pero toda esta hermosa vivencia de tan esperanzador misterio la
debemos conjugar con Cristo en Dios, en este itinerario que vamos recorriendo
en y desde la fe.
Dichosos cuando os proscriban a
causa del Hijo del Hombre
La versión que Lucas nos ofrece del proyecto
básico del Reino –sermón de la llanura- que proclama Jesús dista bastante de
la más conocida de Mateo (5,3-12) –sermón de la montaña-; aquí son
bienaventurados los pobres e infelices, y malditos los ricos de este mundo.
Los primeros porque, en su condición, son los privilegiados de la
misericordia de Dios Padre que se hace presente en el Reino que él anuncia;
los segundos son un grito lastimero ante una situación que lleva sin remedio
a la muerte, de ahí su desgarro.
El
recado central de las cuatro bienaventuranzas se puede resumir en la primera:
los pobres son los principales destinatarios de Jesús, porque sus carencias
revisten perfiles de inhumana injusticia. De ellos es el Reino de Dios porque
en ellos brilla la misericordia de un Dios que es Padre.
Por su
parte, los lamentos apuntan a los que se empeñan en ignorar el dolor que las
carencias causan en los más sencillos, y a los que se endiosan con demasiada
facilidad.
Más allá
de la formulación, es justo destacar que la fidelidad al evangelio de Jesús
tiene un plus no sólo de descrédito y persecución, sino también, y, sobre
todo, la recompensa que será evaluada en el cielo, que es lo mismo que decir
que Dios Padre no abandona nunca al que es fiel al proyecto del Reino, el
mensaje del Señor Jesús. Del que escucha la Palabra depende ubicarse en el
lado de las quejas o en el de las bienaventuranzas.
El antioqueno Juan Crisóstomo puso su admirable
elocuencia al servicio de la predicación del evangelio, sobre todo ante la
venalidad de los poderosos, lo que le causó más de un destierro. Es uno de
los cuatro grandes padres de Oriente.
Como cristianos –alto honor el de este nombre-
¿consideramos en nuestras decisiones y opciones la de leer nuestra vida a la
luz de la Palabra de Dios?
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