¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario,
en este viernes en que celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Dios nos bendice...
Primera lectura
Lectura del libro del Deuteronomio (7,6-11):
En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar, paga a quien lo aborrece, en su persona. Pon por obra estos preceptos y los mandatos y decretos que te mando hoy.»
Palabra de Dios
En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar, paga a quien lo aborrece, en su persona. Pon por obra estos preceptos y los mandatos y decretos que te mando hoy.»
Palabra de Dios
Salmo
Sal 102,1-2.3-4.6-7.8.10
R/. La misericordia del Señor dura siempre,
para los que cumplen sus mandatos
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.
R/. La misericordia del Señor dura siempre,
para los que cumplen sus mandatos
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-16):
Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
Palabra de Dios
Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.
Palabra de Dios
Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor
Reflexión del
Evangelio del día
Por puro amor
vuestro, Dios os eligió
La Solemnidad del
Sagrado Corazón de Jesús es un día muy oportuno para meditar en el Amor de
Dios. Este día nos recuerda, con mucha expresividad, la verdad más
consoladora para nuestras almas: Dios nos ama y nos ama con un corazón
humano, capaz de compadecerse de nuestras debilidades.
De que nos creamos o no
esta verdad, va a depender nuestra felicidad. Por eso, año tras año
celebramos esta Solemnidad.
Las lecturas de la
Eucaristía de hoy nos describen las características del Amor de Dios.
La primera lectura del
Deuteronomio, nos hace caer en la cuenta de que el amor de Dios es gratuito y
es fiel. Dios elige a un pequeño pueblo y no por méritos propios, sino por
puro amor, por mantener el juramento hecho a sus padres. Es como si Dios
dijera: “Amo porque amo, y amo por amar”, porque no sé hacer otra cosa.
El salmo nos recuerda
que es un amor compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia.
Todo esto si de verdad
nos lo creemos, tiene que tener unas consecuencias prácticas en nuestra vida.
Nuestro comportamiento tiene que estar en consonancia con los preceptos y
mandatos del Señor.
Amémonos unos a
otros, ya que el amor es de Dios
La segunda lectura sigue
ahondando en cómo es el amor de Dios y cómo debemos responder nosotros a ese Amor.
San Juan lo repite hasta la saciedad, para que quede bien claro y nadie se
llame a engaño.
De todos es sabido que
el principal mandamiento de la Ley de Dios es amar a Dios sobre todas las
cosas y al prójimo como a uno mismo. No se puede dar lo segundo sin lo
primero. Si no tenemos bien puesto el “cable de tierra” las altas tensiones
nos pueden fundir.
Dios que nos ha elegido
para ser su propiedad, nos ha llamado a permanecer en Él, nos pone como única
condición que nos amemos los unos a los otros.
Mi yugo es llevadero
y mi carga ligera
El Evangelio es como
clave de bóveda que da consistencia a todo lo que hemos dicho hasta aquí.
Jesús da gracias a Dios
porque ha revelado estas cosas a los pobres y sencillos. ¿Qué cosas? Que Dios
es Amor y nos ama.
Es verdad que Dios lo
revela a todos, pero en ocasiones hay cabezas muy pensantes a las que se les
pasan por alto las verdades expuestas con sencillez, y sólo los pobres las
entienden, es decir, se las creen y se dejan interpelar por ellas.
Pudiera ser que, aquí y
ahora, estemos dispuestos a creernos que Dios nos ama y nos perdona de todas
nuestras culpas, pero eso de amar al prójimo se nos hiciese muy cuesta
arriba, por algún motivo concreto. Para nosotros también Jesús tiene una
palabra de consuelo y esperanza: “cargad con mi yugo y aprended de mí, que
soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi
yugo es suave y mi carga ligera”.
Jesús no está quitando
importancia a tus sufrimientos, los propios de la convivencia humana, pero te
invita a ir junto a Él y los dos juntos cargad con el yugo de la
incomprensión, la calumnia, la injusticia, la explotación en el trabajo, la
infidelidad…Yugo que Él hace suyo para que la carga te sea más llevadera.
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