lunes, 3 de abril de 2017

«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 5ª. Semana de Cuaresma.

Dios nos bendice...

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):

EN aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Palabra del Señor

Comentario

El Evangelio de San Juan nos presenta una dramática escena de la vida de Jesús; mientras Él enseñaba al pueblo, un grupo de escribas y fariseos le traen a una mujer sorprendida en adulterio, y para ponerlo a prueba le preguntan: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés manda en la ley apedrear a estas mujeres.

¿Tú que dices?”. El silencio de Jesús escribiendo en el suelo nos hace meditar en esa nueva ley que el Señor desea escribir en el corazón humano: la del amor. Ante la cruel condena que realizan los conocedores de la ley de Moisés, el Maestro pronuncia una sentencia de sabiduría que pone al descubierto la maldad de los presentes: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. No quedó para ellos más que escabullirse, dejando solos a Jesús y a la mujer.

El diálogo de Jesús con la mujer denota la profunda humanidad del Maestro que no discrimina a nadie. Él no pone su mirada en el pecado cometido, sino en su dignidad de persona. Por eso actúa con misericordia y le da así una nueva oportunidad para regenerar su existencia. Jesús desecha el esquema machista de su pueblo, ya que para Dios varones y mujeres poseemos la misma dignidad: “No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos son uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).

Cuando somos tocados por Él nuestra vida adquiere un nuevo sentido. La mujer pecadora alcanzó de modo directo, en contacto con Jesús, el precioso don del perdón. Del mismo modo, nosotros peregrinos del Reino, somos mensajeros de la cercanía de Dios, dispensadores del amor que perdona sin límites. Podríamos preguntarnos personalmente qué tan acogedores y misericordiosos somos con el prójimo; si somos como Jesús, o como los escribas y fariseos.

Al ritmo de la Cuaresma, avanzamos para vivir con intensidad los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Que este tiempo sea la oportunidad para cambiar actitudes y conductas en el seno de nuestro hogar. Esforcémonos para que en nuestras familias se respete la dignidad de todos. No permitamos que el esquema machista domine nuestras conciencias. Aprendamos de Jesús a ser profetas defensores de la vida.

Freddy Ramírez, cmf.





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