lunes, 16 de enero de 2017

El sacerdocio de Cristo trasciende el antiguo y abarca en un solo arco tierra y cielo

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la II Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Carta a los Hebreos 5,1-10. 
Hermanos: Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede mostrarse indulgente con los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente por los pecados del pueblo, sino también por los propios pecados. Y nadie se arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón. Por eso, Cristo no se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Él dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, porque Dios lo proclamó Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec. 
Salmo 110(109),1.2.3.4. 


Dijo el Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
mientras yo pongo a tus enemigos
como estrado de tus pies».

El Señor extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde Sión,
en medio de tus enemigos!

Tú eres príncipe desde tu nacimiento,
con esplendor de santidad;
yo mismo te engendré como rocío,
desde el seno de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre,
a la manera de Melquisedec.»

Evangelio según San Marcos 2,18-22. 
Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!".  
Comentario


1.1 No pequeño camino tuvo que recorrer aquella primera generación de cristianos para atreverse a llamar a Cristo "Sumo Sacerdote". Era un término de pésimos recuerdos, pues fueron los sacerdotes judíos, asociados a los partidarios de Herodes y a los saduceos, los que principalmente tuvieron que ver con la traición y muerte a Jesús. Hombres perversos como Anás y Caifás ostentaron ese título que, entre otras cosas, ya no se vivía según las claras directrices del libro del Deuteronomio sino que había quedado reducido a la rapiña y el oportunismo de una élite de avivatos descreídos que zumbaban alrededor del templo.

1.2 Y ahora resulta que la Carta a los Hebreos llama a Cristo "sacerdote", y aún más: "sumo sacerdote". ¿Un retorno a las prácticas judaizantes? Todo lo contrario: un modo de extraer el zumo precioso de lo que fue voluntad de Dios para con el antiguo sacerdocio, presupuesto necesario para plantear de un modo profundo y trascendente el sacerdocio nuevo y eterno de Nuestro Señor. 

Ahí está por ejemplo lo que se dice, como espléndida definición del sacerdocio: "todo sumo sacerdote, en efecto, es tomado de entre los hombres y puesto al servicio de Dios en favor de los hombres, a fin de ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Está en grado de ser comprensivo con los ignorantes y los extraviados, ya que él también está lleno de flaquezas, y a causa de ellas debe ofrecer sacrificios por los pecados propios, a la vez que por los del pueblo" (Heb 5,1-3). Como presbítero de la Iglesia Católica, por misericordia de Dios, veo en esas palabras la quintaesencia del ministerio sacerdotal: tomado de entre los hombres, al servicio de los hombres, envuelto en fragilidad, comprensivo y orante... precioso modelo!

1.3 Ahora bien, el sacerdocio de Cristo, según apunta la Carta que comentamos, es "a la manera de Melquisedec" (Heb 5,10). Tal vez porque Cristo es sacerdote y rey, como lo fue Melquisedec (cf. Heb 7,1); tal vez porque el sacerdocio de Melquisedec carece del régimen de las genealogías que enredaron y oscurecieron tanto el sacerdocio levítico; tal vez por ambas razones. Lo que sí queda claro es que el sacerdocio de Cristo trasciende los laberintos y estorbos del sacerdocio antiguo. Su misión, perfecta y luminosa, abarca en un solo arco tierra y cielo.

2. Jesús, El Novio

2.1 Vayamos ahora al texto del evangelio de hoy. He aquí que buscando de qué acusar al Señor le han presionado sus detractores, mas de tal acoso ha salido una bellísima imagen: Jesús, el Novio.

2.2 Hubiera podido decirnos otras cosas, pero ha querido calificar la alegría de su presencia con una expresión entrañable y cálida: el Novio. No es posible ayunar cuando Él está.

2.3 Me gusta decir que Jesús no es un soltero ni un solterón; es un Novio. No ha cancelado sus bodas, pues sigue siendo verdad lo que dijo su Padre al principio: "no es bueno que el hombre esté solo" (Gén 2,18). Cristo no ha renunciado al matrimonio, lo ha aplazado para el momento final. Y es tal el gozo que de allí brota, que no es posible ayunar a la vista y degustación de tal banquete.



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