¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar la 1ª,
lectura, el Evangelio y el comentario, en este martes de la 34ª semana del
Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
Apocalipsis 14,14-19.
Yo, Juan, vi una nube blanca, sobre la cual estaba sentado alguien que parecía Hijo de hombre, con una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano. En seguida salió del Templo otro Ángel y gritó con voz potente al que estaba sentado sobre la nube: "Empuña tu hoz y siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha y los sembrados de la tierra están maduros". Y el que estaba sentado sobre la nube pasó su hoz sobre la tierra, y esta quedó segada. Entonces otro Ángel salió del Templo que está en el cielo, llevando también una hoz afilada. Y salió del altar otro Ángel -el que tiene poder sobre el fuego- y gritó con voz potente al que tenía la hoz afilada: "Empuña tu hoz y cosecha los racimos de la viña de la tierra, porque han llegado a su madurez". El Ángel pasó la hoz afilada sobre la tierra, cosechó la viña y arrojó los racimos en la inmensa cuba de la ira de Dios.
Evangelio según San Lucas 21,5-11.
Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo."
Comentario
1.1 La historia humana tiene una dirección; apunta a un desenlace.
Esto, que puede parecernos natural a los creyentes, no fue conocido ni creído
por la mayor parte del mundo antiguo. El hombre, individualmente considerado, o
la sociedad humana, vista en su conjunto, era para los antiguos como un corcho
que flota en las aguas de un océano sin ribera. Un corcho que se mueve pero no
avanza. Para nuestra fe es esencial una afirmación: la historia avanza. En
nuestros días y en nuestra propia vida hay algo que está madurando. Llegará la
cosecha.
1.2 El Apocalipsis anuncia la llegada de la cosecha. Es el tiempo
de la verdad; el tiempo para ver, no las hojas de las palabras, sino los frutos
de las obras, según la expresión de Santa Catalina de Siena. La verdad aparece,
todo engaño queda atrás, ninguna disculpa, ninguna retórica, ninguna publicidad
es necesaria ni es posible: el trigo ha madurado.
1.3 Cosecha de trigo y cosecha de uvas. Si Israel fue llamada
"viña de Dios" (Is 5,1ss; Mt 21,33ss), es porque hay un fruto que se
espera. Una cosecha que se vuelve vino de fiesta o libación para el sacrificio.
La imagen vigorosa de la hechura del vino nos impacta: hay que despedazar las
uvas, exprimirlas, sacar su sangre, para que en esa sangre aparezca la verdad
de la cosecha. Sólo en la sangre de las uvas se sabe qué había en la viña.
También el pueblo de Dios ha de prepararse a ser oprimido y vejado como esas
uvas, porque en su sangre, semejante a la del Cordero Degollado, aparece su
verdad más profunda. Los estudiosos ven en la espantosa medida de sangre (cerca
de 300 kilómetros) un modo de indicar una matanza que cubriría la extensión
entera de Palestina. Nadie escapará.
2. Una
construcción en ruinas
2.1 Las palabras del Señor en el evangelio de hoy anuncian de otro
modo una devastación comparable: del hermoso templo, reconstruido con tanto
esfuerzo, no quedará "piedra sobre piedra". Aún el acto elemental de
unir dos bloques de piedra tendrá que someterse al escrutinio devastador de
aquel día de la verdad desnuda.
2.2 Estas palabras, sin embargo, no son una invitación al pánico.
Cristo nos quiere despiertos y capaces de discernir; no ebrios de miedo, pues
también esta ebriedad, como la del licor o la de las preocupaciones, hace
incapaz de percibir los "signos de los tiempos". El Señor da por
adelantado las señas precedentes, para que nadie lea desde el rasero de sus
propios problemas, o su capacidad sicológica de aguante, el lenguaje de Dios en
la historia. Su palabra no depende del tamaño de nuestro miedo sino del tamaño
de su designio, en el que se conjugan amor, sabiduría y poder.
3. Comer
de la Cosecha
3.1 El Apocalipsis nos habla del trigo maduro y de la última
vendimia. Trigo para el pan; uvas para el vino. ¿Cómo no recordar aquella noche
última en que el Cuerpo del Señor y su Sangre fueron ofrecidas como banquete
último? Él mismo dijo: "de ahora en adelante no beberé del fruto de la
vid, hasta que venga el reino de Dios" (Lc 22,18).
3.2 Es posible que el sosiego del
templo nos engañe. Tal vez podemos olvidar el torrente de violencia humana y de
piedad divina que entran en juego cada vez que celebramos el Santo Sacrificio.
El Pan que comulgamos palpita de gracia, y la Copa arde de amor.
http://fraynelson.com/homilias.html.
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