¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer
y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la 15ª. Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Mateo 12,1-8.
Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado". Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".
Comentario
Hoy el Señor se acerca al
sembrado de tu vida, para recoger frutos de santidad. ¿Encontrará caridad, amor
a Dios y a los demás? Jesús, que corrige la casuística meticulosa de los
rabinos, que hacía insoportable la ley del descanso sabático: ¿tendrá que
recordarte que solo le interesa tu corazón, tu capacidad de amar?
«Mira, tus discípulos hacen
lo que no es lícito hacer en sábado» (Mt 12,2). Lo dijeron convencidos, eso es
lo increíble. ¿Cómo prohibir hacer el bien, siempre? Algo te recuerda que
ningún motivo te excusa de ayudar a los demás. La caridad verdadera respeta las
exigencias de la justicia, evitando la arbitrariedad o el capricho, pero impide
el rigorismo, que mata al espíritu de la ley de Dios, que es una invitación
continua a amar, a darse a los demás.
«Misericordia quiero y no
sacrificio» (Mt 12,7). Repítelo muchas veces, para grabarlo en tu corazón:
Dios, rico en misericordia, nos quiere misericordiosos. « ¡Qué cercano está
Dios de quien confiesa su misericordia! Sí; Dios no anda lejos de los contritos
de corazón» (San Agustín). ¡Y qué lejos estás de Dios cuando permites que tu
corazón se endurezca como una piedra!
Jesucristo acusó a los fariseos de condenar a los inocentes. Grave acusación. ¿Y tú? ¿Te interesas de verdad por las cosas de los demás? ¿Los juzgas con cariño, con simpatía, como quien juzga a un amigo o a un hermano? Procura no perder el norte de tu vida.
Pídele a la Virgen que te haga misericordioso, que sepas perdonar. Sé benévolo. Y si descubres en tu vida algún detalle que desentone de esta disposición de fondo, ahora es un buen momento para rectificar, formulando algún propósito eficaz.
Rev. D. Josep Ribot i
Margarit (Tarragona, España)
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