lunes, 7 de marzo de 2016

“Yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva”


¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la 1ª. Lectura, el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 4ª semana de Cuaresma.

Dios nos bendice...

Libro de Isaías 65,17-21. 
Así habla el Señor: Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos. 
Evangelio según San Juan 4,43-54. 
Jesús partió hacia Galilea. Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen". El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.  
Comentario

“Dice el Señor: Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva; en él habrá gozo y alegría perpetua”.

Toda la liturgia de este lunes nos habla de renovación y alegría. El profeta Isaías vaticina y anuncia lo que Dios va a realizar: “Voy a transformar Jerusalén en mi alegría”. La acción de Dios, a través del Mesías prometido, construirá una sociedad nueva, porque el Espíritu palpitará en todos los hombres y mujeres que escuchen la Palabra de Dios y vivan en armonía con su mensaje. Esta promesa de Dios sostuvo la esperanza del pueblo, que ha vivido con frecuencia la experiencia del sufrimiento y del dolor. Esto les hacía suspirar por “la tierra prometida”.

Jesús comenzó su vida pública y sus signos visibles en Caná de Galilea. Ahora vuelve otra vez al mismo lugar, en “donde le recibieron bien”. El Señor intensifica su acción benéfica y transformadora. Se conmovió ante la fe de un funcionario real y curó a su hijo. Este fue el segundo signo público de Jesús.

“Anda, tu hijo está curado. El hombre creyó en la palabra de Jesús”.

Todos sabemos los muchos desgarros y sufrimientos que crucifican a la sociedad de hoy. En ella vivimos los cristianos. Cada uno tenemos nuestra propia experiencia de alegría y tristeza; de esperanza y de desesperanza; de lealtad y traición, de... En este contexto resuena la Buena Noticia proclamada por Jesús. Él quiere liberar, salvar al ser humano. Pero, ¿queremos dejarnos salvar, amar por Él?. ¿Qué hacemos, cómo actuamos los cristianos para que el Reino, el amor avance y cure tantos males?

Ciertamente que la sociedad actual tiene muchos medios, se califica a si misma del “bienestar y progresista”. Pero, también es cierto que, la violencia, la injusticia –con su hija la miseria – también se globalizan. Jesús nos ha confiado la aplicación histórica de su obra renovadora, salvadora. ¿Le estamos respondiendo?. El Señor nos insiste: “Sed luz, sed sal, fermento en la masa”. ¿Lo somos o no lo somos?. ¿Queremos o no queremos arrepentirnos y ser portavoces vivos del Reino, en el que se forja y se participa de la alegría perpetua?.

Dominicos 2004 

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