¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer el Evangelio y el comentario, en este martes de la I semana de Adviento.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Lucas 10,21-24.
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".
Comentario
a) También ahora, en un
mundo autosuficiente, orgulloso de los progresos de la ciencia y la técnica,
sólo entran de veras en el espíritu del Adviento los sencillos de corazón. No
se trata de gestos solemnes o de discursos muy preparados. Sino de abrirse al
don de Dios y alegrarse de su salvación. Y esto no lo hacen los que ya están
llenos de sí mismos.
La alegría profunda de la
Navidad la vivirán los humildes, los que saben apreciar el amor que Dios nos
tiene. Ellos serán los que llegarán a conocer en profundidad al Hijo, porque se
lo concederá el Padre. No se contentarán de una alegría exterior y superficial:
sabrán reconocer la venida de Dios a nuestra historia. Mientras que habrá
muchos «sabios» para los que pasará el Adviento y la Navidad y no habrán visto
nada, saturados de su propia riqueza que no conduce a la salvación. O le
seguirán buscando en los libros o en los hechos milagrosos.
b) ¿Seremos nosotros de
esas personas sencillas que saben descubrir la presencia de Dios y salirle al
encuentro? ¿Mereceremos la bienaventuranza de Jesús: «dichosos los ojos que ven
lo que veis?». Cristo Jesús quiere seguir «viniendo» este año, a nuestra vida
personal y a la sociedad, para seguir cumpliendo el programa mesiánico de paz y
justicia que está en marcha desde su venida primera, pero que todavía tiene
mucho por recorrer, hasta el final de los tiempos. Porque la salvación «ya»
está entre nosotros, pero a la vez se puede decir que «todavía no» está del
todo.
c) En el mundo de hoy hay
muchas personas que esperan, muchos corazones que sufren y buscan: ¿cómo
notarán que el Salvador ya ha venido, y que es Cristo Jesús? ¿Quién se lo dirá?
¿Qué profeta Isaías les abrirá el corazón a la esperanza verdadera?
También hoy, como en el
panorama que dibuja el profeta, el mejor signo de la venida del Mesías será si
se ve más paz, más reconciliación y más justicia, en el nivel internacional y
también en el doméstico, en cada familia, en cada comunidad religiosa, en la
parroquia, en nuestro trato con las demás personas, aunque sean de diferente
carácter y gusto. Así podremos anunciar que el Salvador ya está en medio de
nosotros, que es Adviento y Navidad. Y del tronco que parecía seco brotará un
renuevo, y dará fruto, y nos invitará a la esperanza.
d) En cada Eucaristía,
además de hacer memoria de la Pascua del Señor, y de dejarnos llenar de su
gracia y su alimento, también lanzamos una mirada hacia el futuro: «mientras
esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo». El «ven, Señor
Jesús» lo cantamos muchas veces después del relato de la institución
eucarística. Como dijo Pablo, «cada vez que comáis y bebáis, proclamáis la
muerte del Señor hasta que venga».
La esperanza nos hace
mirar lejos. No sólo a la Navidad cercana, sino a la venida gloriosa y
definitiva del Señor, cuando su Reino haya madurado en todo su programa.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Págs. 19-22
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Págs. 19-22
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