¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este 21er Domingo del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 6,60-69.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".
Comentario
Entre
los años 73 y 71 antes de Cristo se desarrolló una lucha entre un inmenso
ejército de esclavos, liderados por Espartaco, contra el Imperio romano, que ha
sido reseñada por la historia como la Guerra de los Esclavos, o la Guerra de
los Gladiadores. No son muchos los datos que se conservan de la vida de
Espartaco. Sabemos que era originario de la Tracia y que militó en las tropas
auxiliares romanas. Su deserción le llevó a la esclavitud, siendo destinado a
ser gladiador debido a su fuerza física. En el año 73 a.C. está en una escuela
de gladiadores en Capua donde unos 200 gladiadores organizaron un complot
durante el verano. Los conspiradores fueron descubiertos pero un grupo de 70
consiguió alejarse de la ciudad bajo la dirección de Espartaco y algunos más.
Poco a poco, Espartaco
logró organizar un ejército formado por unos 100.000 hombres y se dirigió al
norte de la península con el fin de abandonar Italia y recuperar la libertad.
Entre los propios esclavos empezaron a surgir desacuerdos, lo que favoreció que
las tropas romanas obtuvieran algunas victorias. Espartaco y sus seguidores
alcanzaron la Galia Cisalpina pero en ese momento regresaron a Roma. En Lucania
el ejército esclavo fue cercado por las tropas del pretor Marco Licinio Craso
ya que la posibilidad de pasar a Sicilia fracasó porque los piratas contratados
para el transporte traicionaron a Espartaco. En el año 71 a.C. se produjo el
último enfrentamiento en Silaro, después del cual murieron crucificados unos
60.000 esclavos, entre ellos Espartaco.
En el año 1960 se produjo
una película que recoge esta historia de luchas y fracasos bajo la dirección de
Stanley Kubrick y con Kirk Douglas como
protagonista. En 1961, la cinta ganó cuatro premios Oscar de la Academia. La
última parte de la película presenta la lucha encarnizada entre dos fuerzas
desiguales: Un ejército romano muy bien organizado y un ejército de esclavos
luchando con pasión por su libertad, pero sin los recursos necesarios para
triunfar. Finalmente, el ejército romano busca entre los prisioneros de guerra
al jefe de esta rebelión. Delante de los esclavos vencidos, un oficial romano
pregunta: “¿Quién de ustedes es Espartaco?” Cuando Espartaco está a punto de
levantarse para dar la cara al enemigo, aparece la mítica secuencia donde los
esclavos que han sobrevivido comienzan a ponerse en pie para repetir, uno a
uno, "Yo soy Espartaco", con el fin de proteger a su líder.
Cuando Jesús propuso su proyecto a sus
seguidores, muchos se sintieron desanimados y se dijeron: “Esto que dice es muy
difícil de aceptar; ¿quién puede hacerle caso?” Y por esto, “muchos de los que
habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él. Jesús les preguntó a
los doce discípulos: ¿También ustedes quieren irse? Simón Pedro le contestó: –
Señor, ¿a quién podemos ir? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros
ya hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. La invitación de
Jesús no es fácil y muchas veces tendremos deseos de volver atrás. En los
momentos más difíciles de nuestra propia vida, necesitaremos llenarnos de valor
para responder, como Pedro, “Señor, ¿a quién podemos ir? Tu tienes palabras de
vida eterna”; o, como los compañeros de luchas de Espartaco, levantarnos para
decir ante el mundo, “Yo soy Espartaco”, y dar la cara por nuestro Señor.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad
de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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