¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario en este domingo en que celebramos la solemnidad de los Santísimos
Cuerpo y Sangre de Cristo.
Dios nos bendice…
Evangelio según San
Marcos 14,12-16.22-26.
El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?". Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'. Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario". Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Comentario
1.2 Si con el don del Espíritu Santo en Pentecostés la Iglesia
nace y se encamina por las vías del mundo, un momento decisivo de su formación
es ciertamente la institución de la Eucaristía en el Cenáculo. Su fundamento y
su hontanar es todo el Triduo Pascual, pero éste está como incluido,
anticipado, y "concentrado" para siempre en el don eucarístico. En
este don, Jesucristo entregaba a la Iglesia la actualización perenne del
misterio pascual. Con él instituyó una misteriosa "contemporaneidad"
entre aquel Triduo y el transcurrir de todos los siglos.
1.3 La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y
por Él es iluminada. La Eucaristía es misterio de fe y, al mismo tiempo,
"misterio de luz". Cada vez que la Iglesia la celebra, los fieles
pueden revivir de algún modo la experiencia de los dos discípulos de Emaús:
"Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron" (Lc 24, 31).
1.4 La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de
los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede
tener en su caminar por la historia. Así se explica la esmerada atención que ha
prestado siempre al Misterio eucarístico, una atención que se manifiesta
autorizadamente en la acción de los Concilios y de los Sumos Pontífices. ¿Cómo
no admirar la exposición doctrinal de los Decretos sobre la Santísima
Eucaristía y sobre el Sacrosanto Sacrificio de la Misa promulgados por el
Concilio de Trento? Aquellas páginas han guiado en los siglos sucesivos tanto
la teología como la catequesis, y aún hoy son punto de referencia dogmática para
la continua renovación y crecimiento del Pueblo de Dios en la fe y en el amor a
la Eucaristía.
2. Misterio de la Fe
2.1 La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no
sólo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don
por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad
y, además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada al pasado, pues
"todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres
participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos...".
2.2 Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte
y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento
central de salvación y "se realiza la obra de nuestra redención".
Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que
Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado
el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo
fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos inagotablemente. Ésta es la fe
de la que han vivido a lo largo de los siglos las generaciones cristianas. Ésta
es la fe que el Magisterio de la Iglesia ha reiterado continuamente con gozosa
gratitud por tan inestimable don. Deseo, una vez más, llamar la atención sobre
esta verdad, poniéndome con vosotros, mis queridos hermanos y hermanas, en
adoración delante de este Misterio: Misterio grande, Misterio de misericordia.
¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía nos
muestra un amor que llega "hasta el extremo" (Jn 13, 1), un amor que
no conoce medida.
2.3 La eficacia salvífica del
sacrificio se realiza plenamente cuando se comulga recibiendo el cuerpo y la
sangre del Señor. De por sí, el sacrificio eucarístico se orienta a la íntima
unión de nosotros, los fieles, con Cristo mediante la comunión: le recibimos a
Él mismo, que se ha ofrecido por nosotros; su cuerpo, que Él ha entregado por
nosotros en la Cruz; su sangre, "derramada por muchos para perdón de los
pecados" (Mt 26, 28). Recordemos sus palabras: "Lo mismo que el
Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma
vivirá por mí" (Jn 6, 57). Jesús mismo nos asegura que esta unión, que Él
pone en relación con la vida trinitaria, se realiza efectivamente. La Eucaristía
es verdadero banquete, en el cual Cristo se ofrece como alimento. Cuando Jesús
anuncia por primera vez esta comida, los oyentes se quedan asombrados y
confusos, obligando al Maestro a recalcar la verdad objetiva de sus palabras:
"En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre,
y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6, 53). No se
trata de un alimento metafórico: "Mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida" (Jn 6, 55).
http://fraynelson.com/homilias.html.
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