¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 8ª. Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Marcos 11,27-33.
Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él y le dijeron: "¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?". Jesús les respondió: "Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?". Ellos se hacían este razonamiento: "Si contestamos: 'Del cielo', él nos dirá: '¿Por qué no creyeron en él?'. ¿Diremos entonces: "De los hombres'?". Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: "No sabemos". Y él les respondió: "Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas".
Comentario
a) La escena de hoy es
continuación de la de ayer: ante el gesto profético de Jesús expulsando a los
mercaderes y cambistas del Templo, las autoridades, alborotadas por un gesto
tan provocativo, envían una delegación a pedirle cuentas de con qué autoridad lo
ha hecho.
Jesús no les contesta,
sino que a su vez les propone una pregunta. Cuando él ve que no hay fe, o que
hay doblez en la pregunta, considera inútil dar argumentos. A veces se calla
dignamente, como ante Caifás, Pilatos o Herodes. A veces contesta con un
argumento ad hominem o planteando a su vez preguntas, como en el caso de la
moneda del César. Jesús también sabe ser astuto y poner trampas a sus
interlocutores, desenmascarando sus intenciones capciosas.
La pregunta de los jefes
no era sincera. Sólo el Mesías, o quien viene con autoridad de Dios, podía
tomar una actitud así, acompañada como está, además, de signos milagrosos que
no pueden ser sino mesiánicos. Pero eso no lo admiten. Es inútil razonar con
estas personas. Jesús no les va a dar el gusto de afirmar una cosa que no van a
aceptar y que les daría motivos de acelerar su decisión de eliminarlo. Desde
ahora se van a precipitar las cosas, con fuertes controversias que desembocarán
en el proceso y la ejecución de Jesús.
b) Ante los gestos proféticos
que también ahora se dan en el mundo y en la Iglesia, deberíamos afinar un poco
más nuestra reacción.
Hay que saber discernir
personal y comunitariamente, bajo la guía de los responsables de la comunidad,
si los movimientos o las voces nuevas vienen o no del Espíritu. Pero no
deberían ser los intereses personales o el orgullo o la pereza ante los cambios
lo que motive nuestra decisión. Los jefes que interpelan a Jesús, llenos de
autoridad ellos, llenos de sabiduría, rechazan ya de entrada toda explicación
que les vaya a dar: ¿quién es éste para poner en tela de juicio nuestra manera
de organizar las cosas del Templo?
Cuando no nos interesa un
mensaje, intentamos desautorizar al mensajero. Cuando un profeta nos interpela
en una dirección que sacude nuestros hábitos mentales o nuestra comodidad o
nuestros intereses, en lugar de preguntarnos si vendrá de Dios, nos dedicamos
rápidamente a desprestigiar al profeta, para no tener que hacerle caso. A los
judíos les pasó con el Bautista y luego con Jesús. A nosotros nos pasa siempre
que en nuestro camino vemos u oímos voces proféticas que ponen en evidencia
nuestra pereza y nuestros fallos, o nos estimulan hacia caminos más exigentes.
Lo hacemos con mayor disimulo que los jefes de Jerusalén. Pero lo hacemos. Ignoramos
al profeta. No nos damos por enterados de lo que Dios nos estaba queriendo
decir. Luego no nos quejemos de la obstinación de los judíos.
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 235-238
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997. Págs. 235-238
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