¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 2ª. Semana de
Pascua.
Dios nos bendice…
Evangelio
según San Juan 6,16-21.
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. Él les dijo: "Soy yo, no teman". Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.
Comentario
Cristo dirigió muchas
veces esta invitación a los hombres con que se encontraba. Esto dijo el Ángel a
María: "No tengas miedo" (cfr. Lucas 1,30). Y esto mismo a José:
"No tengas miedo" (cfr. Mateo 1,20). Cristo lo dijo a los Apóstoles,
y a Pedro, en varias ocasiones, y especialmente después de su Resurrección, e
insistía: "¡No tengáis miedo!"; se daba cuenta de que tenían miedo porque
no estaban seguros de si Aquel que veían era el mismo Cristo que ellos habían
conocido. Tuvieron miedo cuando fue apresado, y tuvieron aún más miedo cuando,
Resucitado, se les apareció. Esas palabras pronunciadas por Cristo las repite
la Iglesia. Y con la Iglesia las repite también el Papa. Lo ha hecho desde la
primera homilía en la plaza de San Pedro: "¡No tengáis miedo!" No son
palabras dichas porque sí, están profundamente enraizadas en el Evangelio; son,
sencillamente, las palabras del mismo Cristo.
¿De qué no debemos tener
miedo? No debemos temer a la verdad de nosotros mismos. Pedro tuvo conciencia
de ella, un día, con especial viveza, y dijo a Jesús: "¡Apártate de mí,
Señor, que soy un hombre pecador!" (Lucas 5,8). Pienso que no fue sólo Pedro
quien tuvo conciencia de esta verdad. Todo hombre la advierte. La advierte todo
Sucesor de Pedro. La advierte de modo particularmente claro el que, ahora, le
está respondiendo. Todos nosotros le estamos agradecidos a Pedro por lo que
dijo aquel día: "¡Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!"
Cristo le respondió: "No temas; desde ahora serás pescador de
hombres" (Lucas 5,10). ¡No tengas miedo de los hombres!
El hombre es siempre
igual; los sistemas que crea son siempre imperfectos, y tanto más imperfectos
cuanto más seguro está de sí mismo. ¿Y esto de dónde proviene? Esto viene del
corazón del hombre, nuestro corazón está inquieto; Cristo mismo conoce mejor
que nadie su angustia, porque "Él sabe lo que hay dentro de cada
hombre" (cfr. Juan 2,25).
"No Tengan Miedo...
Soy Yo", Una Meditación de Juan Pablo II
http://fraynelson.com/homilias.html.
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