¡Amor y paz!
Leemos hoy las últimas recomendaciones del sermón de
la montaña. Si ayer se nos decía que un árbol tiene que dar buenos frutos, y si
no, es mejor talarlo y echarlo al fuego, hoy se aplica la misma consigna a
nuestra vida: «no todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los
cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre».
No se trata de decir palabras piadosas, sino de
cumplir lo que esas palabras prometen. No debe haber divorcio entre las
palabras y los hechos. A continuación, y como final de todo el discurso, Jesús
propone una comparación relacionada con la misma idea: el edificio que se
construye sobre roca o sobre arena. Es una imagen muy plástica: si la casa está
edificada sobre roca, resistirá las inclemencias. Si sobre arena, pronto se
derrumbará.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, este jueves de la 12º semana del tiempo Ordinario.
Dios nos bendice…
Evangelio según San Mateo 7,21-29.
Jesús dijo a sus discípulos: No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?'. Entonces yo les manifestaré: 'Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal'. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande". Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.
Comentario
Nosotros escuchamos muchas veces las palabras de
Jesús. Pero no basta. Si además intentamos ponerlas por obra en nuestra vida,
entonces sí construimos sólidamente el edificio de nuestra persona o de la
comunidad. Si nos contentamos sólo con escucharlas y, luego, a lo largo del
día, no nos acordamos más de ellas y seguimos otros criterios, estamos
edificando sobre arena.
Jesús nos avisa que, si no se dan estos frutos
prácticos, no nos valdrá recurrir a que hemos dicho cosas bonitas, o rezado, o
profetizado en su nombre, o incluso expulsado demonios. Nosotros mismos,
construyendo el futuro en falso, nos estamos abriendo nuestra propia tumba. A
la corta o a la larga, vamos a la ruina.
Uno, en la juventud, es libre de edificar su vida
como quiera: pero si descuida su salud, o los valores humanos, o la preparación
cultural y profesional, o se deja llevar de costumbres y vicios que, al
principio, no parecen peligrosos, él mismo está condicionando su futuro.
¿Sobre qué estoy edificando yo mi vida: sobre roca,
sobre arena? ¿Sobre qué construyo mis amistades, o mi vida de familia, o mi
apostolado: sobre engaños y falsedades? ¿Y me extrañaré de que los
derrumbamientos que veo en otras personas o en otras instituciones me puedan
pasar también a mi?
J.
ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 73-77
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 73-77
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