¡Amor y paz!
El canal católico
colombiano Cristovisión tiene un eslogan muy apropiado y que sintetiza el
Evangelio que la Iglesia nos propone leer y meditar hoy: ‘Para ver el mundo con
los ojos de Jesús’. Ese es el gran reto. Es la tarea que debemos realizar
diariamente para vivir en el mundo sin ser del mundo, como corresponde a un
buen discípulo de Cristo, que tiene la mira puesta en lo trascendente.
Los invito,
hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de
la VI Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San
Marcos 8,22-26.
Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. Él tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: "¿Ves algo?". El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: "Veo hombres, como si fueran árboles que caminan". Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: "Ni siquiera entres en el pueblo".
Comentario
I. Con frecuencia
nos encontramos a muchos ciegos espirituales que no ven lo esencial: el rostro
de Cristo, presente en la vida del mundo. El Señor habló muchas veces de este
tipo de ceguera, cuando decía a los fariseos que eran ciegos (3). Es un gran
don mantener la mirada limpia para el bien, para encontrar a Dios en medio de
los propios quehaceres, para ver a los hombres como hijos de Dios, para
penetrar en lo que verdaderamente vale la pena, para contemplar junto a Dios la
belleza divina que dejó como un rastro en las obras de la creación. Además es
necesario tener la mirada limpia para que el corazón pueda amar, para
mantenerlo joven. Mirada limpia no sólo en lo que se refiere directamente a la
lujuria, sino en otros campos que también caen en la “concupiscencia de los
ojos”: afán de poseer ropas, objetos, comidas o bebidas. No se trata de “no
ver”, sino de “no mirar” lo que no se debe mirar, de vivir sin rarezas el
necesario recogimiento para tener siempre presente el rostro de Cristo.
II. El cristiano ha
de saber –poniendo los medios necesarios- quedar a salvo de esa gran ola de
sensualidad y consumismo que parece querer arrasarlo todo. No tenemos miedo al
mundo porque en él hemos recibido nuestra llamada a la santidad, ni tampoco
podemos desertar, porque el Señor nos quiere como fermento y levadura. Debemos
estar vigilantes con una auténtica vida de oración y sin olvidar que las
pequeñas mortificaciones –y las grandes, cuando el Señor las pida- han de
mantenernos siempre en guardia, como el soldado que no se deja vencer por el
sueño, porque es mucho lo que depende de su vigilia. A un alma que viviera en
un clima sensual que prolifera en los espectáculos que da lugar a muchos
pecados internos y externos contra la castidad, le sería imposible seguir a
Cristo de cerca... y quizá tampoco de lejos.
III. El
Cristianismo no ha cambiado: Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y siempre
(Hebreos 13, 8), y nos pide la misma fidelidad, fortaleza y ejemplaridad que
pedía a los primeros discípulos. También ahora deberemos navegar contra
corriente en muchas ocasiones. Nuestra lealtad con Dios nos ha de llevar a
evitar las ocasiones de peligro para el alma. Y si por estar mal informados
asistiéramos a un espectáculo que desdice de la moral, la conducta que sigue un
buen cristiano es levantarse y marcharse con naturalidad, sin miedo a parecer
raro. Pidamos a San José que nos ayude a conservar nuestra mirada limpia para
poder contemplar a Dios algún día.
"Hablar con Dios"
Francisco Fernández Carvajal
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
Francisco Fernández Carvajal
Resumido por Tere Correa de Valdés Chabre
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