¡Amor y paz!
Hay dos dimensiones de la
vida de todo cristiano que encontramos bien delineadas en este pasaje. La
oración y la acción. No son dos actividades aisladas la una de la otra. No se
limitan a momentos determinados. Se trata de actitudes, más que de actos.
Oración para llenarnos de Cristo. Acción para comunicarlo a los demás.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la IV Semana del
Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 6,30-34.
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Comentario
Cristo combinaba
sabiamente con sus apóstoles estos dos ingredientes: la oración y la acción.
Los apóstoles vuelven de predicar y hacer milagros y Cristo se los lleva a un
lugar solitario, para estar con ellos, para charlar, para que compartan con él
sus alegrías y dificultades, sus victorias y derrotas. Le encanta estar con sus
amigos. Disfruta cuando lo buscamos y le abrimos nuestro corazón. Cuando le
miramos para aprender de Él, cuando le confiamos nuestras inquietudes y dudas.
Y este contacto con el Maestro deja una huella en nuestra vida. “La oración es
el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el
hombre tenga sed de él” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2560)
Es peligrosa la pretensión
de querer hacer muchas obras y acciones por el bien de los demás, si no nos
damos tiempo para estar con Cristo, a quien vamos a predicar. Pero también es
un error el quedarnos solos con Él, sin salir al encuentro de nuestros
hermanos. Dios nos quiere en la oración y en la acción, siempre de la mano de
Cristo. Cuando Él estaba con sus apóstoles, la multitud les vio y se acercó de
nuevo. Y Cristo, compadecido, se puso a enseñarles junto con los apóstoles.
Ser cristianos significa
que seguimos a Cristo. Seguir sus huellas, andar detrás de Él. Anuncio,
dinamismo, movimiento, entrega. No fuimos elegidos para la pasividad y el
acomodamiento.
Ignacio
Sarre
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