Una conversión única
celebra la Iglesia. Es la conversión de san Pablo. Este acontecimiento suscitó
un estremecimiento tal en aquellas primitivas comunidades que no pudieron menos
de recordarlo y celebrarlo. Celebraran en última instancia a Dios nuestro Padre
que seguía ahora como en los tiempos antiguos haciendo maravillas.
Cómo sería de sorprendente
este acontecimiento que lo narran tres veces los Hechos de los Apóstoles y san
Pablo mismo hace alusión varias veces al mismo en sus epístolas. Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado en que celebramos la fiesta de la conversión del apóstol San Pablo.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos
16,15-18.
Entonces les dijo:
"Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El
que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos
prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y
hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si
beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los
enfermos y los curarán".
ComentarioEl bienaventurado Pablo que nos reúne hoy ha iluminado al mundo entero. Cuando fue llamado se quedó ciego. Pero esta ceguera hizo de él una antorcha para el mundo. Veía para hacer el mal. En su sabiduría, Dios le volvió ciego para iluminarle para el bien. No solamente le manifestó su poder sino que le reveló las entrañas de la fe que iba a predicar. Había que alejar de él todos los prejuicios, cerrar los ojos y perder las luces falsas de la razón para percibir la buena doctrina, “hacerse loco para llegar a ser sabio” como él mismo dirá más tarde (cf 1 Cor 3,18)... No hay que pensar que esta vocación le ha sido impuesta. Pablo era libre para escoger...
Impetuoso, vehemente, Pablo tenía necesidad de un freno enérgico para no dejarse llevar por la fuga y despreciar la llamada de Dios. Dios, pues, de antemano reprimió este ímpetu, cubriéndolo con la ceguera, apaciguando su cólera. Luego, le habló. Le dio a conocer su sabiduría inefable para que reconociera a aquel que perseguía y comprendiera que no podría resistirse a su gracia. No es la privación de la luz lo que le hizo quedar ciego sino el exceso de ella...
Dios escogió este momento. Pablo es el primero en reconocerlo: “Pero cuando Aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo.” (Gal 1,15)... Aprendamos, pues, de boca de Pablo, que ni él, ni nadie después de él, ha encontrado a Cristo por su propio espíritu. Es Cristo que se revela y se da a conocer, como lo dice el mismo Salvador: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (cf Jn 15,16).
San
Juan Crisóstomo (c. 345- 407), sacerdote en Antioquia después obispo de
Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía 4 sobre San Pablo, 1-2
Homilía 4 sobre San Pablo, 1-2
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