¡Amor y paz!
Jesús
se compadece de la muchedumbre. Y la misión de Jesús se prolonga por
medio de sus discípulos. Es para Cristo y para ellos la hora de la compasión
con los hermanos, los hombres y mujeres de todos los tiempos. ¡Cuántos marchan
por la vida como ovejas sin pastor! Necesitan de nuestra ayuda. Todo cristiano
ha de ser necesariamente misionero, aunque en esto existan grados y modos
diversos. Todos estamos obligados a difundir el mensaje de salvación, con
nuestras oraciones y sacrificios, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la 1ª. Semana de
Adviento.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 9,35-38.10,
1.5a.6-8.
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha." Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.
Comentario
Con gran corazón, con inmenso amor hagámonos
solidarios de todos los males y sufrimientos de los hombres que nos rodean y de
los que viven a mucha distancia de nosotros. Todos son hermanos nuestros y a
todos debe llegar nuestra ayuda. «A Ti levanto mi alma». Tal es el clamor que
debe brotar de nuestro corazón en este tiempo de Adviento al contemplar tanta
miseria moral en nosotros y en todos los hombres. Ningún poder humano puede
darnos la redención verdadera, la liberación que en realidad necesitamos todos
los hombres. Únicamente Jesucristo, el Hijo de Dios humanado, nos puede salvar.
San Buenaventura lo afirma orando:
«Clama, alma devota, cercada de tantas miserias,
clama a Jesús y dile: “¡Oh Jesús, Salvador del mundo, sálvanos, ayúdanos, oh
Señor Dios Nuestro!, esforzando a los débiles, consolando a los afligidos,
socorriendo a los frágiles, consolidando a los vacilantes”... ¡Alégrate, viendo
que Jesús ahuyenta los demonios en la remisión del pecado, alumbra a los ciegos
infundiendo el verdadero conocimiento, resucita a los muertos al conferir la
gracia, cura los enfermos, sana los cojos, endereza a los paralíticos y
contraídos, robusteciendo su espíritu, a fin de que sean fuertes y
varoniles por la gracia los que antes eran flacos y cobardes por la culpa» (Las
cinco festividades del Nacimiento de Jesús, fest. III, 3)
Fuente: Fundación Gratis Date
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.
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