viernes, 14 de diciembre de 2012

¿Cuál es nuestra disculpa para no creerle a Jesús?

¡Amor y paz!

Jesús echa en cara a su generación que no recibe a los enviados de Dios, ni al Bautista ni a Él mismo. “Vino al mundo y los suyos no le recibieron”. ¿Qué decir de esta generación nuestra? ¿Qué hará falta para que el Señor Jesús sea creíble y acogido.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el evangelio y el comentario, en este viernes de la 2ª. Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 11,16-19.
¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: '¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!'. Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: '¡Ha perdido la cabeza!'. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: 'Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores'. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras". 
Comentario

Tampoco hicieron caso al Bautista muchos de sus contemporáneos, ni al mismo Jesús, que acreditaba sobradamente que era el Enviado de Dios.

«Vino al mundo y los suyos no le recibieron».

Esta vez la queja está en labios de Jesús, con la gráfica comparación de los juegos y la música en la plaza. Un grupo de niños invita a otro a bailar con música alegre, y los otros no quieren. Les cambian entonces la música, y ponen una triste, pero tampoco. En el fondo, es que no aceptan al otro grupo, por el motivo que fuera. Tal vez por mero capricho o tozudez.

La aplicación de Jesús es clara. El Bautista, con su estilo austero de vida, es rechazado por muchos: tiene un demonio, es demasiado exigente, debe ser un fanático. Viene Jesús, que es mucho más humano, que come y bebe, que es capaz de amistad, pero también le rechazan: «es un comilón y un borracho». 

En el fondo, no quieren cambiar. Se encuentran bien como están, y hay que desprestigiar como sea al profeta de turno, para no tener que hacer caso a su mensaje. De Jesús, lo que sabe mal a los fariseos es que es «amigo de publicanos y pecadores», que ha hecho una clara opción preferencial por los pobres y los débiles, los llamados pecadores, que han sido marginados por la sociedad. La queja la repetirá Jesús más tarde: Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos, y no quisiste.

a) ¿Cuál será la excusa de nuestra negativa? ¿Sí no nos decidimos a entrar en el Adviento y a vivir la Navidad?

El retrato de muchos cristianos que no se toman en serio a Cristo Jesús en sus vidas puede ser en parte el mismo que el de las clases dirigentes de Israel, al no aceptar a Juan ni a Jesús: terquedad, obstinación y seguramente también infantilismo e inmadurez.

Hay personas insatisfechas crónicas, que se refugian en su crítica, o ven sólo lo malo en la historia y en las personas, y siempre se están quejando. Esta actitud les resulta, tal vez sin pensarlo explícitamente, la mejor excusa para su voluntad de no cambiar. Este papa no les convence porque es polaco. El anterior, porque era italiano. A aquél porque dudaba, a éste porque no duda.

Y así con muchas otras personas o campañas o tareas. Nos cuesta comprometernos. Y es que si tomamos en serio a Cristo, y a su Iglesia, y los dones de su gracia, eso cambia nuestra vida, y se ponen en juicio nuestros criterios, y se nos coloca ante la alternativa del seguimiento del Evangelio de Cristo o del de este mundo.

b) ¿Cuántos Advientos hemos vivido ya en nuestra historia? ¿De veras acogemos al Señor que viene? Cada año se nos invita a una opción: dejar entrar a Dios en nuestra vida, con todas las consecuencias. Pero nos resulta más cómodo disimular y dejar pasar el tiempo.

En vez de decir o cantar tantas veces el «ven, Señor Jesús», podríamos decir con sinceridad este año: «voy, Señor Jesús».

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Págs. 45-47

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