¡Amor y paz!
Después de la lectura
continua de los evangelios de Marcos y de Mateo, abordamos hoy el evangelio
según san Lucas, que nos conducirá hasta el fin de noviembre -de la 22ª a la
34ª semana del tiempo ordinario-.
Como los evangelios
relativos a la infancia de Jesús fueron leídos durante el Adviento y el tiempo
de Navidad, empezamos hoy en el capítulo
cuarto de san Lucas: Jesús tiene treinta años y aborda su vida pública.
-Lucas... ¿Quién era? Con
ese tercer evangelista pasamos a otro mundo, que no es ya el de los judíos.
Lucas nació en Antioquía de Siria. Pertenecía a la sociedad pagana cultivada, y
ejercía la medicina como profesión.
Siendo adulto, convertido
quizá por san Pablo, pasó muy pronto a ser compañero de apostolado de él.
Lucas construye su
evangelio, evidentemente, con elementos comunes a Marcos y a Mateo. Pero él
mismo indica cómo llevó su propia encuesta personal con los testigos oculares
que vivían aún. (Lucas 1, 2). Hay pues pasajes de los que él es el único
relator.
El griego empleado es el
más literario y el más artísticamente redactado de todo el Nuevo Testamento.
Lucas, como todo autor,
tiene características y acentos propios: es el evangelio de la alegría, de la
misericordia, de la vida interior y de la oración... Es un evangelio
eminentemente social, que quiere promover una sociedad más justa y más
dichosa... Todos los oprimidos de la sociedad antigua son valorizados: el niño,
la mujer, los pobres...
Dirigiéndose a ambientes
cultivados del mundo pagano, evita las alusiones a las costumbres judías que
habrían chocado o habrían exigido demasiadas explicaciones a la gente que no
las conocía (Noel Quesson).
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXII Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 4,16-30.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?". Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún". Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Comentario
El texto del Evangelio
según san Lucas nos suena a cosa conocida. Lo encontramos casi literalmente en
el capítulo 13 de san Mateo. Ello no obstante, conviene recordar tan luminosos
pensamientos y actitudes. Jesús se siente el Enviado, el Mesías, el Salvador.
Tiene plena conciencia de quién es y a qué viene, y lo expresa públicamente en
forma sobrecogedora: en mí se están cumpliendo las profecías.
Los nazaretanos no le
comprenden; pero están al tanto de que ya ha obrado milagros por Cafarnaúm, y
le arguyen de frente: si quieres que aceptemos esas palabras tuyas,
demuestra primero con milagros quién eres de verdad. Si no, cállate. ¡Lenguaje
lamentable! De ahí que Jesús añada: ¿para qué milagros? Ningún profeta es bien
mirado en su tierra. Me pedís exhibición de milagros, y a mí lo que me interesa
es encontrar actitud de fe. Vuestro camino no es bueno.
No repitamos nosotros la
escena: Donde percibamos aliento y presencia de Dios, abrámonos a ella. Donde
percibamos que hay dolor, sufrimiento, pongamos ayuda. Donde percibamos
que hay injusticia, pongamos verdad. Donde percibamos que a la mente le falta
corazón, pongamos amor...
Dominicos
2003
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