¡Amor y paz!
Dejamos la sección de los
discursos en el evangelio según Mateo y seguimos con los
hechos. El hilo conductor es el misterio de la persona de Jesús que se aclara
más y más, mientras paradójicamente aumenta la incredulidad de las masas. Por
eso, ahora no lo siguen sino algunos de sus discípulos.
En el texto de hoy, a los
paisanos de Jesús les pasa lo que a muchos: lo oyen, lo admiran, se enteran de sus
milagros, pero no son capaces de trascender y no llegan a aceptarlo como el Hijo
de Dios.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este viernes de la XVII Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 13,54-58.
Y, al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. "¿De dónde le viene, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia". Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente.
Comentario
Este episodio concluye una
sección del evangelio. Jesús abandona la enseñanza en las sinagogas y emprende
su camino anunciando de pueblo en pueblo la Buena Nueva. Al igual que le ocurre
a los profetas del Antiguo Testamento, Jesús es despreciado en su tierra. Ellos
no esperaban que un vecino suyo les anunciara el inicio de la nueva era.
Efectivamente, los judíos
esperaban un Mesías poderoso que viniera con gran poder a derrocar a los
romanos, restaurara el auténtico culto del templo e iniciara un Reino eterno.
Jesús con su testimonio se
opone a estas expectativas. Su acción es humilde: busca a marginados,
pecadores, enfermos y gentiles. El centro de su enseñanza y oración es el
camino, la casa del amigo y las plazas donde se reúne el pueblo. Su Reino no está
fundado ni en la mentalidad ni en la estructura de los imperios opresores. Por
esto, la vida y obra de Jesús no inspiraba confianza a sus paisanos.
Muchas veces nosotros
caemos hoy en la misma tentación que experimentaron los paisanos de Jesús.
Deseamos ser instruidos por importantes catedráticos, por personas con
prestigio que se expresen con grandes discursos. No le damos crédito a la
catequista del barrio, a la señora que dirige el grupo de oración o al
compañero de trabajo que podría aconsejarnos. Sus palabras nos parecen sin
importancia, pues generalmente creemos que no nos van a decir nada nuevo. Sin
embargo, la novedad está ahí, en esa sencillez con que anuncian el Evangelio.
Pues, al igual que Jesús, ellos no se anuncian a sí mismos, sino que anuncian
la Palabra de Dios. Son la boca de Dios, aunque algunos se enojen por sus
palabras y cuestionamientos. Que la sencillez y humildad de los predicadores no
nos vuelva ciegos ante Dios.
Servicio
Bíblico Latinoamericano
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