En la práctica social,
entre más importante es el evento, mayor es la preparación. Los atletas que participan
en una competencia como los Juegos Olímpicos se preparan con mucha antelación y
disciplina. En la música, si un pianista desea presentarse en audición para
lograr un sitio en una orquesta sinfónica, se alista también con el mayor
empeño y anterioridad. Quienes van a contraer nupcias realizan las mayores
previsiones posibles porque saben que su vida cambiará a partir del compromiso
matrimonial.
De igual forma, la vida
del discípulo es transformada completamente por el retorno del Maestro. A
partir del llamado, el discípulo comienza a prepararse para los momentos
decisivos. El evangelio de hoy, nos insiste en el tema de la vigilancia.
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el evangelio y el comentario, en este viernes de la XXI Semana
del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 25,1-13.
Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'. Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'. Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos', pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Comentario
a) Sigue la enseñanza de
Jesús sobre la vigilancia. Ayer ponía el ejemplo del ladrón que puede venir en
cualquier momento, y el del amo de la casa, que deseará ver a los criados
preparados cuando vuelva. Hoy son las diez jóvenes que acompañarán, como damas
de honor, a la novia cuando llegue el novio.
La parábola es sencilla,
pero muy hermosa y significativa. Naturalmente, como pasa siempre en las
parábolas, hay detalles exagerados o inusuales, que sirven para subrayar más la
enseñanza que Jesús busca. Así, la tardanza del novio hasta medianoche, o la
negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea
de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas, o la respuesta tajante
del novio, que cierra bruscamente la puerta, contra todas las reglas de la
hospitalidad oriental...
Jesús quiere transmitir
esta idea: que todas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando
llegó el novio. Su venida será imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Israel
-al menos sus dirigentes- no supieron estarlo y desperdiciaron la gran ocasión
de la venida del Novio, Jesús, el Enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y
su banquete festivo.
b) «Velad, porque no
sabéis el día ni la hora». ¿Estamos siempre preparados y en vela? ¿Llevamos
aceite para nuestra lámpara? La pregunta se nos hace a nosotros, que vamos
adelante en nuestra historia, se supone que atentos a la presencia del Señor
Resucitado -el Novio en nuestra vida, preparándonos al encuentro definitivo con
él.
Que no falte aceite en
nuestra lámpara. Es lo que tenían que haber cuidado las jóvenes antes de
echarse a dormir. Como el conductor que controla el aceite y la gasolina del
coche antes del viaje. Como el encargado de la economía a la hora de hacer sus
presupuestos.
Se trata de estar alerta y
ser conscientes de la cercanía del Señor a nuestras vidas. Todos somos
invitados a la boda, pero tenemos que llevar aceite.
No hace falta, tampoco
aquí, que pensemos necesariamente en el fin del mundo, o sólo en la hora de
nuestra muerte. La fiesta de boda a la que estamos invitados sucede cada día,
en los pequeños encuentros con el Señor, en las continuas ocasiones que nos
proporciona de saberle descubrir en los sacramentos, en las personas, en los
signos de los tiempos. Y como «no sabemos ni el día ni la hora» del encuentro
final, esta vigilancia diaria, hecha de amor y seriedad, nos va preparando para
que no falte aceite en nuestra lámpara. Al final, Jesús nos dirá qué clase de
aceite debíamos tener: si hemos amado, si hemos dado de comer, si hemos
visitado al enfermo. El aceite de la fe, del amor y de las buenas obras.
Cuando celebramos la
Eucaristía de Jesús, «mientras esperamos su venida gloriosa», se nos provee de
esa luz y de esa fuerza que necesitamos para el camino. Jesús nos dijo: «el que
me come, tiene vida eterna, yo le resucitaré el último día».
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 320-323
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 320-323
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