¡Amor
y paz!
Hoy
celebramos una fiesta entrañable para nosotros. Hoy celebramos lo único que
realmente podemos celebrar los cristianos y aún los hombres todos. Porque hoy
celebramos el amor de Dios, que Dios es amor y que nos ama sin medida.
Frente
a tantas elucubraciones de sabios y eruditos, que a veces desfiguran el rostro
de Dios y nos lo hacen terrible o inaccesible, la fiesta del Corpus nos
descubre el verdadero rostro de Dios, que es su amor por nosotros, hasta el
colmo del sacrificio del cuerpo y de la sangre de su propio Hijo "por
nosotros".
Muchas
felicitaciones y bendiciones para quienes hoy reciben su Primera Comunión.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo
en que celebramos la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Marcos 14,12-16.22-26.
El primer día de la fiesta de los panes Ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?". El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'. El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario". Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Comentario
July
nació con una deficiencia profunda. Para su papá y su mamá fue un golpe muy
fuerte, sobre todo al comienzo... “Nadie se espera un regalo como este”, me
decía alguna vez su papá, después de que fue acogiendo el misterio de la vida
de July, limitada y con muchos problemas, pero plena ante los ojos de Dios.
Poco a poco, los demás hermanos y hermanas fueron aprendiendo, como sus papás,
a convivir con July. Pero no fue fácil... Había que hacérselo todo y cuando
tenía las crisis, ponía a todos a correr. Siempre estaban recibiendo nuevas
lecciones de July. Sin que se dieran cuenta, esta niña frágil, indefensa y
llena de impedimentos, se fue convirtiendo en el centro de toda la familia.
Cuando
tuvo la edad para recibir su primera comunión, sus papás fueron a ver al
sacerdote de la parroquia, que la había bautizado y que le había dado la
primera comunión a todos los hijos e hijas mayores... De modo que los padres de
July le dijeron a su párroco: “Nos gustaría que July recibiera su primera
comunión. Ya ha cumplido la edad y le hemos enseñado lo que hemos podido sobre
el amor y la cercanía de Dios en su vida. Ella no puede hablar, ni sabe las
oraciones, pero consideramos que debe participar, como todos los demás, de este
regalo semanal de Dios a cada uno de nosotros”.
El
sacerdote, un poco confundido por la propuesta, no supo bien qué decir. Nunca
se le había presentado un caso así y la preparación para la primera comunión
era muy exigente en esa parroquia. Los niños y las niñas participaban de la
catequesis durante casi un año, aprendían las oraciones, las enseñanzas de
Jesús y, sobre todo, el significado profundo de la eucaristía... No era
conveniente hacer excepciones, sobre todo porque podría crearse un mal ambiente
entre los feligreses más cercanos; de modo que, después de mucho pensarlo, el
párroco dijo: “Lo siento, pero me temo que no podrá ser, puesto que July no va
a entender lo que va a recibir”. Carmen, la mamá, se quedó mirando al padrecito
a los ojos y le preguntó: “Padre, ¿y me va a decir que usted sí entiende lo que
recibe cada día en la eucaristía?” El sacerdote bajó los ojos y pidió perdón
por haber pretendido ser dueño de un regalo que Dios dejó para todos y que,
aunque recibimos con cierta frecuencia, nunca podremos entender en toda su
profundidad. El mismo papa Juan Pablo II reconoció esta realidad, cuando se
pregunta en su encíclica sobre la Eucaristía: “Los apóstoles que participaron
en la Última Cena, ¿comprendieron el sentido de las palabras que salieron de
los labios de Cristo? Quizás no” (Ecclesia de Eucharistia, No. 2).
Algún
tiempo después, July recibió su primera comunión con el grupo de niños y niñas
de la parroquia. Ella, regalo de Dios para su familia y para el mundo, fue
acogida por Dios en su mesa, para participar del gesto que realizó Jesús
delante de sus discípulos, mientras comían: “tomó en sus manos el pan y,
habiendo pronunciado la bendición, lo partió y se lo dio a ellos diciendo:
–Tomen, esto es mi cuerpo. Luego tomó en sus manos una copa y, habiendo dado
gracias a Dios, se la pasó a ellos, y todos bebieron”. Así fue como July se
acercó por primera vez a la mesa de la comunión. Ella, como tú y como yo, sin
entender completamente este misterio, fue abrazada por el misterio del amor de
Dios que se entrega hasta el extremo y nos invita cada día a hacer lo mismo en
memoria suya.
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.
Sacerdote
jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia
Universidad Javeriana – Bogotá
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