¡Amor
y paz!
La
Pascua comienza de color rojo y termina de color rojo: el Viernes Santo, cuando
Jesús empieza su paso de muerte a vida, el rojo de los ornamentos nos habla de
sangre derramada, de testimonio ardiente; el domingo de Pentecostés, concluimos
la celebración de este paso de muerte a vida con el rojo del fruto, del fuego
que renueva e ilumina, del testimonio de los creyentes transformados por el
Espíritu de Jesucristo.
Recordar
la entrega de Jesucristo y celebrar el don del Espíritu nos invita a pensar en
una fe que haga de nosotros hombres y mujeres con empuje, con ilusión, con
entrega. Hombres y mujeres que quieren vivir de modo que se note que hemos sido
tocados por una sangre derramada con amor infinito, y que hemos sido
introducidos en una vida más fuerte que todo mal. Hombres y mujeres que aman
profundamente su fe, y que creen que por sus venas circula la misma savia que
circulaba por las venas de Jesucristo y que quieren compartir esa alegría con
todo el mundo (Lligadas- Misa Dominical 1988, 11).
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en reste
domingo en que celebramos la solemnidad de Pentecostés.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Juan 15,26-27.16,12-15.
Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'.
Comentario
Hace
muchos años leí un texto que me impresionó mucho; se trata de un testimonio de
una joven no creyente que relata una experiencia que me parece que puede
iluminar la fiesta que celebra hoy la Iglesia; el texto se llama: “Diatriba
contra los cristianos”.
“Me
llamo Noemí Herrera o de cualquier otra forma. ¿Qué importa eso? Acabo de
llegar de una noche extraña para mí a la cual asistí movida por la curiosidad:
la llamada Vigilia de Pentecostés. Soy atea, pero he leído mucho y sigo
leyendo; en realidad soy una buscadora afanosa del sentido de la vida.
Experimenté en dicha ceremonia una mezcla de asombro, emoción y rabia. Y me
dije: “Voy a escribir una página contra los cristianos tan pronto llegue a
casa. No hay derecho...”. Sí, no hay derecho a que ustedes, cristianos,
despilfarren el tesoro que se halla oculto en sus libros guías, en el Evangelio
de Cristo, especialmente.
Ustedes
son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos. Viendo su vida, Carlos Marx
no tenía más remedio que afirmar que la religión es el opio del pueblo y que,
si lo que ustedes viven es la religión, no se puede vacilar en desterrarla del
corazón de los hombres. ¿Conque creen en Jesucristo? Pero, ¿saben quién es Él?
¿Qué hizo? ¿Cómo vivió? ¿Contra quienes y a favor de quiénes se pronunció?
¿Quiénes lo mataron y por qué? ¿Lo saben? No.
Definitivamente, no los reconozco
como discípulos de Cristo. ¿Cómo se pueden comparar con aquellos primeros
cristianos, que compartían sus bienes, se ayudaban mutuamente y llevaban una
vida de austeridad y servicio? He dicho que son cobardes, hipócritas,
presuntuosos y mezquinos. Tal vez he sido benévola. Merecerían adjetivos mucho
más severos.
¿No
son cristianos esos jefes de empresas que explotan inmisericordemente a sus
obreros? ¿Y esos políticos de ‘comunión con fotógrafo’, que decía Fernando
González, y que se sienten capaces de todo dizque porque tienen la verdad?
¿Acaso no fueron los ‘cristianos’ los que bañaron en sangre a Colombia en
nombre de los partidos tradicionales? Hipócritas... ¿De dónde han sacado en el
Evangelio la acérrima defensa de su propiedad privada? De la suya, porque
parece que la propiedad privada del pobre no les merece tanto respeto. (...)
Cristianos, los condeno y los desprecio. Deben ser testimonio de algo muy
grande y muy importante que revolucionó el mundo y trazó pautas del más noble
contenido humano. ¿Cómo lo traicionan así? (...).
Sin
embargo, los envidio. Anoche tuve la sensación de que en medio de todo, cuentan
con algo inexpresable, misterioso y sutil que llena de alegría los corazones de
los jóvenes y crea una nueva atmósfera de igualdad y de paz. “Jesucristo vive”,
gritaban a una y yo experimenté, sin saber por qué, un nudo en la garganta.
Ciertamente, no puedo gritar lo mismo respecto de Carlos Marx; y de Lenin
apenas si tenemos un cadáver embalsamado y yerto allá en Moscú.
Pero, ¿de qué
me sirve todo esto si son incapaces de vivirlo con la intensidad de la mística
que exige un verdadero testimonio? Da rabia contemplar su mediocridad como
creyentes. Si aplicaran a su fe una centésima parte del interés que ponen en
sus negocios, su empuje sería arrollador; nada ni nadie los detendría.
Transformarían el mundo. Cristianos, ¡cómo los envidio y cómo los desprecio!”
Siempre
que leo este documento, me cuestiona y me golpea. Tenemos un tesoro que no
sabemos aprovechar suficientemente y que no alcanza a ser transparente para los
que nos ven actuar y vivir. El Espíritu de Jesús sigue presente entre nosotros,
según su promesa: “Pero cuando venga el Defensor, el Espíritu de la verdad, que
yo voy a enviar de parte del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán
mis testigos, porque han estado conmigo desde el principio”. ¿Seguimos siendo
testigos creíbles de la Buena Nueva del Reino que anunció Jesús?
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.*
*
Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia
Universidad Javeriana – Bogotá
No hay comentarios:
Publicar un comentario