¡Amor
y paz!
Empieza
hoy la llamada ‘oración sacerdotal’ de Jesús en la Última Cena. Hasta ahora
había hablado a los discípulos. Esta vez dirige al Padre la entrañable oración
conclusiva de su misión. Ahora, pide ante todo su ‘glorificación’, que es la
plenitud de toda su misión y la vuelta al Padre, del que procedía: “glorifica a tu Hijo”. Pero es también
una oración por los suyos: “Padre santo,
cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros”.
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes
de la VII Semana de Pascua.
Dios
los bendiga…
Evangelio
según San Juan 17,1-11a.
Después de hablar así, Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: "Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti. Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.
Comentario
Jesús,
antes de partir definitivamente de este mundo, quiso decirles a sus discípulos
cosas definitivas. Y lo hizo en forma de oración, ya que las cosas definitivas
colocan al ser humano en el “límite” de
sus posibilidades, donde sólo aparece Dios.
¿Cuáles
son estas cosas claves que necesitan del concurso de Dios Padre? Ante todo, la
fe en Jesús. Creer en él sólo es posible, si una fuerza superior a nosotros
mismos nos lleva a ver al Hijo del Padre humillado, oprimido, crucificado y
fracasado. Frente a Jesús, cada generación debe hacerse este interrogante:
¿cómo confesar, como Hijo de Dios, a quien esconde su divinidad en la debilidad
de su humanidad?
Creer
en Jesús significa creer en el "Testigo fiel" por excelencia. Jesús
entrega su vida por ser fiel al proyecto que recibió del Padre, a saber:
despertar en el ser humano su dignidad de Hijo de Dios, dignidad negada por
todos los opresores -personas y estructuras- que hacen del ser humano un ser
explotado, oprimido y alienado. Por eso Jesús insiste en que lo único que él ha
hecho es transmitir "las palabras" (el proyecto) que Dios tiene sobre
nosotros. Y en la medida en que sus discípulos acepten estas palabras -este proyecto-
demostrarán creer en él.
Puesto
que la genuinidad de Jesús depende de su fidelidad al proyecto señalado por el
Padre, este proyecto a su vez depende de la aceptación de las consecuencias del
mismo, entre las cuales está su muerte. Aquí es donde se palpa la fidelidad
suprema al proyecto de humanizar al ser humano. La fuerza que se opone a la
realización de este proyecto humanizador, es la misma que lleva a Jesús hacia
la muerte. A esta fuerza maligna Jesús la llama "mundo". Ella recoge toda
la codicia y toda la capacidad de muerte de quienes sólo piensan en sus
intereses.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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