¡Amor
y paz!
Da
gusto ver los templos llenos, sobre todo los domingos. Y da gusto también
apreciar cómo, cuando lo indica el que preside la celebración eucarística,
todos piden perdón por sus pecados, honran al Señor presente en las formas de
la hostia y el vino, recitan a una voz el Padrenuestro y se dan la paz.
Al
salir del templo, luego del “Podéis ir en paz” del sacerdote, les queda
a los celebrantes (toda la asamblea reunida) el compromiso de reafirmar en la
vida diaria la fe que han proclamado en la Santa Misa. De lo contrario,
incurrirían en lo que el Señor censuró a los fariseos, recordando a Isaías: “Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.
El
Concilio Ecuménico Vaticano II advirtió, citando el pasaje del Evangelio que
leemos hoy: “La separación entre la fe que profesan y la vida cotidiana de
muchos debe ser considerada como uno de los errores más graves de nuestro
tiempo” (Gaudium et Spes 43).
Los
invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes
de la V semana del Tiempo Ordinario.
Dios
los bendiga…
Evangelio según San Marcos 7,1-13.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce. Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?". El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres". Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente el mandamiento de Dios. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte. En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro corbán (*) -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...' En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre. Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".
Comentario
¿Quién
lo ha creado todo? ¿Quién te ha creado a ti mismo? ¿Qué son todas estas
criaturas? ¿Quién eres tú? ¿Y cómo decir qué es el que ha creado todo esto?
Para decirlo, hace falta que tu pensamiento lo conciba: qué tu pensamiento se
vuelva hacia él, acercate a él. Para ver bien algo, te acercas a eso... Pero
Dios es percibido sólo por el espíritu, se le coge sólo por el corazón. ¿Y
dónde está este corazón por el cual se puede ver a Dios? "Dichosos los
corazones puros, verán a Dios" (Mt 5,8)...
Leemos
en un salmo: "Acercáos y seréis iluminados" (Sal. 33,6 tipos de
Vulg). Para acercarse y ser iluminado, hace falta que detestes las tinieblas...
Eres pecador, debes volverte justo; pero no podrás recibir la justicia si el
mal todavía te gusta. Destrúyelo en tu corazón y purifícalo; caza el pecado de
tu corazón donde quiere venir a vivir al que quieres ver. El alma humana,
nuestro " hombre interior " (Ef 3,16), se acerca a Dios tanto como
puede, nuestro hombre interior que ha sido recreado a imagen de Dios, él que ha
sido creado a imagen de Dios (Gn 1,26) pero que se alejó de Dios en la
desemejanza.
Cierto,
no es en el tiempo donde nos acercamos o alejamos de Dios: si no te pareces más
a él, te apartas de Dios; si te le pareces, tú te acercas a él. Mira pues cómo
el Señor quiere que nos acerquemos: nos hace primero semejantes a él para que
podamos estar cerca de él. Nos dice: "Sed como vuestro Padre que está en
los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y deja caer la lluvia
sobre justos e injustos". Aprende pues a amar a tu enemigo (Mt 5,44-45). A
medida que esta caridad crece en ti, te devuelve y te reforma a semejanza de
Dios; y cuanto más te acercas a esta semejanza avanzando en amor, más comienzas
a sentir la presencia de Dios. ¿Pero a quién sientes? ¿Al que viene hacia ti o
a aquel al cuál tú vuelves? Él jamás se alejó de ti; eres tú quien se ha
alejado de él.
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(*)
La tradición del corbán permitía a los hijos desentenderse con la conciencia
tranquila del deber de mantener a los padres ancianos e inválidos, gracias a
una pequeña ofrenda hecha al Templo.
San
Agustín (354-430), obispo de Hipona (Norte de África) y doctor de la Iglesia
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