¡Amor y paz!
El Evangelio de hoy nos relata al estilo de un programa de televisión hace unos años: “Un día en la vida de…” Jesús. En efecto, después de liberar a un hombre endemoniado en la sinagoga, va a la casa de Simón Pedro, con sus discípulos; allí sana a la suegra de Simón, que tenía fiebre, y ella puede servirles. Luego, al atardecer, sana a muchos enfermos que le llevan. Al otro día, antes del amanecer va a un lugar desierto para orar. Allí le encuentran sus discípulos, que salen a buscarlo; quieren retenerlo en el pueblo, pero Él les dice que debe salir a predicar en los pueblos vecinos. Así lo hace, liberando también a muchos endemoniados.
Sanar, entrar en la casa, sanar, orar, predicar, sanar... Son las acciones de Jesús en su jornada. Todo mediado por la oración, por una intensa relación con Dios. Esta es una agenda que debemos imitar como seguidores de Jesús.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles de la 1ª. Semana del tiempo ordinario.
Dios los bendiga…
Dios los bendiga…
Evangelio según San Marcos 1,29-39.
Cuando salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. El se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: "Todos te andan buscando". El les respondió: "Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido". Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.
Comentario
Nuestro evangelio nos resalta tres elementos esenciales en la vida de Jesús: La predicación incansable del Reino, dar la salud a los enfermos y expulsar a los demonios y la oración. Es decir la predicación siempre tendría que estar acompañada de signos (sanar y expulsar demonios) y de la oración.
Nuestro evangelio nos resalta tres elementos esenciales en la vida de Jesús: La predicación incansable del Reino, dar la salud a los enfermos y expulsar a los demonios y la oración. Es decir la predicación siempre tendría que estar acompañada de signos (sanar y expulsar demonios) y de la oración.
La primera comunidad lo entendió perfectamente, y de manera especial los apóstoles, quienes reproducían la misma forma de proceder del Maestro: No se cansaban de anunciar la buena noticia del Reino, sanaban y oraban incansablemente. Los milagros eran algo normal entre los creyentes. Era una comunidad sumergida en el misterio del amor de Dios en donde lo extraordinario se convierte en ordinario y lo imposible en la realidad cotidiana.
Si nosotros verdaderamente nos decidimos a ser discípulos, a orar y a vivir conforme la enseñanza del Maestro veremos nacer en nosotros un deseo inmenso de predicar y nuestra predicación será siempre acompañada de signos. ¿Seremos capaces de intentarlo?
Pbro. Ernesto María Caro
www.mercaba.org
Pbro. Ernesto María Caro
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