¡Amor y paz!
Comienza hoy el mes de la alegría, aquel en el que celebraremos el Nacimiento de Jesús. Y Él en el Evangelio nos advierte que no todo aquel que dice '¡Señor, Señor!', no todo el que realiza ritos externos es el que entrará en el Reino de los Cielos sino el que verdaderamente cumple la voluntad del Padre.
Es decir, hay que pasar del dicho al hecho, del culto a la vida práctica, y si en este diciembre, como todos los años, celebramos la Navidad, hagamos el propósito de que el Señor nazca también en nuestros corazones y transforme nuestras vidas. De lo contrario, será otro diciembre más y nosotros lejos de Dios y lejos de nuestros hermanos.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la I Semana de Adviento,
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 7,21.24-27.
No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande".
Comentario
Una de las afirmaciones del sermón de la montaña que más nos puede cuestionar es la del texto que acabamos de leer: "No todo el que dice Señor, Señor entra en el Reino de los cielos". Las prácticas religiosas entre nosotros están, muchas veces, llenas de repeticiones de palabras que no trascienden al compromiso de vida cristiana. Pero el Señor nos exhorta: "No basta decirme 'Señor, Señor' para entrar en el Reino de Dios, no; hay que poner por obra el designio de mi Padre del cielo" (v. 21).
Hay que hacer notar que al destacar al "Padre del cielo" (cfr. Mt 6, 9b en el Padrenuestro que está ubicado en el sermón del monte), Jesús no quiere discípulos que cultiven sólo una relación con él, sino seguidores que, unidos a él trabajen por cambiar la situación de la humanidad, cumpliendo así la voluntad de su Padre.
Al final de la vida nadie podrá aducir en su favor el devoto reconocimiento de Jesús, llamándolo Señor, o alegando su activismo religioso (profetizar, expulsar demonios), si se ha apartado de las exigencias fundamentales del Reino, si sus obras no nacieron del amor, si no contribuyeron a cumplir el designio del Padre.
Termina el sermón del monte con una parábola en la que se contraponen el hombre sabio que edifica su casa sobre cimientos firmes y el que la edifica sobre arena; ellos representan a los, que han escuchado la palabras de Jesús y han hecho de estas palabras el modelo de su vida están en capacidad de sostenerse a pesar de los embates de las persecuciones, han edificado su vida con bases firmes, las exigencias del Reino sintetizadas en las bienaventuranzas. Pero también existen otros que no ponen en práctica lo escuchado; su vida está perdida desde el momento en que no se comprometen con las exigencias de Jesús.
Una empresa difícil es la propuesta del Reino, pero nada podemos temer si confiamos en el Señor; él es la roca segura, y quien se acerca a él está firme y mantiene la paz.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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