¡Amor y paz!
En la liturgia preconciliar se denominaba a este día como el domingo "Gaudete". Esta característica sigue vigente. Se nos hace una vibrante invitación a la alegría porque el Señor vino, viene, vendrá. Ello es lo que da base no sentimental sino real -de fe- a las palabras de san Pablo: "Estad siempre alegres". La condición cristiana es un camino de alegría. Porque es el camino de Dios con nosotros.
Consideremos hoy, también, la figura de Juan Bautista que se nos presenta como el testigo y el hombre que propone a sus contemporáneos un cambio: abandonar las tinieblas y ponerse del lado de la luz. La luz que es Cristo. Actualmente se necesitan muchos hombres que sean voces para gritar en el desierto del mundo que Dios no es un mito sino la causa y cumplimiento de la verdadera felicidad.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este III Domingo de Adviento.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 1,6-8.19-28.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: "¿Quién eres tú?". El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: "Yo no soy el Mesías". "¿Quién eres, entonces?", le preguntaron: "¿Eres Elías?". Juan dijo: "No". "¿Eres el Profeta?". "Tampoco", respondió. Ellos insistieron: "¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?". Y él les dijo: "Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías". Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: "¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?". Juan respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia". Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
Comentario
-Testigo de la luz.
No era la luz sino su testigo enamorado. ¿Puede haber vocación más bonita? Decir a las gentes que no siempre es de noche ni todo es tinieblas. Llevar un rayo de esperanza a los corazones entristecidos. Una sonrisa gratuita en una sociedad violenta.
Pronosticar que la verdad terminará imponiéndose. Descubrir valores ocultos y carismas no apreciados. Apreciar el lado bueno de las cosas y personas. Entender que no todo es relativo. Encontrar el sentido de la vida. Testigo de todas las luces. Testigo del que es todo luz.
-Yo soy la voz que grita.
¿Puede haber una vocación más humilde y más grande? No es Mesías, ni profeta, ni quiere ser personaje. Es una voz, un mensaje, una llamada. Está hecho para gritar, para proclamar, para anunciar y para denunciar. Si deja de hablar, se muere.
Si deja de gritar, deja de ser. Si deja de anunciar su mensaje, se condena. Una voz, pero hija del viento, del Espíritu. Una voz solamente, pero que no se puede acallar, y que empezará a renovar el mundo. ¡Cuánto vale su palabra! Cuando falten estas voces, el mundo habrá perdido su conciencia.
-Tú, ¿quién eres? Una pregunta que todos tenemos que hacernos. ¿Cuál es nuestra verdadera vocación? No el montaje que nos hemos preparado, o la rutina a la que nos hemos acostumbrado, o la obligación a la que nos sentimos forzados. ¿Quién eres?, sin caretas ni tapujos. No lo que piensan, o dicen, o esperan de ti. Ni lo que tú mismo has llegado quizá a creerte. ¿Quién eres, de verdad? ¿Podrías adivinar el nombre escrito en la piedra blanca que al fin te darán? Ojalá puedan escribir también algo parecido a "testigo de la luz" y "voz que grita".
CARITAS/84-2.Pág. 46 s.
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