sábado, 24 de diciembre de 2011

¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor!


¡Amor y paz!

¡Ha llegado la fecha tan esperada! ¡Esta noche celebraremos la Natividad de nuestro Salvador! Pidámosle a Él que desde su humilde hogar de paso, en Belén, nos bendiga y bendiga nuestros hogares. Pongámosle en su pesebre, junto a José y María, todas nuestras necesidades y proyectos para el 2012.

Les deseo a todos unas muy alegres fiestas y un año nuevo lleno de gracia, salud y prosperidad.

Como les anticipé ayer, durante las vacaciones, entre el 25 de diciembre y el 7 de enero, dejaré de actualizar este blog. Dios mediante, volveré a sintonizarme con ustedes el 8 de enero de 2012.

Los invito a leer y meditar el Evangelio y el comentario en esta Solemnidad de la Natividad del Señor: Misa de medianoche.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 2,1-14.
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".
Comentario

Un grito de júbilo resuena en nuestra tierra; un grito de alegría y de salvación en las riendas de los pecadores. Hemos oído una palabra buena, una palabra de consuelo, una frase rezumante de gozo, digna de todo nuestro aprecio.

Exultad, montañas; aplaudid, árboles silvestres, delante del Señor porque llega. Oíd cielos; escucha, tierra; enmudece y alaba, coro de las criaturas; pero más que nadie, tú, hombre. Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. 

¿Quién tendrá corazón tan de piedra que, al oír este grito, no se le derrita el alma? ¿Se podría anunciar mensaje más consolador? ¿Se podría confiar noticia más agradable? ¿Cuándo se ha oído algo semejante? ¿Cuándo ha sentido el mundo cosa parecida? Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá...

¡Oh nacimiento esclarecido en santidad, glorioso para el mundo, querido por la humanidad a causa de incomparable beneficio que le confiere, insondable incluso para los ángeles en la profundidad de su misterio sagrado! Y bajo cualquier aspecto, admirable por la grandeza exclusiva de su novedad; jamás se ha visto cosa parecida, ni antes ni después. ¡Oh alumbramiento único, sin dolor, cándido, incorruptible; que consagra el templo del seno virginal sin profanarlo! ¡Oh nacimiento que rebasa las leyes de la naturaleza, si bien la transforma; inimaginable en el ámbito de lo milagroso, pero sanador por la energía de su misterio!

Reanimaos los que os sentís desahuciados: Jesús viene a buscar lo que estaba perdido. Reconfortaos los que os sentís enfermos: Cristo viene para sanar a los oprimidos con el ungüento de su misericordia. Alborozaos todos los que soñáis con altos ideales: el Hijo de Dios baja hasta vosotros para haceros partícipes de su reino. Por eso imploro: Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame, y quedaré a salvo; dame tu gloria, y seré glorificado. Y mi alma bendecirá al Señor, y todo mi interior a su santo nombre, cuando perdones todas mis culpas, cures todas mis enfermedades y sacies de bienes mis anhelos.

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Primer Sermón para la Vigilia de Navidad
©Evangelizo.org 2001-2010

viernes, 23 de diciembre de 2011

Seamos voceros de Dios en el mundo incrédulo

¡Amor y paz!

Después de las anunciaciones de los nacimientos, contemplamos los nacimientos mismos. Hoy, el de Juan Bautista; pasado mañana, el de Jesús.

¿Qué llegara a ser este niño? Se preguntaban sobre Juan y reconocían que la mano de Dios estaba sobre él. Esa misma pregunta se la hacen los padres cada vez que nace un hijo. ¿Qué llegará a ser este niño? Gran parte de la respuesta está en los mismos padres, pues el futuro de su hijo dependerá de la formación y el ejemplo que le den.

La figura de Juan nos invita también a nosotros a ser instrumentos de conversión y liberación. A ser voceros de Dios Nuestro Señor, en un mundo que no nos habla de Él. Asimismo, nos convoca a incentivar el cultivo de la fe y la práctica de la fraternidad, a través de la lectura y meditación diaria de la Palabra de Dios.

Es lo que se propone este blog, que dejará de circular por vacaciones, desde el  25 de diciembre y hasta el 7 de enero. Dios mediante, nos volveremos a actualizar el 8 de enero de 2012, un año que deseamos a todos muy lleno de amor y de paz, en el Señor.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario en este viernes de la IV Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,57-66.
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo.  Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre;  pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan".  Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él. 
Comentario

El evangelio de hoy nos presenta la gran alegría que trajo para toda la comarca el nacimiento de Juan el Bautista, el Precursor. Si algo le está haciendo falta hoy al mundo es esta “alegría” que nace del corazón.

Es necesario que cada uno de nosotros nos convirtamos en el instrumento de Dios para que la gente se dé cuenta de que la presencia de Cristo en el mundo es una realidad y que Él es la única posibilidad que tiene para ser verdaderamente feliz.

Nuestra sonrisa, nuestra alegría, nuestra sencillez ante las cosas y el mundo, son la mejor invitación para que el mundo crea. Zacarías no podía hablar, así que tomó lo que tenía a la mano y así el plan de Dios continuó adelante; y nos dice que en ese momento todos se “maravillaron”. Que estos últimos días antes de nuestra fiesta de Navidad, hagamos los posible para que la gente se sienta invitada a vivir la Navidad con un espíritu diferente, con paz y con amor. Tú puedes ser el instrumento para que Dios llegue a los corazones.

Ernesto María Caro, Sac.

jueves, 22 de diciembre de 2011

María exalta la misericordia de Dios

¡Amor y paz!

La Virgen María ha sido saludada gozosamente por su prima Isabel. De manera espontánea también, María responde con alegría, mediante fórmulas de "salmos" que provienen del Antiguo Testamento.

Vemos en el Evangelio de hoy el clima habitual de la oración de María. Es una plegaria que hay que repetir la víspera de Navidad y muchas veces. De hecho, se reza a diario con la Liturgia de las Horas, una costumbre que ojalá adoptemos desde el año entrante y que nuestro amable lector puede conseguir diariamente en la columna derecha de este blog.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la IV Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,46-56.
María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,  y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,  porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,  porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!  Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.  Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.  Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.  Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,  como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre". María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Comentario

La respuesta de María al saludo de su prima Isabel que tradicionalmente designamos con el nombre latino de “Magníficat”, es un salmo de acción de gracias compuesto de citas y alusiones al Antiguo Testamento, en especial del canto de Ana, la madre de Samuel (cf 1Sam 2,1-10). El poema tiene dos partes. La primera es una acción de gracias personal de María: a pesar de la humildad y pobreza de su vida, Dios ha puesto su mirada en ella, por eso será llamada dichosa. Dios se sirve muchas veces de lo sencillo y humilde para hacer presente su salvación en la historia humana. La segunda parte del canto expresa, por boca de María, la acción de gracias del pueblo de Israel; todas las promesas dadas a Abrahán y sus descendientes se cumplirán ahora en este niño que va a nacer.

Lucas nos muestra en este canto de María uno de sus temas favoritos: Dios se apiada de los pobres. En realidad no hay sólo aquí una alabanza de los pobres, de los que María es representante, sino una concepción utópica de la historia en la que la misericordia de Dios y la fuerza de su brazo se dirige a derribar a los ricos y soberbios y a levantar a los empobrecidos y humillados de la tierra.

El canto de María que Lucas nos presenta en su evangelio nos revela que los que cuentan ante los ojos de Dios son los que han sido deshumanizados y humillados por los poderes del mundo; María da testimonio de que el Dios de la Biblia es aquel que se pone siempre del lado de los excluidos y marginados por las estructuras de poder encarnadas en el orden social, económico, cultural, religioso, político, familiar...

María retoma un canto de liberación que seguramente Isabel recitó a lo largo de su vida. Este es el canto de la misericordia de Dios, de un Dios que se ha puesto abiertamente de lado de aquellos que no han experimentado el sentido de humanidad. María, por tanto, queda enmarcada dentro de los personajes bíblicos que viven descontentos frente a los modelos sociales de desigualdad que se imponen al pueblo.

Este canto de María sigue hoy llamando la atención del pueblo cristiano que día a día recita en su oración ese proyecto y deseo de ver el mundo y la historia en total equilibrio. Cuando la humanidad pueda vivir este canto-proyecto, podremos experimentar en nuestras vidas la irrupción de Dios que es misericordia, entenderemos que la fidelidad de Dios va “de generación en generación”.

Nuestra gran tarea hoy es redescubrir ese Dios que experimentaron Jesús y María, y actualizar su proyecto de misericordia y justicia en medio de las situaciones de miseria y de muerte que se nos imponen desde los círculos de poder que rigen los destinos de la historia y de la humanidad.

Ponernos del lado de Jesús al estilo de María, la mujer fiel y comprometida con la causa de la justicia, es dejar atrás el modelo de cristianismo que hemos vivido basado en la seguridad y en la comodidad, para experimentar en nuestra propia vida la suerte de los sin suerte, la realidad de miseria que viven tantos hermanos y hermanas nuestros. No podemos seguir siendo cristianos sin incomodarnos por la desigualdad, la injusticia, el hambre, la muerte y marginación de nuestros pueblos.

Que este tiempo de adviento nos sirva para potenciar la oración, pero no de la forma neutral como hemos orado hasta hoy, sino que sea una oración para estar despiertos y poder comprender los signos de los tiempos y empezar a vivir en resistencia. La pedagogía de Dios, del Padre de Jesús, es bien clara en el canto de María. Debemos asimilar esa pedagogía y estar de parte de los predilectos de Dios: los pobres. Esta época es propicia para lograr dar un salto cualitativo en nuestras vidas. ¡Comencemos ya!

Servicio Bíblico Latinoamericano

miércoles, 21 de diciembre de 2011

«¡Feliz la que ha creído!»


¡Amor y paz!

En estos días la gente está alegre, por muchas razones. Y entonces el Evangelio nos propone una alegría perdurable, que proviene de la vivencia de la fe. Así que San Francisco de Sales decía que “Un santo triste es un triste santo”. Quién está con Dios experimenta alegría y, aún más, verdadera felicidad. Como la que experimentaron dos personajes del Evangelio de hoy: Juan Bautista y la Virgen María.
 
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este miércoles IV de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,39-45.
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.  Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,  exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!  ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?  Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
Comentario    

Hoy, el texto del Evangelio corresponde al segundo misterio de gozo: la «Visitación de María a su prima Isabel». ¡Es realmente un misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo profundo como nunca la historia nos había narrado! Es el gozo de María, que acaba de ser madre, por obra y gracia del Espíritu Santo. La palabra latina “gaudium” expresa un gozo profundo, íntimo, que no estalla por fuera. A pesar de eso, las montañas de Judá se cubrieron de gozo. María exultaba como una madre que acaba de saber que espera un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos pedregosos que conducían hasta Ain Karen, arropado en el corazón y en los brazos de María.

Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro de sus entrañas. Las palabras de la prima de María traspasarán los tiempos: «¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!» (cf. Lc 1,42). El rezo del Rosario, como fuente de gozo, es una de las nuevas perspectivas descubiertas por Juan Pablo II en su Carta apostólica sobre El Rosario de la Virgen María.

La alegría es inseparable de la fe. «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra.

Rev. D. Àngel Caldas i Bosch (Salt-Girona, España)

martes, 20 de diciembre de 2011

"¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo"

¡Amor y paz!

En el Evangelio leemos hoy nuevamente (lo habíamos hecho el domingo) el relato de la anunciación del ángel a María, tomado de Lucas. Ayer leímos otra anunciación, la del nacimiento del profeta y precursor Juan Bautista.

A nosotros también se nos anuncia lo que le fue anunciado a María, y de nosotros se espera que asumamos la actitud que ella asumió, de docilidad y entrega a la voluntad de Dios. Así nacerá Cristo en nuestros corazones por la fe, y podremos llevarlo a otros hermanos nuestros, mostrarlo y predicarlo en nuestros actos de solidaridad y entrega a nuestros hermanos. Podremos conformar nuestra vida a sus palabras, a su evangelio y convertirnos en sus hermanos, discípulos y amigos. ¡Que el corazón salte de gozo ante el inminente nacimiento del Señor! (Diario Bíblico Cicla).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes IV de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,26-38.
En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;  él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,  reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.  También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,  porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó. 
Comentario

Hoy, contemplamos, una vez más, esta escena impresionante de la Anunciación. Dios, siempre fiel a sus promesas, a través del ángel Gabriel hace saber a María que es la escogida para traer el Salvador al mundo. Tal como el Señor suele actuar, el acontecimiento más grandioso para la historia de la Humanidad —el Creador y Señor de todas las cosas se hace hombre como nosotros—, pasa de la manera más sencilla: una chica joven, en un pueblo pequeño de Galilea, sin espectáculo.

El modo es sencillo; el acontecimiento es inmenso. Como son también inmensas las virtudes de la Virgen María: llena de gracia, el Señor está con Ella, humilde, sencilla, disponible ante la voluntad de Dios, generosa. Dios tiene sus planes para Ella, como para ti y para mí, pero Él espera la cooperación libre y amorosa de cada uno para llevarlos a término.

María nos da ejemplo de ello: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). No es tan sólo un sí al mensaje del ángel; es un ponerse en todo en las manos del Padre-Dios, un abandonarse confiadamente a su providencia entrañable, un decir sí a dejar hacer al Señor ahora y en todas las circunstancias de su vida.

De la respuesta de María, así como de nuestra respuesta a lo que Dios nos pide —escribe san Josemaría— «no lo olvides, dependen muchas cosas grandes».

Nos estamos preparando para celebrar la fiesta de Navidad. La mejor manera de hacerlo es permanecer cerca de María, contemplando su vida y procurando imitar sus virtudes para poder acoger al Señor con un corazón bien dispuesto: ¿qué espera Dios de mí, ahora, hoy, en mi trabajo, con esta persona que trato, en la relación con Él? Son situaciones pequeñas de cada día, pero, ¡depende tanto de la respuesta que demos!

Rev. D. Jordi Pascual i Bancells (Salt-Girona, España)

lunes, 19 de diciembre de 2011

Es Dios quien salva, también hoy

¡Amor y paz!

En el evangelio tenemos otra anunciación: la de Juan el Bautista. También se debe a la fuerza exclusiva de Dios: porque Isabel, la madre, era estéril, y los dos, también Zacarías, el padre, eran de edad avanzada.

La vocación de Juan Bautista "que será grande a los ojos del Señor", no surge por generación espontánea; está preparada en el corazón y la vida de sus padres, que "eran justos a los ojos de Dios".

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes IV de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,5-25.
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada. Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios,  le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto". Pero Zacarías dijo al Ángel: "¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada". El Ángel le respondió: "Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo". Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo. Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: "Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres".
Comentario

a) Es Dios quien salva, también hoy. No debemos fiarnos de nuestras propias fuerzas: ni de las físicas como las de Sansón ni de las intelectuales o espirituales, si creemos tenerlas. Cuando Sansón se independizó de Dios perdió su fuerza. El Bautista nunca se creyó el Salvador, sino sólo la voz que lo proclamaba cercano y presente.

Nuestra actitud en vísperas de la celebración navideña es la de una humilde confianza.

Como Dios escuchó la oración de aquella buena mujer israelita y le concedió un hijo que fue decisivo para la liberación de Israel, como se fijó en aquel buen matrimonio de ancianos, Isabel y Zacarías, para hacerlos padres del profeta precursor de Jesús: así se fija en nosotros, escucha nuestra oración, nos llena de su alegría y además nos llama a ser colaboradores suyos en la gracia salvadora de esta Navidad para con los demás, siendo evangelizadores del Salvador y liberadores de los males de este mundo en que vivimos.

b) Cada uno colabora con las cualidades que tiene, pocas o muchas. No todos seremos héroes forzudos. No todos tendremos el cargo sacerdotal del incienso en el Templo de Jerusalén. Dios puede hacer brotar la salvación de un tronco seco o de un matrimonio estéril o de una persona sin cultura. Lo importante es que pongamos lo que podemos y sabemos al servicio de Dios, y así contribuyamos a que la Navidad sea un tiempo de gracia para nosotros y para nuestra familia, comunidad o parroquia.

Lo podemos hacer si ayudamos a que sucedan este año y entre nosotros las señales que el ángel describía: si hay más alegría en nuestro entorno, si preparamos los caminos al Señor, si hacemos que haya reconciliación entre padres e hijos, si colaboramos a que las personas sean más sensatas...

c) Antes de ir a comulgar, en cada misa, se nos invita a un gesto de reconciliación con los demás. Era también uno de los signos que según el ángel iban a preceder a la venida del Salvador: la reconciliación de padres e hijos. Hoy este gesto preparatorio de la comunión puede tener un sentido especial de preparación antes de la celebración de la Navidad.

O Radix Iesse

«Oh Renuevo del tronco de Jesé,
que te alzas como un signo para los pueblos,
ante quien los reyes enmudecen
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más»

Jesé fue el padre de David. Por tanto «la raíz o el renuevo de Jesé» es la descendencia de la familia de David. El padre de Jesús, José, era de la familia de David, como se había anunciado que sería el Mesías.

Pablo ve en este anuncio la universalidad del reinado de Cristo: «Como dice Isaías (11,1.10), aparecerá el retoño de Jesé, el que se levanta para imperar sobre las naciones. En él pondrán los gentiles su esperanza» (Rm 15,12).
Nosotros también deseamos que venga a liberarnos de nuestros males. 

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Págs.79-82

domingo, 18 de diciembre de 2011

Dios espera que le demos el ‘sí’

¡Amor y paz!

Hemos meditado en estos días sobre Juan El Bautista y hoy se nos propone hacerlo acerca del otro gran personaje del Adviento, la Virgen María. El Evangelio nos la presenta en un diálogo trascendental con el Ángel Gabriel, porque de su ‘sí’ depende la salvación del mundo.

María es el gran ejemplo de disponibilidad y entrega del cristiano a la voluntad de Dios. ¿Cuántas veces el Señor nos ha llamado para que cambiemos de vida, para encomendarnos la misión y nosotros hemos postergado la respuesta o nos hemos distraído o creemos que hay cosas más importantes?

Ojalá al concluir este tiempo de renovación y espera, podamos decirle a Dios Nuestro Señor: “Hágase en mí, según tu palabra”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Domingo de la IV Semana de Adviento.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 1,26-38.
En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,  a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".  Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.  Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.  Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús;  él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,  reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin".  María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?".  El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.  También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes,  porque no hay nada imposible para Dios".  María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó. 
Comentario

Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no era por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida...

No tardes, Virgen María, da tu respuesta. Señora Nuestra, pronuncia esta palabra que la tierra, los abismos y los cielos esperan. Mira: el rey y señor del universo desea tu belleza, desea no con menos ardor tu respuesta. Ha querido suspender a tu respuesta la salvación del mundo. Has encontrado gracia ante de él con tu silencio; ahora él prefiere tu palabra. El mismo, desde las alturas te llama: «Levántate, amada mía, preciosa mía, ven...déjame oír tu voz» (Cant 2,13-14) Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna...

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma.

Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento. «Aquí está la esclava del Señor, -dice la Virgen- hágase en mí según tu palabra.» (Lc 1, 38)

San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
Homilía 4 sobre «Missus est », §8-9
©Evangelizo.org 2001-2010

sábado, 17 de diciembre de 2011

Jesús no es un mito, sino un personaje histórico


¡Amor y paz!

Como la celebración de Navidad está ya muy próxima, la Iglesia la hace preceder de una 'octava', esto es, ocho días que nos conducirán al 25 de diciembre. La preparación comienza por la primera página del evangelio según San Mateo: la genealogía de Jesús.

Esta genealogía nos ayuda a contemplar el misterio que estamos próximos a celebrar: que Dios se hizo Hombre, verdadero Hombre, que “habitó entre nosotros” (Jn 1,14).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este segundo día de la Novena de Navidad, (que ustedes pueden obtener haciendo click en la columna de la derecha). 

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 1,1-17.
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.   Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón.  Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;  Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá;  Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.  Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob.  Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.  El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
Comentario

Tal vez ya no somos tan aficionados a las genealogías, escasamente sabemos el nombre de nuestros abuelos, muy difícilmente el de nuestros bisabuelos. Sin embargo, en algunas circunstancias es conveniente, y hasta necesario, saber el nombre de los antepasados. Pensemos en los que tienen pretensiones nobiliarias o cosas por el estilo. En el Antiguo Testamento son muy comunes las genealogías, especialmente en el Pentateuco y en los libros narrativos. Por medio de ellas se legitima a los caudillos, se justifican los privilegios de un grupo o de un individuo, se llenan vacíos en el transcurso histórico, cuando no se tienen más datos.

Mateo abre su evangelio con la genealogía de Jesús: "hijo de David, hijo de Abrahán", es decir, miembro del pueblo santo de Israel que nació del Patriarca Abrahán, y Mesías o ungido de Dios para la realeza sobre su pueblo por ser descendiente de David. El que comience a leer el evangelio de san Mateo sabe a qué atenerse respecto de la identidad de su protagonista.

El evangelista ha construido su genealogía con mucho arte. Agrupó a los antepasados en tres grupos de catorce generaciones cada uno, según tres períodos muy importantes de la historia de salvación: de Abrahán a David, de David a la deportación o destierro a Babilonia y del destierro a Jesús. Para que le salieran tan bien las cuentas tuvo que eliminar algunos de los eslabones de la cadena genealógica que conocemos porque de ellos se habla en el Antiguo Testamento.

Introdujo el nombre de cuatro mujeres que de manera extraordinaria entraron en la línea de los ascendientes del Mesías: se trata de Tamar, la nuera de Judá que tuvo un hijo de su propio suegro; Rahab la prostituta de Jericó que mereció ser preservada del exterminio por hospedar a los espías de Josué; Rut, una extranjera moabita que en circunstancias novelescas llegó a ser antepasada del rey David; y "la que fue mujer de Urías", Betsabé, raptada por David, que la hizo madre del rey Salomón. ¿Por qué menciona precisamente a estas mujeres y no a las grandes madres de Israel? ¿Por pecadoras? No queda claro que todas lo hayan sido, y no más que la cantidad de hombres de la lista. ¿Por extranjeras? Tampoco parecen serlo todas. En todo caso su presencia anticipa la de María, la madre virginal de Jesús que les es solidaria por su condición de mujer, precisamente.

El que va a nacer viene de Dios y viene de la humanidad. Eso nos quiere decir Mateo con su genealogía.

Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)