viernes, 19 de agosto de 2011

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y a tu prójimo como a ti mismo»


¡Amor y paz!

Seiscientos trece mandatos de la antigua ley eran un fardo demasiado pesado. Para tentarlo, los fariseos le preguntan a Jesús cuál es el mandamiento principal….

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Viernes de la XX Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 22,34-40.
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?". Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". 

 Comentario

a) Fue buena idea la de preguntar a Jesús cuál es el mandamiento principal. Porque los judíos contaban hasta 365 leyes negativas y 248 positivas, suficientes para desorientar a las personas de mejor buena voluntad, a la hora de centrarse en lo esencial.

La respuesta de Jesús es clara: el mandamiento principal es amar. Amar a Dios (lo cita del libro del Deuteronomio: Dt 6) y amar al prójimo «como a ti mismo» (estaba ya en el Levítico: Lv 19). Lo que hace Jesús es unir los dos mandamientos y relacionarlos: «estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas».

b) Lo principal para un cristiano sigue siendo amar. Tienen sentido cumplir y trabajar y rezar y ofrecer y ser fieles. Pero el amor es lo que da sentido a todo lo demás. Nos interesa, de cuando en cuando, volver a lo esencial.

También nosotros tenemos, en el Código de Derecho Canónico, muchas normas, necesarias para la vida de la comunidad en sus múltiples aspectos. Pero Jesús nos enseña dónde está lo principal y la raíz de lo demás: el amor. Está muy bien que el Código actual (1983), en su último canon, hablando del sistema a seguir para el traslado de los párrocos, afirme un principio general muy cercano a la consigna de Jesús: «guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia» (c. 1752).

¿Puedo decir, cuando me examino al final de cada jornada o en los días de retiro, que mi vida está movida por el amor? ¿que, entre tantas cosas que hago, lo que me caracteriza más es el amor a Dios y al prójimo, o, al contrario, mi egoísmo y la falta de amor?

San Pablo nos recomendó: «con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor, pues el que ama al prójimo ha cumplido la ley... todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rm 13,8-9). Y Jesús nos advirtió que, al final de nuestra vida, seremos examinados precisamente de esto: si dimos agua al sediento y visitamos al enfermo... Seremos examinados del amor.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 295-298

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