¡Amor y paz!
Quien cree en Jesús lo hace movido por Dios. Todos debemos estar deseosos y abiertos a su impulso, pues Él a todos quiere salvarnos y mueve sin violencia. El camino de salvación es creer y adherirse a Jesús, nutrirse más y más de su alimento, pan, vida, verdad, amor, es decir, participar eficazmente de su mesa.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este jueves de la 3ª. Semana de Pascua.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Juan 6,44-51.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Comentario
Este fragmento del evangelio se abre con una afirmación categórica de Jesús sobre la intervención del Padre en la vida del cristiano: "nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre". Lo interesante de esta afirmación es que Jesús la clarifica en seguida: "no es que alguien haya visto al Padre". Esto nos plantea la necesidad de saber entender la forma en que Dios interviene en nuestra vida. Ciertamente no lo hace con apariciones, sino en el silencio de la vida cotidiana. Aquí es donde, según Jesús, hay que descubrir la presencia de Dios.
Este planteamiento de Jesús choca con nuestra mentalidad contradictoria que, cuando no está absorbida por el seco análisis racional, está entregada al deseo utilitarista de lo milagroso.
Jesús, en cambio, les pedía a sus discípulos una disponibilidad abierta a descubrir, leer y encontrase con Dios Padre en el interior de la propia vida. Esto es lo que permite abrirse y dejarse penetrar por un mensaje que cambiará la manera de apreciar la realidad, de relacionarse unos con otros y de entender a Dios.
Según Jesús, hay dos cosas que podemos hacer desde la cotidianidad: escuchar al Padre y reproducir las obras que él hace (v. 45b). No habla de un Padre alejado del ser humano en los cielos; habla de un Padre-Dios que se hace manifiesto en la vida a través del Hijo que ha enviado y que se identifica con él. Es precisamente en la cotidianidad de la asamblea comunitaria donde se da la comunión en Jesús.
Hoy se impone la valoración de la cotidianidad en nuestros pueblos y culturas, pues es allí donde actúa y se descubre a Dios. En espacios como la casa, la calle, el trabajo... él nos interpela, nos invita a escucharlo y nos pide que respondamos. Nuestros pueblos tienen sus propias mediaciones en su camino hacia Dios. Valorar estos caminos y descubrir en ellos sus propios elementos de amor, de acogida, de justicia... es el mejor camino para que la asamblea comunitaria eucarística y la vida sacramental, conduzcan al encuentro del Dios de la Vida para todos.
Servicio Bíblico Latinoamericano
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