¡Amor y paz!
Jesús es a veces atacado; otras, elogiado, como hace hoy una mujer que exalta a María Santísima. Sin embarqo, Jesús no rechaza el grito de la mujer, sino que lo eleva. No es la carne ni la sangre lo que marca la proximidad a su persona. Los que escuchan y practican la Palabra de Dios participan de la bienaventuranza de María que supo responder a la invitación divina: He aquí la esclava del Señor.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la XXVII Semana del Tiempo Ordinario.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 11,27-28.
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: "¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!". Jesús le respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican".
Comentario
a) Ayer oía Jesús unos improperios por parte de sus enemigos. Hoy, un piropo amable por parte de una buena mujer.
Jesús aprovecha esta alabanza para dedicar, a su vez, una bienaventuranza a "los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen". Con lo cual, ciertamente, no está desautorizando a su madre: al contrario, está diciendo que su mayor mérito fue que creyó en la Palabra que Dios le había dirigido a través del ángel. El evangelista Lucas, que es el que más habla de María, la está poniendo aquí, en cierto modo, como el modelo de los creyentes, ya que ella tomó como consigna de su vida aquel feliz propósito: "hágase en mí según tu Palabra".
b) Podemos aprender de María la gran lección que nos repite Jesús: que sepamos escuchar la Palabra y la cumplamos. Es lo que alaba hoy en sus discípulos, lo que había dicho que era el distintivo de sus seguidores (Lc 8,21) y lo que valoró en María, en contraposición a Marta, demasiado ajetreada en la cocina.
El mismo Lucas presenta a la madre de Jesús como "feliz porque ha creído", según la alabanza de su prima Isabel, y la que "conservaba estas cosas en su corazón": la que escucha y asimila y cumple la Palabra de Dios.
La verdadera sabiduría -y por tanto, la verdadera bienaventuranza- la tendremos si, como María, la primera discípula de Jesús, sabemos escuchar a Dios con fe y obediencia. Ahora que la Iglesia, en la reforma postconciliar, ha redescubierto el valor de la Palabra de Dios, podremos decir que somos buenos seguidores de Jesús -y devotos de la Virgen- si mejoramos en nuestra actitud interna y externa de escucha y de cumplimiento de esa Palabra. Entonces es cuando se podrá decir que construimos nuestra casa sobre roca firme, y no sobre arena movediza.
J. Aldazábal
Enséñame tus caminos 6
Tiempo Ordinario. Semanas 22-34
Barcelona 1997. Págs. 161-164
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