sábado, 4 de septiembre de 2010

Las normas están al servicio del hombre, no el hombre al servicio de las normas

¡Amor y paz!

Las normas habían llegado a tal grado en el tiempo de Jesús que indicaban que quien cortara espigas en sábado, siendo peregrino, podía comerse los granitos uno a uno, pero no podía restregar la espiga entre las manos, pues eso sería tanto como ponerse a trabajar, lo cual no se permitía en sábado.

Aún así, para quien vive en Cristo lo más importante es el hombre, velar por él, por su bienestar, hacerle el bien y no el mal. Pues de nada aprovecha el sentarse ritualmente en sábado para después dedicarse a hacer el mal y a provocar injusticias en los demás días.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Sábado de la XXII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 6,1-5.

Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían. Algunos fariseos les dijeron: "¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?". Jesús les respondió: "¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?". Después les dijo: "El hijo del hombre es dueño del sábado".

Comentario

"El Hijo del hombre es Señor del sábado". Como el Esposo está ahí, ha llegado el tiempo de la boda y ha pasado la época de las referencias antiguas. Al atardecer del día sexto, Dios había descansado para consagrar la creación, y los hombres habían consagrado el sábado para alabar a Dios por sus maravillas. Un día para santificar el tiempo... Como Jesús está ahí, toda la vida del hombre se define como "santa": es tiempo del hombre y tiempo de Dios. En adelante, nada de cuanto es humano es ajeno a Dios.

Escándalo de nuestra fe: ya no hay separación entre lo profano y lo sagrado. Los contemporáneos de los primeros cristianos tenían razón al acusarles de ateísmo. El Evangelio no es una religión ordinaria ni administra sentimientos religiosos. La religión que emana del sentimiento religioso acapara a Dios; se le adora, se le teme, se le invoca, se le desea; pero El está lejos, fuera de nuestros asuntos de hombres. Siguiendo a los profetas, Jesús trastoca esta imagen: la religión procede de la fe, de la acogida de una palabra.

Entrar en contacto con Dios no exige ya que salgamos de nuestra condición de hombres, ya que Dios ha entrado en la historia haciéndose palabra de hombre, de un hombre pequeño.

Inversión increíble de la fe, que en vez de levantar una barrera entre el mundo de la tierra y el de Dios, santifica la condición mundana del hombre. ¿Cómo hemos podido, entonces, hacer de Dios un enemigo o un rival del hombre? ¡Qué mal hemos sabido interpretar el significado de todo el trabajo de los hombres y de las mujeres que se esfuerzan por hacer la tierra habitable y humana! Ahí, en esa laboriosa gestación, está el lugar en donde viene la Palabra y en donde surge el Espíritu.

"El Hijo del hombre es Señor del sábado". Con ese gesto, Jesús hacía de la encarnación algo distinto de una teoría de teólogos: la vida de los hombres es el único lugar en donde habla Dios.

Dios cada día
Siguiendo el leccionario ferial
Semanas XXII-XXXIV T.O. Evang.de Lucas
Sal Terrae/Santander 1990.Pág. 241

www.mercaba.org

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