¡Amor y paz!
Jesús quiere cambiar de raíz el esquema en el que se encuentra sustentado el orden del mundo. Por eso el texto bíblico de hoy comienza con una invitación profunda y trascendental que cambia todo en la historia: “sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso”.
Esta es la diferencia entre quien se dice hijo de Dios y quien no lo es.
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 2º lunes de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 6,36-38.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes".
Comentario
El amor no es un producto más de mercancía, de compra-venta, sujeto a la oferta y la demanda, no es "doy para que me des". Al menos el amor que quiere ser como el de Dios, a quien estamos llamados a imitar. El amor es generoso, es entrega de sí, es vida y produce vida; el amor no se tiene en cuenta a sí mismo sino al ser amado (aún a costa de sí mismo; aún hasta dar la vida). El amor no es algo palpable y científicamente analizable; tampoco es algo que se puede reducir a un "sentimiento" que hoy está y mañana puede desaparecer...
El amor es siembra de vida, entrega de comunión, es imitación del mismísimo Dios. Las actitudes del amor son: misericordia, perdón, generosidad, no condena... Son actitudes como las que tiene el mismo Dios y deben tener sus hijos.
Dios derrama su amor sin esperar nada a cambio, eso es la misericordia, eso es la fidelidad de Dios a su mismo ser y su compromiso con los amados; a eso nos llama: a dar sin esperar respuesta, e incluso dispuestos a recibir a cambio desprecio, incomprensión y violencia.
¿No es ingenuo esto? ¿Cómo puede vivirse esto en nuestro mundo? En este tiempo del "hombre lobo del hombre", todo esto que Jesús plantea, ¿no es una suerte de suicidio? Lo parece. Y sin embargo lo dice. Jesús nos invita a una vida semejante a la de Él, nos invita a una entrega de amor, a saber que el hombre ¡puede ser “hermano del hombre”! ¡Qué diferente sería nuestro mundo, nuestro país y nuestros barrios o pueblos si hubiera muchos sinceramente dispuestos a amar como Jesús, a dar y darse generosamente y sin medida! ¡Cuánto fruto estaría germinando!
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