¡Amor y paz!
El Evangelio destaca hoy dos grades cualidades de Dios: la misericordia y la paciencia. Lo primero es que hay que insistir en que Él no quiere el mal sino el bien el hombre. Hay fenómenos naturales, como los terremotos, de cuyos efectos no estamos excluidos los que nos consideramos buenos ni están dirigidos a quienes calificamos como malos. ¿O es que acaso los que murieron en Haití y en Chile eran malos?
La diferencia entre los buenos y los malos no está en que sufran más o menos, sino en la manera de sufrir. ¿Cómo reaccionan un creyente y un no creyente ante la enfermedad y la muerte? Ahí está la diferencia.
Por lo demás, Dios es paciente. Espera nuestra conversión. No castiga, sino que espera, como el agricultor el fruto. Una paciencia infinita, un año y otro...
Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este 3er Domingo de Cuaresma.
Dios los bendiga…
Evangelio según San Lucas 13,1-9.
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".
Comentario
Los tres últimos domingos de Cuaresma tienen por eje la conversión y la renovación de la vida de quien se convierte.
Es interesante constatar cómo en la renovación de la Cuaresma se concede el primer lugar a la conversión. El evangelio del 3er. domingo es muy significativo a este respecto. El problema de la conversión en el evangelio parte de un hecho distinto: Pilatos hizo asesinar en masa a unos Galileos mientras éstos ofrecían un sacrificio; 18 personas fueron muertas por el derrumbamiento de la torre de Siloé.
Partiendo de estos acontecimientos, Jesús declara que estas víctimas no eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén. En consecuencia, Jesús sirviéndose como apoyo de estos sucesos quiere insistir en la urgencia de la conversión: "Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera". Y por otra parte, el Señor es paciente y aguarda la conversión.
Ese es el tema de la segunda parte del pasaje evangélico propuesto hoy: "Déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás".
Este evangelio de Lucas (13,19) es de una penetrante actualidad: la paciencia de Dios que espera la conversión. Es interesante, no obstante, entrar más de cerca en el significado del texto. En ningún momento afirma Jesús que lo ocurrido a las víctimas de Pilato o de la caída de la torre sea un castigo por sus faltas. Sabemos que afirma de buena gana lo contrario. Desgracias de este tipo no siempre son resultado de faltas. Es el caso del ciego de nacimiento, relatado en San Juan (9, 3) donde Jesús afirma que ese desgraciado estado no es debido a los pecados de este hombre ni a los de sus padres. Igualmente en nuestro pasaje evangélico de hoy Jesús subraya que esos Galileos muertos en masa no eran más pecadores que los demás.
Pero de esos sucesos saca Jesús una lección concreta: Si no os convertís, todos pereceréis. Pone fin al concepto de una retribución temporal y al de un castigo en esta tierra; pero ve en los acontecimientos una advertencia para lo que ocurrirá al final de los tiempos. De hecho, todos nosotros somos culpables y dignos de reprobación; se trata de arrepentirnos para el fin de los tiempos.
El segundo episodio es muy interesante y tiene raíces escriturísticas profundas. Israel es una plantación del Señor (Is 5, 1-4; Jer. 2,21; Ez. 17,6; 19, 10-11; Sal. 80,9.17). Cuando esta plantación se disgrega y se hace estéril, entonces se deja sentir una especie de venganza divina (Is. 5,5-6; Jer. 5,10- 6,9, 12, 10; Ez. 15, 6; 17,10; 19,12-14, etc.). La plantación, más concretamente la viña, designa a Israel.
Pero frente al pecado y al pecador existe una paciencia de Dios que nos conmueve y nos lleva no a esperar, sino a poner manos a la obra para empezar desde hoy mismo nuestra conversión.
A fin de cuentas, lo que parece más importante en el relato de Lucas es precisamente la paciente misericordia del Señor.
ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITÚRGICO
CELEBRAR A JC 3 CUARESMA
SAL TERRAE SANTANDER 1980.Pág. 164 s
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