¡Amor y paz!
La fe es un don y una tarea. Es, en efecto, un regalo de Dios, un privilegio que Él nos otorga. Debemos reconocerlo. Pero así mismo, la fe es una tarea: es necesario abonar, cuidar, regar esa semillita que el Señor coloca en nuestro corazón, para que algún día sea un gran árbol y cobije a muchos.
Bastantes tuvieron, en la época de Cristo, el privilegio de oír su Palabra, de comprobar sus milagros, de presenciar sus modos de actuar y, sin embargo, no creyeron ni se convirtieron. Por eso, según nos relata el Evangelio de hoy (martes 15º. del T.O.), Él los recrimina.
A propósito, recordemos otro aparte del Evangelio que dice: “Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más”. (Lc 12, 39-48). ¿Tendrá el Señor que recriminarnos?
Dios los bendiga…
Evangelio según San Mateo 11,20-24.
Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. "¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".
COMENTARIO
a) Lo que decía ayer Jesús de que no había venido a traer paz, sino espadas y división, se ve claramente en la página siguiente del evangelio.
Tres de las ciudades -Betsaida, Corozaín, Cafarnaúm-, en torno al lago de Genesaret, que tenían que haber creído en él, porque escuchaban su predicación y veían continuamente sus signos milagrosos, se resisten. Jesús se lamenta de ellas. Las compara con otras ciudades con fama de impías, o por paganas (Tiro y Sidón) o por la corrupción de sus costumbres (Sodoma), y asegura que esas ciudades «malditas» serán mejor tratadas que las que ahora se niegan a reconocer en Jesús al enviado de Dios.
En otra ocasión Jesús alabó a la ciudad pagana de Nínive, porque acogió la predicación de Jonás y se convirtió al Señor. Mientras que el pueblo elegido siempre se mostró reacio y duro de cerviz.
b) Los que pertenecemos a la Iglesia de Jesús, podemos compararnos a las ciudades cercanas a Jesús. Por ejemplo, a Cafarnaúm, a la que el evangelio llama «su ciudad».
Somos testigos continuos de sus gracias y de su actuación salvadora.
¿Podríamos asegurar que creemos en Jesús en la medida que él espera de nosotros?
Los regalos y las gracias que se hacen a una persona son, a la vez, don y compromiso. Cuanto más ha recibido uno, más tiene que dar. Nosotros somos verdaderamente ricos en gracias de Dios, por la formación, la fe, los sacramentos, la comunidad cristiana. ¿De veras nos hemos «convertido» a Jesús, o sea, nos hemos vuelto totalmente a él, y hemos organizado nuestra vida según su proyecto de vida?
¿O, tal vez, otras muchas personas, si hubieran sido tan privilegiadas en gracias como nosotros, le hubieran respondido mejor?
J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 5
Tiempo Ordinario. Semanas 10-21
Barcelona 1997. Págs. 145-148
http://www.mercaba.org/
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