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martes, 1 de agosto de 2017

“El Señor hablaba con Moisés como habla un hombre con un amigo”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 17ª semana del Tiempo Ordinario.

Hoy se celebra, también, la memoria de San Alfonso María de Ligorio. Oramos especialmente por la comunidad de los Redentoristas, que él fundó.

Dios nos bendice...

Primera Lectura

Lectura del libro del Éxodo 33, 7-11; 34, 5b-9. 28

En aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento, y la llamó «tienda del encuentro». El que tenía que visitar al Señor salía fuera del campamento y se dirigía a la tienda del encuentro.
Cuando Moisés salía en dirección a la tienda, todo el pueblo se levantaba y esperaba a la entrada de sus tiendas, mirando a Moisés hasta que éste entraba en la tienda; en cuanto él entraba, la columna de nube bajaba y se quedaba a la entrada de la tienda, mientras él hablaba con el Señor, y el Señor hablaba con Moisés.
Cuando el pueblo vela la columna de nube a la puerta de la tienda, se levantaba y se prosternaba, cada uno a la entrada de su tienda.
El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después él volvía al campamento, mientras Josué, hijo de Nun, su joven ayudante, no se apartaba de la tienda.
Y Moisés pronunció el nombre del Señor.
El Señor pasó ante él, proclamando:
- «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Misericordioso hasta la milésima generación, que perdona culpa, delito y pecado, pero no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos y nietos, hasta la tercera y cuarta generación.»
Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra.
Y le dijo:
-«Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»
Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta días con sus cuarenta noches: no comió pan ni bebió agua; y escribió en las tablas las cláusulas del pacto, los diez mandamientos.

Salmo

Sal 102, 6-7. 8-9. 10-11. 12-13

R. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R.

No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R.

Como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles. R.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 36-43

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
-«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó:
-«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»

Reflexión

El Señor hablaba con Moisés cara a cara como habla un hombre con un amigo

El tema de esta primera lectura nos lleva a la renovación de la alianza. Moisés levanta la tienda de Dios, la “Tienda del encuentro” y la coloca a cierta distancia del campamento. Y es allí donde habla con el Señor con toda confianza. Y lo hace “cara a cara, como habla un hombre con un amigo”. Mientras esto ocurría todo el pueblo se prosternaba en oración ante la escondida presencia de Dios.

Moisés bien sabe que el pueblo no ha sido fiel a la alianza con Yahvé, pero como hombre que ama profundamente a Dios y a su pueblo, busca que Dios perdone los desvaríos de su pueblo y renueve su pacto de amor. Postrado en tierra le suplicó: “Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya”. Y Dios, que es su amigo, atendió sus ruegos y Moisés de nuevo “escribió en las tablas las cláusulas del pacto, los diez mandamientos”.

La cosecha… al fin del tiempo

Parece claro que Jesús tuvo un empeño especial con sus discípulos, los que iban a ser los continuadores de su predicación cuando dejase la tierra, como lo demuestra la escena de hoy, al exponerles con más intensidad su mensaje. Dejando a la gente, “se fue a casa” y a petición de los discípulos les explica a ellos la parábola del trigo y la cizaña.

Cuando Jesús, como es este el caso, explica una parábola… al predicador de turno le viene a la mente y a la boca decir no tengo nada que añadir a sus palabras. No se puede explicar mejor. Pero por insistir en lo indica el mismo Jesús, podemos subrayar que sus seguidores nos vemos bien reflejados en sus palabras, que experimentamos, que en nuestro corazón hay sembrado trigo y cizaña, bien y mal, que el Hijo del Hombre y el diablo siguen sembrado cada uno su diferente semilla, que queremos hacer siempre el bien pero que el mal nos acecha y tienta, que nos gustaría que la cizaña y el mal desapareciesen hoy mismo de nuestro interior y de todos los rincones del mundo…  y no esperar “al fin del tiempo”, pero sabemos que tenemos que esperar hasta entonces.

San Alfonso María de Ligorio nació en Nápoles el 27 de septiembre de 1696. Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor, los Redentoristas. Cabe destacar su dedicación a la predicación y a la publicación de diversas obras, principalmente de teología moral. Fue elegido obispo, pero a los pocos años renunció a este servicio. Fue canonizado en 1839 y proclamado Doctor de la iglesia en 1871. Murió el año 1787.

Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia) 



domingo, 11 de junio de 2017

“Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él”

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este domingo en que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad.

Dios nos bendice...

Primera Lectura

Lectura del libro del Éxodo 34,4b-6.8-9:

En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor.
El Señor pasó ante él, proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.»
Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra. Y le dijo: «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»

Salmo

Dn 3,52-56

R/. A ti gloria y alabanza por los siglos

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. R/.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R/.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.

Segunda Lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 13,11-13

Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan 3,16-18

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
A

  Comentario bíblico  
El misterio de la Trinidad, cuya solemnidad celebramos hoy, es como la aparente negación de aquello que los teólogos medievales afirmaban acerca de la simplicidad de Dios: si Dios es lo primero de todo, antes que toda la creación, antes que todo ser, antes que toda vida, antes que todo movimiento, entonces es imposible que sea “compuesto”. Entonces ¿cómo puede ser o tener tres personas? Pero la esencia de Dios no es sino su ser; aunque su ser o esencia de “ser” Padre, Hijo y Espíritu. Confesamos que Dios es uno, pero su esencia es de Padre (este concepto abarca todo lo que es un padre y una madre, aunque superados); pero también es Hijo, la esencia de ser un hijo como misterio de generación eterna; y también es por encima de cualquier cosa amor, se expresa a sí mismo, se dice a sí mismo, como amor, como Espíritu. Todo ello en Dios es esencial: no puede ser Padre solo; no puede ser Hijo solo; no puede ser Espíritu solo. La Trinidad, pues, es un diálogo eterno de relaciones de amor, porque el Hijo procede del Padre y el Espíritu del Padre y el Hijo. ¡Qué misterio tan insondable! En la solemnidad de hoy, pues, alabamos este misterio formulado en la tradición teológica con palabras y símbolos. Pero de esa manera Dios no es un misterio neutral; hablar de que es Padre, Hijo y Espíritu significa que siente como un padre y una madre; siente la experiencia de ser Hijo con lo que ello significa en relación a unos padres y se expresa como Dios amando, y no de otra manera. Esto es lo más importante de la Trinidad. Las lecturas de la liturgia de hoy acompañan con un tono cálido a esta solemnidad.

·       Iª Lectura: (Éxodo 34,4.-6.8-9): Una teofanía humana de Dios
·        
I.1. Moisés en una experiencia de tonos místicos, en un amanecer en el monte Sinaí, el monte de Dios, hace una alabanza de Yahvé, después de que el mismo Dios revelara quién era, cómo era, como sentía y cómo actuaba. Dios se revela en el amanecer como un Dios tierno, lento a la cólera y rico en piedad. Es un texto sorprendente, porque quiere dar a entender que es Dios mismo quien habla, quien revela lo que significa su nombre. A saber: decir Dios, decir Yahvé, es decir misericordia, clemencia, fidelidad eterna, que aprueba el bien y castiga el mal del mundo. Entonces cayó Moisés y pidió para él y para el pueblo lo que se había revelado en el mismo nombre de Dios.

I.2. El texto tiene mucha carga psicológica, porque no podíamos esperarnos (¿quizás del Elohista?) una manera tan determinada y determinante. Se pretende que Moisés sepa con quién habla e incluso lo que debe sentir. Antes que nada, esta teofanía montada por los autores sagrados tiene muchas connotaciones de leyenda mística, pero también de psicología profunda. Dios, en la nube -no podía ser de otra manera en las apariciones del AT-, “se quedó” allí con Moisés. Un Dios que “se queda”, que acompaña, a pesar de su grandeza, es un Dios que “siente” cariño e interés por el personaje. No simplemente va de paso, sino que viene a “visitar”. Se presenta revelándose él mismo con una invocación que, sin duda, se había repetido mucho como confesión de fe en Yahvé.

I.3. El Dios de “misericordia y lento a la ira” es el que todo creyente, el que todo ser humano, quiere encontrarse en su vida y con el que gusta entablar un diálogo. Las palabras de Dios son una “captatio benevolentiae” para que el orante no sienta pánico, ni lejanía de Dios. Este acercamiento, pues, es el que crea la invocación de Moisés por su parte: acompáñanos, condúcenos por la vida, aunque seamos de dura cerviz. Esta teofanía “humana” en el monte es de muchos quilates teológico para aquella teología tan poco evolucionada del AT. No es como la manifestación de Dios, como Padre, que nos entregará Jesús… pero es el mismo Dios. Ya es mucho decir que una “teofanía” del AT pueda ser verdaderamente humana. Pero si rastreamos la Escritura, podemos entender por qué Jesús nos puedo revelar a Dios como Padre.

·       IIª Lectura: (2Cor 13,11-13): Doxología al Dios del amor y de la paz

Esta lectura es, en realidad, la conclusión de esta carta de Pablo a la comunidad de Corinto. Es una doxología en la que se pone de manifiesto la actuación dinámica del mismo misterio trinitario de Dios. Como todo lo que se dice de una persona divina se aplica a las otras, entonces, la alabanza o doxología desea para la comunidad la gracia, el amor y la comunión que subsisten en Dios mismo.

Comienza con una exhortación a la alegría (chairete), lo cual es digno de mención en un texto litúrgico como este. ¿Por qué? Quizás la razón la encontremos en la definición sustancial de Dios: “el Dios del amor y de la paz” nos dice Pablo usando, sin duda, una fórmula que se cantaba en la liturgia de las comunidades. Y si se canta al Dios del amor y de la paz, entonces Dios debe ser así, tiene que ser así, no puede ser alabado de otra manera. Es verdad que este texto de la doxología está al final de los cc. 10-13, quizás de los más duros que ha escrito Pablo en reproche a ciertas actitudes de la comunidad cristiana de Corinto. Aunque es posible que esta doxología sea de otro momento, ya que 2Cor 10-13 pueden ser de la famosa “carta de las lágrimas” de Pablo.

·       Evangelio: (Juan 3,16-18): De la noche a la luz: Dios da vida en Jesús

III.1. El evangelio de esta fiesta se toma de Juan y nos propone uno de los elementos más altos de la teología joánica. En el diálogo que Jesús mantiene con Nicodemo, el rabino judío que vino de noche para hablar y dialogar a fondo con Jesús, se muestra, con rasgos insospechados, la razón de la encarnación, el que el “Verbo se hiciera carne” que resuena desde el aria del prólogo. Es lógico pensar que Jesús de Nazaret y Nicodemo no hablaran en estos mismos términos, sino en otros más simples y sencillos. Por tanto, es el evangelio de Juan (sus redactores) quien remonta el vuelo de la teología y lo expresa con fórmulas de fe inauditas.

III.2. La encarnación del Hijo se explica por el amor que Dios siempre ha tenido al mundo. Es la consecuencia de esa fidelidad de generación en generación con que se había expresado la revelación de Dios a Moisés en el Sinaí. Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo; quien cree en él experimenta la verdadera salvación. Podemos discutir mucho el origen de este texto en la redacción de la teología joánica, pero no podemos negar su verdadera inspiración teológica. Esta es una de las cumbres de la “revelación” de Dios en el NT. Dios no ha venido al mundo para condenar, o para juzgar, sino para “salvar”. Todo lo que no sea asumir eso como chispazo, es una distorsión teológica de los que no se fían de Dios o de los que le tienen un miedo desalmado.

III.3. La teología, pues, debe ser una verdadera terapia espiritual y psicológica para todas las personas que buscan a Dios… pero que huyen de él si Dios no se acerca, si no “se queda” a nuestro lado, si no es compasivo y misericordioso. Está en juego la misma libertad del ser humano –don de Dios, decimos-, para ser o no ser religiosos. Si aceptamos, pues, la teología del NT, en su diversidad, como fundamento de nuestra fe, esta lección del evangelio de Juan debe ser de verdadera “iluminación”. El diálogo entre Jesús y Nicodemo es propicio para inaugurar una búsqueda nueva en el judaísmo y en cualquier religión que merezca la pena. Incluso desde el cristianismo debemos repensar lo que este diálogo nos proporciona en la relación del hombre con Dios.

III.4. “Tener vida” es uno de los conceptos claves de la teología joánica. Sabemos que se refiere a la vida espiritual, lo más interior y profundo de ser humano. Es verdad que no se trata de una vida biológica, ni del quedarse en este mundo, aunque sea arrastrándonos. Y no sería “religioso” entenderlo de otra manera, ni de confiar en un ídolo poderoso que nos garantice nuestros caprichos de vida. Pero también la vida biológica-psicológica está contemplada en esta propuesta de la encarnación, en el Cur Deus homo? Sencillamente porque la “Trinidad”, más que un conglomerado sustancial y metafísico de esencia, personas o naturalezas, es un misterio insondable de dar vida, de amar sin medida, de liberar de angustias y “pesos” muertos… El Dios de la Biblia, el Dios trinitario -el Padre, el Hijo y el Espíritu-,nos ha dado la vida, para vivir con Él la vida verdadera, que nos ha revelado en Jesús y que nos ofrece por su Espíritu.
Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

 Predicación Dominicos