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viernes, 11 de mayo de 2018

«Nadie os podrá quitar vuestra alegría» 


¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios, en este viernes de la sexta semana de Pascua.

Dios nos bendice...

LECTIO

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 18,9-18

Estando Pablo en Corinto, 9 una noche, el Señor le dijo en una visión:
- No temas, sigue hablando, no te calles, 10 porque yo estoy contigo y nadie intentará hacerte mal. En esta ciudad hay muchos que llegarán a formar parte de mi pueblo.
11 Pablo permaneció en Corinto un año y seis meses, enseñando la Palabra de Dios.
12 Bajo el proconsulado de Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra Pablo y lo llevaron ante el tribunal 13 con esta acusación:
- Este trata de persuadir a los hombres para que den culto a Dios en contra de la Ley.
14 Pablo se disponía a hablar, cuando Galión dijo a los judíos:
- Si se tratase de un delito o de un crimen grave, yo os escucharía como es debido, 15 pero tratándose de cuestiones referentes a vuestra propia ley, allá vosotros. Yo no quiero ser juez de estas cosas.
16 Y los echó del tribunal. 17 Entonces todos ellos agarraron a Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y se pusieron a golpearle delante del tribunal. Pero Galión no hacía caso de lo que ocurría.
18 Pablo se quedó todavía bastante tiempo en Corinto. Después se despidió de los hermanos y se embarcó rumbo a Siria, acompañado de Priscila y Aquila. En Cencreas se había rapado la cabeza para cumplir un voto que había hecho.

Otras informaciones de utilidad: los hechos se desarrollan hacia el año 51-52, que es cuando el procónsul Galión se encontraba en Corinto. Este actúa de manera inteligente como «laico»: no quiere entrometerse en cuestiones religiosas. A su modo de ver, las cuestiones que le someten son discusiones internas al judaísmo, cuestiones que no tienen nada que ver con su función. Lucas lo subraya adrede, y da muestras de apreciar tanto la neutralidad de Roma como el hecho de que las autoridades romanas en general no se mostraran hostiles, en los comienzos, a los cristianos. Hasta salvaron a Pablo en más de una ocasión del fanatismo de sus adversarios.

Los judíos no se dan por vencidos y caldean en exceso la atmósfera: Pablo continúa llevando una vida dificil. Pero queda confortado y confirmado en su misión: está haciendo lo que quiere el Señor. Es el Señor quien quiere que se dedique también a los paganos. Estos continuos subrayados expresan -una vez más- la seriedad del problema del paso a los paganos para las primeras generaciones cristianas. Es casi una idea fija: ¿cómo explicar el hecho de que el pueblo de la promesa hubiera rechazado a Jesús, mientras que éste era acogido por los gentiles, esto es, por los tan depreciados paganos? Pero es el Señor -nos asegura Lucas- quien dice: «En esta ciudad hay muchos que llegarán a formar parte de mi pueblo», como en otras muchas ciudades, un pueblo constituido por algunos judíos y por muchos paganos. Y en Corinto, donde se encontraba lo mejor y lo peor de la cultura griega, la confrontación con el paganismo no iba a ser una broma: dieciocho meses en
Corinto representan una verdadera iniciación en la evangelización de los gentiles.

Finalmente, concluye Pablo, casi a hurtadillas, su viaje misionero, embarcándose con sus patronos de trabajo, Priscila y Aquila, primero con destino a Jerusalén y después hacia Antioquía. A un misionero como Pablo, quedarse durante dieciocho meses en un solo lugar, aunque fuera con provecho, pudo parecerle excesivo.

Evangelio: Juan 16,20-23a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 20 Yo os aseguro que vosotros lloraréis y gemiréis, mientras que el mundo se sentirá satisfecho; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21 Cuando una mujer va a dar a luz, siente tristeza, porque le ha llegado la hora, pero, cuando el niño ha nacido, su alegría le hace olvidar el sufrimiento pasado y está contenta por haber traído un niño al mundo. 22 Pues lo mismo vosotros: de momento estáis tristes, pero volveré a veros y de nuevo os alegraréis con una alegría que nadie os podrá quitar. 23 Cuando llegue ese día, ya no tendréis necesidad de preguntarme nada.

Jesús, cuando apenas ha terminado de señalar una de las constantes de la experiencia cristiana (la dura espera del encuentro gozoso y definitivo con él: v 20), se vale de la imagen eficaz y delicada de la mujer que va a dar a luz un hijo (v. 21) para expresar el paso de la aflicción a la alegría sobreabundante.

La alegría de la mujer es doble: han terminado sus propios sufrimientos y ha dado al mundo un nuevo ser. La alegría cristiana va unida al dolor, pero desemboca en la vida nueva que es la pascua del Señor. A continuación, sigue Jesús explicando la comparación en sentido espiritual (v. 22). El dolor por la muerte oprobiosa del Hijo de Dios se mudará en gozo el día de la pascua, en una alegría sin fin que «nadie podrá quitar» a los discípulos, porque está arraigada en la fe en Aquel que vive glorioso a la diestra de Dios.

Jesús ha hablado del tiempo inaugurado con su resurrección; en la continuación, añade: «Cuando llegue ese día, ya no tendréis necesidad de preguntarme nada» (v. 23b). La expresión «ese día» no se refiere sólo al día de la resurrección, sino a todo el tiempo que comenzará con ese acontecimiento. Desde ese día en adelante, la comunidad cristiana, iluminada plenamente por el Espíritu Santo, tendrá una nueva visión de las cosas y de la vida, y el Espíritu Santo iluminará interiormente a sus miembros y les hará conocer todo lo que sea necesario.

MEDITATIO

Seguimos con la alegría. En las palabras que aquí pronuncia Jesús subyace la idea del sufrimiento misionero como condición necesaria y lugar privilegiado de la alegría eclesial. De esta alegría fue maestro y protagonista el apóstol Pablo. En medio de las persecuciones que le vienen a causa de la predicación del Evangelio, afirma: «Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones» (2 Cor 7,4). Siguiendo su ejemplo, los convertidos acogen «la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones» (1 Tes 1,6). Los ministros de la Palabra están «como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos» (2 Cor 6,10).

Hoy como ayer, quien se compromete en el inmenso y minado campo de la difusión de la Palabra, en la tarea misionera, seguramente encontrará grandes tribulaciones, pero tiene garantizada la alegría. Se trata de la alegría que procede de poner en el mundo un «hombre nuevo», de ver reconstruidas a personas destruidas, de volver a dar sentido y vitalidad a vidas marchitas y apagadas, de ver aparecer la sonrisa en rostros sin esperanza. Es la alegría de ver aparecer la vida allí donde sólo había ruinas. Ese es el milagro de la misión. ¿Por qué no superar el miedo al fracaso, para gozar de esta segurísima alegría, garantizada a los apóstoles generosos?

ORATIO

Hoy me doy cuenta, Señor, de que mi escaso compromiso con la misión puede proceder asimismo del temor al fracaso. Es preciso poner la cara, con el peligro de alcanzar resultados escasos e incluso irrisorios. Me doy cuenta también, Señor, de que no siento compasión por mi prójimo, que camina en su cómodo, aunque insano, cenagal. Y me pregunto si he experimentado de verdad tu amor, si conozco de verdad tu amor por mí, tu compasión por mí, lo que has hecho por mí. ¿Es ésa, Señor, la razón por la que me encuentro a menudo árido y triste? ¿Es ésa la razón de que no conozca las alegrías que proporciona ver reflorecer la vida? ¿Se debe a eso que me sienta cansado y resignado?
Concédeme, Señor, un corazón grande, lleno de compasión, que me mueva a llevar tu vida a mi prójimo. Muéstrame, más allá de tanto bienestar y despreocupación, la profunda necesidad que hay en tantas personas de algo más y mejor: la necesidad de ti. Ayúdame a superar mi aridez, para llevar un poco de alegría, para que también en mí vuelva a florecer tu alegría.

CONTEMPLATIO

Que el que guía a las almas esté cerca de cada uno con la compasión y esté más dedicado que todos los demás a la contemplación, para asumir en él, con sus vísceras de misericordia, la debilidad de los otros y, al mismo tiempo, para ir más allá de sí mismo en la aspiración a las realidades invisibles, con la altura de la contemplación. Y así, si mira con deseo hacia lo alto, no despreciará las debilidades del prójimo, o si, viceversa, se acerca a ellas, no descuidará la aspiración a lo alto. Como la caridad se eleva a maravillosas alturas cuando se arrastra con misericordia hasta las bajezas del prójimo, cuanto con mayor benevolencia se pliegue a las debilidades, con más potencia subirá hacia lo alto (Gregorio Magno, Regla pastoral, 11,5).

ACTIO

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Nadie os podrá quitar vuestra alegría» (Jn 16,22).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

La compasión consiste en tener el atrevimiento de reconocer nuestro recíproco destino, a fin de que podamos ir hacia adelante, todos juntos, hacia la tierra que Dios nos indica. Compasión significa también «compartir la alegría», lo que puede ser tan importante como compartir el dolor. Dar a los otros la posibilidad de ser completamente felices, dejar florecer en plenitud su alegría. Ahora bien, la compasión es algo más que una esclavitud compartida con el mismo miedo el mismo suspiro de alivio, es más que una alegría compartida. Y es que tu compasión nace de la oración, nace de tu encuentro con Dios, que es también el Dios de todos.

En el mismo momento en que te des cuenta de que el Dios que te ama sin condiciones ama a todos los otros seres humanos con el mismo amor, se abrirá ante ti un nuevo modo de vivir, para que llegues a ver con unos ojos nuevos a los que viven a tu lado en este mundo. Te darás cuenta de que tampoco ellos tienen motivos para sentir miedo, de que tampoco deben esconderse detrás de un seto, de que tampoco tienen necesidad de armas para ser humanos.

Comprenderás que el jardín interior que ha estado desierto durante tanto tiempo, puede florecer también para ellos (H. J. M. Nouwen, A mani aperte, Brescia 19973, 47s).


viernes, 26 de mayo de 2017

«Los volveré a ver, y se alegrará su corazón, y nadie les quitará su alegría»

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar la Palabra de Dios y el comentario, en este viernes de la 6ª semana de Pascua.

Dios nos bendice...

Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (18,9-18):

CUANDO estaba Pablo en Corinto, una noche le dijo el Señor en una visión:
«No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo, y nadie te pondrá la mano encima para hacerte daño, porque tengo un pueblo numeroso en esta ciudad».
Se quedó, pues, allí un año y medio, enseñando entre ellos la palabra de Dios.
Pero, siendo Gallón procónsul de Acaya, los judíos se abalanzaron de común acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal diciendo:
«Este induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la ley».
Iba Pablo a tomar la palabra, cuando Gallón dijo a los judíos:
«Judíos, si se tratara de un crimen o de un delito grave, sería razón escucharos con paciencia; pero, si discutís de palabras, de nombres y de vuestra ley, vedlo vosotros. Yo no quiero ser juez de esos asuntos».
Y les ordenó despejar el tribunal.
Entonces agarraron a Sóstenes, jefe de la sinagoga, y le dieron una paliza delante del tribunal, sin que Galión se preocupara de ello.
Pablo se quedó allí todavía bastantes días; luego se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria con Priscila y Aquila. En Cencreas se había hecho rapar la cabeza, porque había hecho un voto.

Palabra de Dios

Salmo
Sal 46,2-3,4-5.6-7

R/.
 Dios es el rey del mundo

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

Evangelio de hoy
Lectura del santo evangelio según san Juan (16,20-23a):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre.
También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».

Palabra del Señor

Comentario


1.1 Hermanos, el recorrido que hemos venido haciendo por los Hechos de los Apóstoles nos ha mostrado ya suficientemente el carácter firmísimo y perseverante del apóstol Pablo. Este es aquel hombre que sufrió naufragios, enfermedad, cárcel y azotes; fue traicionado muchas veces, pasó hambre y sed, desvelos y carencia de lo necesario, lo apedrearon y muchas veces fue sometido a una lluvia inclemente de insultos y burlas. Nada le detuvo. Es admirable: siguió adelante con paso recio y fue capaz de cantar himnos a la gloria divina mientras padecía el hielo y las tinieblas de un calabozo injusto.

1.2 Contemplando con asombro tanta fortaleza no puede menos de maravillarnos que Dios hoy se haya acercado con tanta compasión a darle consuelo y ánimo. Algo grande tenía que estar sucediendo; una misión singularmente ardua venía sobre sus espaldas acostumbrados al trabajo durísimo del apostolado entre los paganos. ¿Dónde se hallaba nuestro paladín y en qué misión se encontraba, para que Dios considerara con tanta providencia como ternura que era tiempo de dar fuerza nueva a su apóstol?

1.3 La ciudad: Corinto. La misión: abrir espacio en medio de un paganismo tan agresivo como seductor, para que allí pudiera nacer una comunidad cristiana. ¡Qué locura! Una comunidad en torno al misterio de la Resurrección, en medio de un pueblo saturado de religiones y filosofías, capaz de tragarse todo menos una cosa: ¡que alguien pudiera vencer a la muerte! Para esa locura, que es también la que hoy necesitamos, se requería un empuje especial, una gracia particular, y por eso Dios quiso hablarle en aquella visión nocturna a nuestro querido apóstol Pablo.

1.4 Corinto no es algo del pasado. Corinto hoy se llama New York, Amsterdam, París, Bogotá, Sidney, Río de Janeiro, Tokio... Corinto es aquel mundo embriagado de placeres y teorías, desesperado y hambriento, enloquecido y mordaz, despiadado y anónimo en el que todo parece posible menos el amor, y donde todo tiene espacio menos la pureza. ¡Dios, danos muchos apóstoles nuevos para este Corinto inmenso que es el mundo del tercer milenio! Amén.

2. Un largo parto

2.1 Cristo nos habla hoy también de esa confrontación con el mundo que es tan propia de la realidad en que vivimos sus discípulos. Ese mundo, ese inmenso “Corinto” nos hace llorar cuando nos hiere y cuando se hiere. Pero Jesús nos dice que no serán en vano esas lágrimas ni caerán en el vacío. No sólo el viento escucha nuestros gemidos: con ellos somos semejantes a la mujer que da a luz. De nosotros, aunque con llanto, nace un mundo, el mundo pensado y amado por Dios. ¡Vaya honor que nos ha correspondido!

2.2 Ahora bien, ese mundo no nace por sus solas fuerzas ni sólo por nuestros buenos deseos. El Dueño de las Horas, el Señor de la Historia es quien determina con su “visita” el gran desenlace que transformará los espasmos de la persecución en latidos de vida nueva. Es Él y sólo Él quien conoce la ciencia arcana que destila diamantes de las lágrimas y canciones de los gemidos.

2.3 Cristo glorioso, Salvador del mundo, Señor de las misericordias: ven pronto; vuelve pronto; llega pronto, señor, que el mundo se debate entre la ira y la depresión, entre el hastío y la inanición, entre el cansancio de la muerte y la agitación de la locura. Ven, Cristo, ven y haz que nazca el mundo nuevo. Amén.

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