¡Amor y paz!
Los invito, hermanos, a
leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este martes de la 4a
semana de Cuaresma.
Dios nos bendice....
Juan 5,1-3.5-16
Al momento aquel hombre
quedó sano
En aquel tiempo, se celebraba
una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a
la puerta de las ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene
cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos,
paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años
enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le
dice: "¿Quieres quedar sano?" El enfermo le contestó: "Señor, no
tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando
llego yo, otro se me ha adelantado." Jesús le dice: "Levántate, toma
tu camilla y echa a andar." Y al momento el hombre quedó sano, tomó su
camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los
judíos dijeron al hombre que había quedado sano: "Hoy es sábado, y no se
puede llevar la camilla." El les contestó: "El que me ha curado es
quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar." Ellos le preguntaron:
"¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?"
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, aprovechando
el barullo de aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el
templo y le dice: "Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te
ocurra algo peor." Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era
Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos acosaban a Jesús, porque hacía
tales cosas en sábado.
Comentario
Los relatos de curaciones,
así como otros como espigar en sábado, tienen una relación estrecha con el día
de reposo (menuha). Este reposo, en el cual debía entrar toda la creación,
tenía su “degustación” en el Shabbat (sábado) semanal como último día de la
creación, supuestamente concluida el día sexto. Ya Filón de Alejandría
(filósofo judío contemporáneo de Cristo y con mucho influjo en los cristianos)
decía que la interpretación no era que Yahvéh descansó sino que “dejó así” y
consagra, en otras palabras, lo que dice el evangelio de hoy: si Dios descansa
el mundo desaparece. Esto se tradujo en términos como providencia, creación
continua, presciencia, en incluso predestinación (algo que terminó confundiendo
a muchos como Agustín de Hipona). Podríamos decir que alejándonos de la idea
abstracta de Dios, y apegados al judaísmo, Dios no creó el mundo sino que lo
está creando continuamente. Naturalmente que el mundo “físico” si lo “dejó así”
y gracias a ello podemos conocer sus leyes fisicoquímicas. Pero en cuento al
ser humano, es siempre inacabado, nunca satisface a Dios, siempre en camino, en
evolución, en conversión. ¿Qué será del hombre? Ni Dios mismo lo sabe porque es
el único ser cuyo futuro tiene que construirlo de la mano de Dios; sin la
libertad humana no hay futuro y sin Dios el futuro es el “infierno”. Como
expresan algunos teólogos: Dios creo al hombre creador para que crearan juntos.
En Jesús se nos revela la manera como Dios construye seres auténticamente
humanos pues de cómo “construye” todos los demás nos lo enseñan las ciencias
cada vez mejor. Dios quiere hacer a cada uno como hizo a Jesús, en su diario caminar
por Palestina. Esta es una de las implicaciones del abajamiento o vaciamiento
(kénosis, en griego) de la que nos habla Pablo. Jesús era exactamente como
nosotros pero en obediencia al Padre Creador, aún en los momentos más
difíciles.
Sin estas ideas de fondo,
no es fácil entender las curaciones de Jesús, pues pensaríamos en un estado
ideal del ser humano, sin limitaciones, sin dolores, sin vejez, enfermedad ni
muerte, en otras palabras un ser que nunca ha existido ni existirá y que
ciertamente no lo fue Jesús . Una salud evangélicamente buena es la de quien
sabe convivir con las dificultades y aun así traslucir su destino de imagen y
semejanza divina. En relatos como el hoy encontramos muchos detalles narrativos
significativos. El hombre enfermo por 38 años yacía al borde de la piscina de
Betzata pero podía moverse aunque no competir con otros; además estaba solo,
sin quien le ayudara a entrar en la piscina. Había muchos otros «multitud de
enfermos, ciegos, cojos, mancos, que esperaban el movimiento del agua» que no
habrían recibido la atención de Jesús. Muchos de ellos tendrían prohibida la
entrada al Templo precisamente por sus enfermedades. En las aguas esperaban
encontrar la misericordia de Dios que las leyes religiosas les negaban al
apartarlos del lugar sagrado. Para un judío piadoso ser excluido de la asamblea
de adoradores de Yahvéh (Kahal) era más doloroso que la misma enfermedad. El
enfermo de hoy aparece con su camilla en el Templo. Cuando Jesús encuentra al
enfermo en el Templo le dice algo diferente a lo que había rectificado a sus
discípulos con el ciego de nacimiento: «No vuelvas a pecar, no te suceda algo
peor». No parece aludir entonces a la enfermedad como algo malo sino a que la
situación del enfermo podía llevarlo a algo peor; en el futuro podía empeorar.
El problema con los judíos no era su curación, ni su camilla, sino el llevarla
quebrantando las normas del sábado. Pero siendo el sábado el reflejo del
descanso futuro, precisamente los enfermos, marginados por varias razones, eran
los más indicados para sentir el efecto liberador del descanso (menuha). Así
como las vacaciones tienen hoy sentido misericordioso precisamente para quien
no tiene posibilidades o medios para tomarlas.
Por la arqueología sabemos
que la piscina mencionada es la misma Betesda, o de las Ovejas, o Probática que
fuera reestructurada por Herodes el Grande. Había otra gran piscina fuera de la
ciudad llamada Siloé. Algunos afirman que en tiempo de la invasión griega era
un lugar dedicado a Asclepio , divinidad griega de la salud, lo cual explicaría
la gran cantidad de enfermos que había allí. Antes se nos dijo que era un día
de fiesta que podía ser de Pascua (Pesaj), de Pentecostés (Shavuot o las
semanas), de las Ramas (Sukot o enramadas o tiendas). Estas eran las fiestas
judías en las que se pedía se subiera a Jerusalén. Para el judaísmo de la época
de Jesús la identidad religiosa se definía por tres prácticas concretas,
relativamente fáciles de monitorear: la circuncisión, las leyes sobre los
alimentos (dietéticas), y la observancia del sábado. Cuando Jesús dice al
enfermo ¡levántate! se usa el mismo verbo para decir ¡resucita! lo cual indica
ya el tema de la vida plena (no necesariamente orgánicamente sana) más allá de
la recuperación de la salud. Pedirle que cargue con la camilla, luego de
permanecer 38 años acostado en ella y ya sin utilidad práctica, nos recuerda el
consejo a sus discípulos: «El que quiera venir en pos de mí… tome su cruz y
sígame» (Mt 16:24), o cuando los invita a ponerse el yugo que promete fácil y de
carga ligera.
Los judíos se concentran en
el tema de la camilla y el quebrantamiento del sábado y buscan inculpar al
enfermo o a quien le ha ayudado. Jesús resalta el deseo de ser sanado del
enfermo y que su futuro no sea de regreso al pasado. Aún no ha dado el paso de
reconocer a Jesús pues dice no conocerlo y cuando de nuevo lo encuentra y
reconoce va a acusarlo a los judíos quienes persiguen a Jesús por curar en
sábado. Si no se describe al enfermo esclavo del pasado, al menos se presenta
como confuso, sin mayor perspectiva para su vida. En el evangelio de Juan son
frecuentes estos dilemas existenciales. Quien cree es salvo y quien no cree ya
está condenado es el concepto de juicio en este evangelio. El apego a la ley
(Torah) escrita terminaba dificultándoles a los judíos la asimilación de la
novedad que se expresaba en Jesús. Les resultaba difícil aplicar lo que
aconseja Pablo a los creyentes: «No apaguéis al Espíritu, no despreciéis las
profecías; pero examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (1 Tes 5:19-20). La ley
terminaba haciendo pecaminosa la misericordia; en cambio Jesús se arriesga a
tener dificultades por auxiliar a una persona que ni siquiera ha solicitado su
ayuda. El enfermo reconoce que Jesús lo ha curado y este es el grano de mostaza
que ya ha quedado sembrado a pesar de todo. De alguna forma las curaciones de
Jesús no buscan maravillar a las gentes, sino que el enfermo pueda decir: lo
imposible se ha hecho posible; yo puedo andar, yo puedo ver, yo puedo hablar,
yo puede vivir, yo he sido liberado. De ahí la encomienda: “Ve y lávate en la
piscina”; “coge tu camilla y anda”, “id a presentaros a los sacerdotes”. Así
sigue Dios creando en medio de las dificultades humanas sin descansar.
Apuntes del Evangelio
Luis Javier Palacio Palacio,
S.J.
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