sábado, 11 de febrero de 2017

El pan que todos necesitan

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la V Semana del Tiempo Ordinario.

Dios nos bendice...

Evangelio según San Marcos 8,1-10.
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos". Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?". Él les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete". Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta. 
Comentario

La palabra pan, en hebreo lehem significaba en su origen alimento. Se preparaba indiferentemente de trigo, cebada, centeno, avena o candeal. La oración de bendición básica era sobre el pan: “Bendito eres porque haces brotar el pan de la tierra”. Bendecido el pan no era necesario bendecir otros alimentos. Las manos debían lavarse ritualmente antes de compartir el pan y al hornearlo una parte debía darse a los levitas (de la tribu de Leví que no tenían tierra) y en el santuario se mantenían doce panes en la mesa dorada en el Templo. En la pascua se comía el pan sin levadura (ácimo) y el maná se denominaba el “pan del cielo”. En el shabbath había dos hogazas sobre la mesa para recordar la doble ración de mana recogida en parasceve (víspera del sábado). El pan con sal era el alimento del pobre y para algunos el remedio para repeler los malos espíritus.
Con este precedente no es de extrañar que el pan llegue a tener el significado tan especial en las comunidades cristianas. El pan que se pide en el Padrenuestro refleja el libro de los Proverbios: «No me des pobreza ni riqueza, déjame gustar mi bocado de pan» (Pr 30:8). La transformación eucarística del pan toma de ambos sentidos judíos: el familiar y el ritual en el Templo, pues el vino se une al sacrificio de los corderos; la mesa termina concebida como un altar y la enseñanza (liturgia de la palabra) el reemplazo de la sinagoga.
Tan significativo es el hecho de la repartición de panes que se narra seis veces en los evangelios. Marcos relata dos veces dicha repartición pero en cada una de ellas apunta particularidades. La primera es en el capítulo 6 y son los judíos quienes reciben el pan. Allí se habla de la bendición del pan como eulogia y se recogen doce cestas (kófinos) con las sobras que eran las cestas usadas por los judíos cuando iban de viaje para evitar contaminarse con objetos de los gentiles.
Lo repartido a los judíos son cinco panes y dos peces y los beneficiarios se cuentan en cinco mil. En la repartición de hoy no se habla de bendición sino de “dar gracias” (eucaristía) sobre el pan y se recogen siete cestas (spyris) con las sobras que eran las cestas usadas por los gentiles. Lo repartido son siete panes y algunos peces sin especificar su número, y los beneficiarios se cuentan en cuatro mil.
El pez parece jugar una función más bien simbólica en el relato. Era propio de Galilea y poco se consumía en Judea. Era el único animal comestible que no había que desangrar para comerlo y será el símbolo cristiano por excelencia mucho antes que la cruz. Pez en griego se dice ICHTYS y es todo un acróstico de: Jesucristo, hijo de Dios, Salvador. El evangelista Juan lo utiliza en los relatos de la resurrección junto al lago como comida y en la pesca abundante. En algunas costumbres religiosas entró el pez como comida de abstinencia de carnes y recuerdo de la pasión como comida de martes y viernes; incluso con orden real en Inglaterra.
En la repartición de panes a los judíos Jesús se mueve a compasión porque ve a la gente como “ovejas sin pastor” y en la repartición a los gentiles «porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer». Si la primera parece tener una justificación más espiritual (judíos) se segunda parece tenerla más humanitaria (gentiles). Nunca aparecerán realmente separadas las dos motivaciones. Tal es la percepción de Pablo en las recomendaciones para la Eucaristía a los corintios. Compartir la Eucaristía es ser capaz de compartirlo todo. El simbolismo de los tres días es evidente cuando se alude a la resurrección por lo cual se refuerza con el uso de eucaristía como acción de gracias. En ambos relatos se presenta una multitud hambreada; en ambos los discípulos consideran imposible alimentar a tanta gente; en ambos el diálogo de Jesús con sus discípulos es similar y la pregunta es «¿Cuántos panes tenéis?»; en ambos Jesús invita a la gente a recostarse (era la posición ordinaria para comer entre los romanos, pues no usaban mesas sino triclinios); en ambos hace un rito religioso sobre el pan (bendición y acción de gracias); en ambos parte el pan y lo da a los discípulos. Partir el pan (KLAXIS en griego) se vuelve uno de los sinónimos de Eucaristía como KOINONIA (comunión), ágape, METALEPSIS (participación), MYSTERIO (sacramento). En ambos relatos se dice que la multitud quedó saciada; en ambos relatos se recogen abundantes sobras.
En la comida por excelencia que sería la última cena, Jesús ofrece pan y vino a sus discípulos sin las limitaciones de las dos reparticiones de panes. Lo que resulta una comida más ordinaria de las costumbres judías se ha de entender como relacionada con el reinado de Dios pero los discípulos no captan el sentido último ni de la una ni de la otra. «Os aseguro que ya no beberé más del producto de la vid hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios» (Mc 14:25). En la distribución de pan no saben cómo hacerlo para tanta gente y ayudan solo con la distribución. Curiosamente cuando envía a los discípulos les pide no llevar pan, quizás porque este debe ser siempre compartido en este caso por los destinatarios de la misión. Los predicadores de los cínicos y estoicos podían llevar pan y bolsa para limosnas en su predicación.
El relato de la repartición de panes tiene un paralelo literario en el libro de los Reyes en donde el profeta Eliseo alimenta un centenar de hombre con una pequeña cantidad de pan. Elías y Eliseo son la fuente de muchas categorías narrativas de las Escrituras en parte por la compleja imagen de los profetas. Siendo un aporte valiosísimo del judaísmo a la dimensión religiosa, a nivel general fueron desatendidos en vida y hechos leyenda en muerte. Siguen siendo un desafío para la exégesis judía y cristiana. Por poner un solo caso, Jesús muere y es resucitado; Elías nunca muere y arrebatado al cielo puede volver en cualquier momento. Pero el Elías perseguido por Jezabel está más cercano al verdadero profeta que es quien no oculta la injusticia. En los evangelios se reduce a precursor del Bautista o de Jesús. El fin del Bautista se da en una comida como es el banquete de Herodes; este termina en muerte y los relatos de repartición de panes en sobreabundancia.
En el relato de la última cena Jesús les da una clave interpretativa del pan cuando expresa: «Tomad; esto es mi cuerpo» (Mc 14:22). En última instancia quería alimentar a judíos y gentiles con su propia vida de tal manera que se desbordara en sobras para los demás. No otra es la actitud que Pablo recomienda a los creyentes cuando celebren la Eucaristía: «Os exhorto por la misericordia de Dios a que ofrezcáis vuestros propios cuerpos como (hostia) sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; sea éste vuestro culto espiritual» (Rm 12:1). Para el judaísmo el pan era el alimento que permitía sobrevivir y que se recibía como don divino por excelencia. En la vida cristiana el alimento viene de la capacidad de sacrificio de unos por los otros. En los seis relatos de repartición de panes se da el primer paso a tal sacrificio, pues su enseñanza puede sintetizarse como: cuando se comparte alcanza para todos y sobra. Los números son adjetivales, es decir, simbólicos; algo bastante común en todas las Escrituras.
 Luis Javier Palacio Palacio, S.J.




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