Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio
y el comentario, en este sábado de la V Semana del Tiempo Ordinario.
Dios nos bendice...
Evangelio según San Marcos 8,1-10.
En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos". Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?". Él les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete". Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.
Comentario
La palabra pan, en hebreo lehem significaba en
su origen alimento. Se preparaba indiferentemente de trigo, cebada, centeno,
avena o candeal. La oración de bendición básica era sobre el pan: “Bendito eres
porque haces brotar el pan de la tierra”. Bendecido el pan no era necesario
bendecir otros alimentos. Las manos debían lavarse ritualmente antes de
compartir el pan y al hornearlo una parte debía darse a los levitas (de la
tribu de Leví que no tenían tierra) y en el santuario se mantenían doce panes
en la mesa dorada en el Templo. En la pascua se comía el pan sin levadura
(ácimo) y el maná se denominaba el “pan del cielo”. En el shabbath había dos
hogazas sobre la mesa para recordar la doble ración de mana recogida en
parasceve (víspera del sábado). El pan con sal era el alimento del pobre y para
algunos el remedio para repeler los malos espíritus.
Con este precedente no es de extrañar que el
pan llegue a tener el significado tan especial en las comunidades cristianas.
El pan que se pide en el Padrenuestro refleja el libro de los Proverbios: «No
me des pobreza ni riqueza, déjame gustar mi bocado de pan» (Pr 30:8). La
transformación eucarística del pan toma de ambos sentidos judíos: el familiar y
el ritual en el Templo, pues el vino se une al sacrificio de los corderos; la
mesa termina concebida como un altar y la enseñanza (liturgia de la palabra) el
reemplazo de la sinagoga.
Tan significativo es el hecho de la
repartición de panes que se narra seis veces en los evangelios. Marcos relata
dos veces dicha repartición pero en cada una de ellas apunta particularidades.
La primera es en el capítulo 6 y son los judíos quienes reciben el pan. Allí se
habla de la bendición del pan como eulogia y se recogen doce cestas (kófinos)
con las sobras que eran las cestas usadas por los judíos cuando iban de viaje
para evitar contaminarse con objetos de los gentiles.
Lo repartido a los judíos son cinco panes y
dos peces y los beneficiarios se cuentan en cinco mil. En la repartición de hoy
no se habla de bendición sino de “dar gracias” (eucaristía) sobre el pan y se
recogen siete cestas (spyris) con las sobras que eran las cestas usadas por los
gentiles. Lo repartido son siete panes y algunos peces sin especificar su
número, y los beneficiarios se cuentan en cuatro mil.
El pez parece jugar una función más bien
simbólica en el relato. Era propio de Galilea y poco se consumía en Judea. Era
el único animal comestible que no había que desangrar para comerlo y será el
símbolo cristiano por excelencia mucho antes que la cruz. Pez en griego se dice
ICHTYS y es todo un acróstico de: Jesucristo, hijo de Dios, Salvador. El
evangelista Juan lo utiliza en los relatos de la resurrección junto al lago
como comida y en la pesca abundante. En algunas costumbres religiosas entró el
pez como comida de abstinencia de carnes y recuerdo de la pasión como comida de
martes y viernes; incluso con orden real en Inglaterra.
En la repartición de panes a los judíos Jesús
se mueve a compasión porque ve a la gente como “ovejas sin pastor” y en la
repartición a los gentiles «porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué
comer». Si la primera parece tener una justificación más espiritual (judíos) se
segunda parece tenerla más humanitaria (gentiles). Nunca aparecerán realmente
separadas las dos motivaciones. Tal es la percepción de Pablo en las
recomendaciones para la Eucaristía a los corintios. Compartir la Eucaristía es
ser capaz de compartirlo todo. El simbolismo de los tres días es evidente
cuando se alude a la resurrección por lo cual se refuerza con el uso de
eucaristía como acción de gracias. En ambos relatos se presenta una multitud
hambreada; en ambos los discípulos consideran imposible alimentar a tanta
gente; en ambos el diálogo de Jesús con sus discípulos es similar y la pregunta
es «¿Cuántos panes tenéis?»; en ambos Jesús invita a la gente a recostarse (era
la posición ordinaria para comer entre los romanos, pues no usaban mesas sino
triclinios); en ambos hace un rito religioso sobre el pan (bendición y acción
de gracias); en ambos parte el pan y lo da a los discípulos. Partir el pan
(KLAXIS en griego) se vuelve uno de los sinónimos de Eucaristía como KOINONIA
(comunión), ágape, METALEPSIS (participación), MYSTERIO (sacramento). En ambos
relatos se dice que la multitud quedó saciada; en ambos relatos se recogen
abundantes sobras.
En la comida por excelencia que sería la
última cena, Jesús ofrece pan y vino a sus discípulos sin las limitaciones de
las dos reparticiones de panes. Lo que resulta una comida más ordinaria de las
costumbres judías se ha de entender como relacionada con el reinado de Dios
pero los discípulos no captan el sentido último ni de la una ni de la otra. «Os
aseguro que ya no beberé más del producto de la vid hasta aquel día en que lo
beba nuevo en el reino de Dios» (Mc 14:25). En la distribución de pan no saben
cómo hacerlo para tanta gente y ayudan solo con la distribución. Curiosamente
cuando envía a los discípulos les pide no llevar pan, quizás porque este debe
ser siempre compartido en este caso por los destinatarios de la misión. Los
predicadores de los cínicos y estoicos podían llevar pan y bolsa para limosnas
en su predicación.
El relato de la repartición de panes tiene un
paralelo literario en el libro de los Reyes en donde el profeta Eliseo alimenta
un centenar de hombre con una pequeña cantidad de pan. Elías y Eliseo son la
fuente de muchas categorías narrativas de las Escrituras en parte por la
compleja imagen de los profetas. Siendo un aporte valiosísimo del judaísmo a la
dimensión religiosa, a nivel general fueron desatendidos en vida y hechos
leyenda en muerte. Siguen siendo un desafío para la exégesis judía y cristiana.
Por poner un solo caso, Jesús muere y es resucitado; Elías nunca muere y
arrebatado al cielo puede volver en cualquier momento. Pero el Elías perseguido
por Jezabel está más cercano al verdadero profeta que es quien no oculta la
injusticia. En los evangelios se reduce a precursor del Bautista o de Jesús. El
fin del Bautista se da en una comida como es el banquete de Herodes; este
termina en muerte y los relatos de repartición de panes en sobreabundancia.
En
el relato de la última cena Jesús les da una clave interpretativa del pan
cuando expresa: «Tomad; esto es mi cuerpo» (Mc 14:22). En última instancia
quería alimentar a judíos y gentiles con su propia vida de tal manera que se
desbordara en sobras para los demás. No otra es la actitud que Pablo recomienda
a los creyentes cuando celebren la Eucaristía: «Os exhorto por la misericordia
de Dios a que ofrezcáis vuestros propios cuerpos como (hostia) sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios; sea éste vuestro culto espiritual» (Rm 12:1). Para el
judaísmo el pan era el alimento que permitía sobrevivir y que se recibía como
don divino por excelencia. En la vida cristiana el alimento viene de la
capacidad de sacrificio de unos por los otros. En los seis relatos de
repartición de panes se da el primer paso a tal sacrificio, pues su enseñanza
puede sintetizarse como: cuando se comparte alcanza para todos y sobra. Los
números son adjetivales, es decir, simbólicos; algo bastante común en todas las
Escrituras.
Luis Javier
Palacio Palacio, S.J.
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