sábado, 5 de enero de 2013

Qué se impone en nuestra vida: ¿El amor? ¿El odio? ¿La indiferencia?

¡Amor y paz!

Ya es hora de que examinemos cuál ha sido el fruto que hemos obtenido para nuestra vida espiritual de estas celebraciones de Navidad y cambio de año. Si por amor ha nacido Jesús, por amor hemos compartido con nuestros hermanos próximos y alejados y es el amor el sentimiento que debe inspirarnos a lo largo de este nuevo año.

Todavía es tiempo, entonces, de que superemos esa vieja discordia, de que pongamos fin a esa enemistad, de que hagamos esa llamada, de que rompamos el hielo en la relación con alguien. 

Para motivar esa actitud, hoy he incluido, junto al Evangelio, la 1ª. Lectura de la Eucaristía que se celebra hoy sábado del Tiempo de Navidad y que, con el comentario, los invito a leer y meditar.

Dios los bendiga…

Epístola I de San Juan 3,11-21.
La noticia que oyeron desde el principio es esta: que nos amemos los unos a los otros. No hagamos como Caín, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran justas. No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida, y ustedes saben que ningún homicida posee la Vida eterna. En esto hemos conocido el amor: en que él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si alguien vive en la abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra su corazón, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios? Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena confianza, 
Evangelio según San Juan 1,43-51.
Al día siguiente, Jesús resolvió partir hacia Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: "Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret". Natanael le preguntó: "¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?". "Ven y verás", le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez". "¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera". Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel". Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees. Verás cosas más grandes todavía". Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre". 
Comentario

a) El amor al prójimo es el resumen de todas las enseñanzas de Jesús en el Evangelio. Es también, siguiendo la carta de Juan, el fruto coherente de nuestra celebración de Navidad.

Hubiera sido mucho más cómodo que la ley cristiana más característica fuera la oración, o la ofrenda de un sacrificio a Dios, en agradecimiento por el amor que nos ha mostrado. Pero el encargo de Jesús es el amor. Hubiera resultado mucho más tranquilizante que la Eucaristía terminara en el «podéis ir en paz». Pero tiene una continuidad, que abarca el resto del día o de la semana.

Porque el mismo que nos ha dicho «este pan es mi Cuerpo, tomad y comed», nos ha dicho también: «lo que hiciereis a uno de esos lo hacéis a mí... estuve enfermo y me visitasteis».

b) Ya que al atardecer de la vida nos examinarán del amor, vale la pena que nos adelantemos a este examen nosotros mismos, por ejemplo sacando conclusiones de esta Navidad y en el comienzo de un nuevo año: ¿amamos a los hermanos, hasta las últimas consecuencias, como Cristo, que dio su vida por los demás? ¿O al contrario, los odiamos, y así puede aplicársenos a nosotros la acusación de homicidio, como a Caín? Hay maneras y maneras de asesinar al hermano: también con nuestros juicios y condenas, con nuestras palabras y actitudes, con nuestros silencios y rencores.

Si no amamos, no sólo de palabra sino de obra, ha sido vana nuestra fe. Han sido falsas nuestras fiestas. No hemos acogido al Hijo enviado por Dios. No podemos decir que creemos en Jesús, ni que nos mantenemos en comunión de vida con Dios. Estamos en la oscuridad y en la muerte.

c) El episodio de Felipe y Natanael nos puede interpelar también a cada uno de nosotros. Felipe, como ayer Andrés a su hermano Simón, comunica a Natanael la noticia. No se desanima por la respuesta un tanto despectiva que recibe, y juntos van a donde está Jesús. Felipe ha sido el colaborador de una vocación apostólica.

¿Aprovechamos nosotros la ocasión oportuna para transmitir nuestra fe, nuestra convicción, con palabras o con hechos, a tantas personas de buena voluntad que tal vez lo único que necesitan es una palabra de orientación o de ánimo o superar algún prejuicio?

d) Un momento de la Eucaristía que cada vez nos recuerda el mandamiento del amor fraterno es el gesto de la paz. Antes de ir juntos a recibir a Cristo, cada uno en unión con él, se nos invita a que nos demos la paz unos a otros, o sea, que hagamos un gesto simbólico con los más cercanos de que queremos progresar en fraternidad, que acudimos a la mesa común con ánimo de reconciliación.

Es una lección diaria, que intenta corregir nuestro egoísmo, y nos hace entender la Eucaristía en toda la profundidad de su lección: recibimos al Cristo «entregado por», y por tanto debemos ir aprendiendo de él a ser nosotros también «entregados por» nuestros hermanos a lo largo de nuestra jornada y semana.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 1
Adviento y Navidad día tras día
Barcelona 1995. Pág. 138 ss.